La gran llegada

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Marzo 8 de 1890.

Desperté tras un fuerte sonido, al mirar ya era de día, y en mi banca y la del frente ya había gente, estaba algo desorientado pero según mis cálculos ya habíamos pasado Concepción.

-Hemos llegado a Rancagua, pasajeros que vayan a Valparaíso deben bajarse aquí- dijo un hombre alto que irrumpió con el silencio del vagón en el que me encontraba, en seguida algunas personas descendieron para tomar el desvío, fue ahí cuando la ví, subió una chica rubia y se sentó justo en frente mío. Trate de no mirarla pero me era imposible, por su traje parecía ser enfermera pero... era muy joven, quizás practicante.

Luego de unos 20 minutos el tren siguió su rumbo, estuve todo ese día aburrido, el tren tomo otra vía mucho mas larga a lo que pensaba, así que tardará por lo menos un día más.

En la noche llegamos a otra ciudad donde muchos se bajaron y la señora de mi lado decidió sentarse en otro vagón, la chica linda que estaba al frente mío se veía despierta, así que decidí hablarle.

-hola, ¿problemas para dormir?
-si, pues es mi primera vez sola- ella respondió en seguida y mirándome.
-también es la mía, ¿tú porqué?.
Luego de bostezar con calma me conto que estaba estudiando enfermería y que debía de estar en 4 internados para practicar y lograr seguir estudiando, que difícil.
Supongo que lo más complicado debe ser el hecho de tener que curar a desconocidos y tampoco saber a donde la llevarían. Estuvimos toda la noche conversando, le confié lo de mi padre ya que posiblemente no la vería más, hablamos demasiados temas interesantes hasta que nos interrumpió de nuevo el caballero del tren.

-señores pasajeros, hemos llegado a destino- en seguida nos paramos y fui con animo a recoger las maletas, pero ella me miró y dijo -me imagino que esta será la última vez que nos vemos, éxito en ese internado y ojalá que logres encontrar respuestas a lo de tu padre- respondió con una sonrisa.

-espero que también logres pasar todos tus internados con éxito, por cierto... soy Baltazar.
-Alicia- dijo antes de abrazarme, espero volver a verla.

Cuando descendí el ferrocarril en ese edificio gigante llamado Estación Central, el que había sido construido hace solo 5 años según lo que vi en un libro de edificios, había mucha gente, como nunca antes hevisto.
Pregunte en la misma boletería y me dijeron que tomara un tranvía a la Plaza de Armas, ahí debería de estar esperándome mi tío Patricio, el cual me llevaría al Internado.

Luego de muchas vueltas y calles repletas de gente y edificios gigantes logré llegar, según el telégrafo dijo que estaría a medio día, y... eran las 9, así que tuve que esperar mucho rato, me sirvió para conocer algo las calles del centro, el tenía que llegar ya que no había otro plan, no tenia idea de donde carajos quedaba el Internado Nacional ni mucho menos tenía el dinero de sobra como para gastar en otro tranvía.

Pasaron las horas pero lo encontré, luego de saludarnos se dispuso a llevarme en su carruaje, esto de los acomodados.

-conversamos de la vida y de mis metas, era alguien agradable pero su acento argentino hacía que lo odiara, tan solo estuvo 3 meses en Buenos Aires y tiene esa a característica pronunciación.

De repente una voz interrumpió la charla - Señorito, le informo que ya vamos llegando. En unos minutos entraremos a las dependencias del Internado Nacional- dijo Ernesto, su chofer.

Empiezo a arreglarme, comprenderán que 2 horas al sol de la capital son terribles.

Luego de unos minutos veo que este se detiene .

- Señor de Santander, se requiere su libreta de documentos para entrar.

Saqué mi valija personal y se los entregué por la ventanilla. Cuando él se baja aprovecho de observar hacia a delante. Lo veo conversando con dos señores en lo que parecía ser un ante Pórtico.

Saint Laurent. El SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora