Capítulo 5: Los mundos arderán

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     - ¿Karadel? No, sigue en... no, espera. ¡Se ha movido! ¡Karadel! ¿Me oyes? ¡Kara!

Iba a reprocharle que no le llamara así en Karabor, cuando la luz que entró por sus ojos le mareó. Resopló, cerrando los ojos de nuevo y aspiró profundamente antes de volver a abrirlos. El mundo a su alrededor estaba envuelto en una película de color verde que lo inundaba todo. Le ardían las cuencas de los ojos, pero podía ver a Ethas a su lado. Tenía los ojos vendados, pero un brillo verde destacaba allá donde los ojos debían estar.

     - ¿Qué ha pasado? Recuerdo que me desmayé, y... -se frotó los ojos, con pereza, hasta que algo arañó su mejilla. Se miró las manos, contemplando asombrada como las uñas se habían endurecido y ennegrecido, creando fuertes garras donde otrora sólo había uñas de elfa de sangre con un tiempo sin pintar peligrosamente alto.- ¡¿Qué coño es ésto?!

Por mucho que hubiera intentado cuidarse delante de la niña, a Iradiel se le escapaba su mal lenguaje a menudo. Estaba claro de quién lo había aprendido.

     - No será lo último que sientas cambiar. -dijo otra voz por encima de ellos. - Con el demonio que has sometido, lo normal será que experimentes algo más.

Hasta entonces no se había dado cuenta que estaba tendida en el suelo, sobre una lona y una pequeña almohada que hacían las veces de camilla de hospital. Había otros más como ella, sólo que inmóviles. No parecían dormir... pero tampoco se aventuraría a decir que estuviera en una morgue. A Karadel le rugió el estómago, abrazándoselo un poco avergonzada. Aquel elfo se dignó a darle algo más de información al verla perdida.

     - Has estado en coma durante seis días, como el resto. Muchos no sobreviven al ritual en el que nos fusionamos con nuestros demonios, así que permite que te felicite. Por cierto, mi nombre es Eloeth.

     - Karadel.

El elfo de la noche sonrió.

     - Encantado, Karadel.

Un elfo de la noche. Un nocturno. Había entendido las palabras de un nocturno.

     - ¿Por qué... podemos hablar?

     - Porque ahora compartimos una lengua en común, Kara.

     - No me llames Kara aquí.

     - La de los demonios. - apuntilló Eloeth. - Al formar parte de nosotros, instintivamente sabemos ese idioma y sabemos reproducirlo cuando alguien nos empieza a hablar en él. Es una de las pocas cosas que debemos sacar de las mentes de nuestros demonios. Aparte de poder, claro.

     - Claro...

Karadel se sentó primero y se puso en pie después, mareada, apoyándose en Ethas. Viéndolos, no pudo seguir aguantando la curiosidad.

     - Quizá es pronto y necesitas descansar más, Kara...del. -dijo Ethas antes.

     - ¿Por qué algunos lleváis... los ojos vendados? -continuó Karadel, preguntando y desoyendo el consejo de Ethas.

Ethas miró a Eloeth, y fue éste quién contestó.

     - No deberías adelantarte a tu entrenamiento, joven cazadora. -dijo, casi con un tono paternal. - Sólo recuerda que llegará un día, y será muy pronto, en el que tus ojos dejen de ser útiles, para convertirse en un problema.

Sin ahondar en aquellas palabras, se despidieron. Ethas le habló un poco de Eloeth. Le dijo que en su prueba invocaron a una shivarra y, evidentemente, la derrotó. Desde que terminó su instrucción como cazador de demonios, había solicitado al consejo Illidari continuar con su labor en Karabor como guía y médico, ayudando a los iniciados a sobrevivir, y contando cada cazador formado como una victoria personal contra la Legión. Alguien así era necesario en el Patio, así que aceptaron su ofrecimiento. Ethas, por su lado, le contó que había derrotado en combate a un manáfago. Aunque parecía poca cosa, relató la pesadilla que supuso acabar con él. Nada más empezar el combate absorbió gran parte de su maná, y fue una tortura moverse y atacar teniendo una dolencia para su adicción tan enorme.

Karadel LerenthalasWhere stories live. Discover now