Me puse otra vez los auriculares y esperé a que el avión se parase para desabrocharme el cinturón.
-¿Alex? ¿Alex? -escuché la voz de mi padre llamándome-.
-Oh no -susurré yo-.
De repente se me ocurrió una cosa. Oh si. Temblad.
Salí del asiento y me senté en a butaca contigua a la de Connor.
- Hola Alex -dijo él muy tranquilo-. Creo que te llaman.
- Porfavor haz que hablas conmigo.
- Es lo que estoy haciendo -dijo el sonriendo-.
No pude evitar reírme.
-Toma se te cayó la cartera -dijo mientras me daba la cartera-.
-Gracias.
-¿Alex? ¿Qué haces aquí? -se paró y miró a Connor- ¿Quién es ese?
- Papá este es Connor, Connor este es papá.
Connor se quedo paralizado.
- Es usted... ¿Jackson Black? ¿El famoso productor de música y jefe de YouTube?
-Si, ese soy yo. Y esta es mi hija -fijo señalándome-. Nos vamos Alex.
- Vale. Chao Connor, encantada -dije mientras le estrechaba la mano-.
- Adiós Alex -se despidió él-.
Bajamos del avión y cogimos las maletas.
Por fin mi padre rompió el silencio. Tardo 14 minutos y 57 segundos.
Récord personal.
-¿Se puede saber quien era ese chico?
- Pues no, no se puede saber.
Mi padre me echo de esas miradas de: "te estás jugando tu supervivencia".
-Buff... es tan solo un chico que conocí en el avión. Muy majo.
-¿Se puede saber por que olvidaste que no debes hablar con extraños?
- Pues porque tú nunca estabas en casa en mi infancia, y la abuela me cuidaba, ya que mi madre está muerta -respondí yo secamente-.
Mi padre me miró fijamente y después siguió caminando. Se le notó que eso le dolió mucho.
Mi madre murió cuando tenía 5 años y desde entonces mi abuela me cuidaba, ya que mi padre nunca estaba en casa.
Bueno, volvamos al presente.
Salimos del aeropuerto y un chófer cogió las maletas y nos metimos en una limusina.
Adivinen que hice. Escuchar música.
Mientras el coche arrancaba puse Summer Paradise de Simple Plan y miré por la ventana.
Los Ángeles era precioso. Es muy soleado pero a la vez verde. Tiene un montón de playas y bonitos paseos. A lo mejor me iba a ir mejor de lo que pensaba.
De repente el coche se paró en frente de una gran mansión. Como no. No podíamos tener un pisito en el centro. Que va. Una mansión al lado de la playa.
Entramos en aquella casa y subí directamente a mi habitación. Las paredes eran azules agua marinas, una cama de matrimonio y un armario bastante grande. Al lado de aquel armario había un gran paquete al lado del armario. Claro. Paquete de :'hija te he arruinado la vida pero con este regalo te mantendré calladita unas semanas'.
Abrí el regalo. Ante mis ojos había una tabla se surf marca Pukas, con pequeñas bombillitas verdes. Una Pukas led. Mi padre se había superado.
Abrí mi maleta y tiré todo el contenido al suelo. Cogí un bañador, unos shorts y una camiseta y me puse unas chanclas.
Me cogí la tabla de surf y fui a la entrada.
- Alejandra Black donde crees que vas?
- Lejos de ti -dije mientras cerraba la puerta-.
Empecé a caminar bajo el sol en busca de una playa donde estrenar mi tabla.
Divisé una playa con agua de color celeste una arene finísima. Llegué a la orilla y me quité las chanclas y la ropa. Las dejé en la orilla.
Caminé hasta entrar en el agua, tibia pero lo bastante fría para refrescarte. Perfecto.
Era una chica muy sociable, pero a veces disfrutaba con la soledad.
Me eche en el agua.
Las olas eran perfectas. No tuve que coger solo espumas como hacía cuando vivía en España, sino que había unas olas de verdad.
Cuando me cansé me tiré en la tabla mirando al cielo.
Estaba anocheciendo y las primeras estrellas salían para amontonarse en el oscuro firmamento.
Empecé a tener frío. Decidí salir; lo último que me faltaba era resfriarme.
Cuando me acerqué a la orilla intenté divisar mi ropa. Mierda. No estaba en ninguna parte.
Estaba congelada y yo sin ropa, solo con un bikini que enseñaba mas de lo que me gustaría.
- Guaapaaa, enseeeñanos masss! -gritó una voz en la oscuridad-.
Varias risas lo acompañaron.
- ¿Necesitas calor? -preguntó uno-.
- A ver subnormales devolverme la ropa o os caliento yo! -grité yo temblando-.
- uuuuuuu -dijo un grupito, seis en total- la rubia se revela!
Iba a decir algo más cuando un grupito se acerco con toda mi ropa.
- Aquí tienes, rubia -dijo un moreno- y gracias por las vistas -guiñó-.
Enfadada, le empujé y cayó al suelo.
- De que vas? -dijo él- Franta, ven aquí a encargarte de la rubia!
Franta.
Me sonaba mucho ese apellido.
De repente una persona salió tras la oscuridad con esos ojos verdes que se chocaron con los míos a mil de km de distancia.
