El desenlace

24 3 0
                                    

No pude llorar, mi cuerpo se negaba a hacerlo. Lo dejé adentro todo, me dolió como nunca, mi organismo no permitía que mi cuerpo se desahogara. Me sentí sola, vacía, sin amor, una criatura a la que el mismo Dios le había dado la espalda. Recordé cuando era feliz, cuando nadie abusaba de mí. Pero, tan pronto como recordé esos momentos de mi vida, así recordé el resto. Recordé la primera vez que mi padre abusó de mí. Recordé el dolor que sentí. Aunque era un dolor físico lo que había sentido, se parecía mucho al dolor que sentía en ese momento. Pequeños sollozos salían de mi boca sin poder controlarlos. Recordé la decepción que sentí cuando mi madre no creyó ni aun viendo que mi padre era el que abusaba de mí. Y aun viendo el dolor que yo sentía, dijo que yo me le insinuaba a mi padre y me obligó a callarme y a que dejara de decir "estupideces". En ese momento regresé al asiento del que me había levantado para ir a ver el cadáver de mi mejor amiga.

A mis padres les tomé rencor y odio, hasta que llegó el día que tanto había soñado, el día en que mi padre había de morir. Tenía todo listo, el arma, los guantes, la coartada y, lo más importante, el valor para hacerlo. Solo hice un cálculo mal. No esperaba que mi padre estuviera con mi madre, ni mucho menos que mi hermano también estuviera en la casa. Cuando vi a mi madre ella supo lo que yo venía a hacer, pero yo había tomado una decisión. Por desgracia, mi padre llamó a mi hermano, él se metió en la escena de golpe, me asusté y disparé el arma en repetidas ocasiones, matando así a mi hermano y a mi madre y desencadenando el ruido al que tanto le he temido durante siete años.

No me condenaron a nada, pero les informaron a todos que yo me le insinuaba a mi padre y que por celos había matado a mi madre y hermano. Nadie me quiso volver a dar trabajo, no importaba cuantas cartas tuviera ni cuantas credenciales, nadie me quería. Finalmente, conocí a Carolina, ella me sacó de la depresión extrema en la que me encontraba y me consiguió un trabajo, tal vez no el más honesto, pero me ayudó. Así pude comer después de meses y meses de vagar llorando por la calles días y noches enteros. Ella me acompañó, incluso cuando no quería, dejó a su familia, que la prostituía, para poder ayudarme a mí. Yo no pude hacer eso por ella.

El tren llegó a Marsella, donde me bajé. La estación estaba a unos cinco kilómetros del mar. Me fui caminando y llegué a la costa, vi el mar que Carolina nunca pudo conocer, cumplí nuestro sueño. Pero ya no tenía nada por qué luchar. Al ver el agua sentí una necesidad extrema de entrar en ella. Sentí como la arena se colaba entre mis dedos y hacía encima de ellos un charco de agua salada. Al empezar a caminar sobre la arena sentí algo que me llamaba, era Carolina, ella estaba ahí. Ella estaba en las profundidades de ese mar, esperándome. En ese momento me di cuenta de que si no le daba fin a mi vida, mi padre nunca me dejaría en paz. Siempre intentaría algo, lo que fuera, con tal de que yo no sobreviviera a esta pesadilla que él mismo había comenzado hace 12 años en una niña el día de su cumpleaños número ocho.

Cuando entré en el agua, lentamente, las criaturas marinas me escoltaron hasta el fondo del mar. O al menos eso fue lo que me pareció. Lentamente el oxígeno se fue agotando y empecé a ver como mis problemas desaparecían, y como me invadía el alivio extremo. Sentí como mis pulmones se llenaron de agua y mi corazón dio su último latido mientras mi mente seguía funcionando en lo mínimo. Durante unos minutos pude ver a Carolina y a mi hermano, Eduardo. Intenté correr hacia ellos pero mi cuerpo no respondía. Me veían con cara de culpables, y fue entonces que caí en la cuenta de que me habían estado esperando. Dejé de luchar contra mis instintos de sobrevivencia y me dejé ahogar. Ahí quedó mi cuerpo inflado de mentiras, culpa, abusos y maltratos. Por fin me libré de esta pesadilla. Finalmente fui libre. ¿Pero qué tan alto fue el precio? ¿Realmente valió la pena dejar que mi padre ganara tan súbitamente? ¿Finalmente voy a poder vivir tranquila? ¿O solo me gané el infierno por haber matado a mis seres queridos y luego haber terminado con mi propia vida? ¿Realmente fue mi culpa?

A unos cuantos días de mi suicidio. La noticia llegó a Lyon. Mi padre ya lo sabía, había mandado a Vanessa a seguirme y efectivamente había ordenado matar a Carolina. Sin embargo, el hermano de Vanessa no planeaba matarla, solo abusar de ella, pero Vanessa terminó el trabajo por él. Mi padre creyó que yo solo lo iría a buscar de nuevo, como había hecho hace siete años. Su plan era arrestarme y violarme hasta su muerte o mi muerte, la que llegara primero. Sin embargo, falló. Esta vez yo gané. Gané esta batalla pero, ¿perdí la guerra? ¿Qué gané con haber escapado? ¿Qué hubiese sido de mí si hubiese continuado mi vida?

FIN

El Abismo de OliveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora