Capitulo III: La fiesta de máscaras parte 2

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Orlando se acercó a la mesa de comida de la fiesta, habían quesos de todos los tipos, salsas y una gran variedad de dulces y frutas y a los lados de la mesa destacaban dos enormes fuentes de chocolate. El chico, muy quisquilloso desde siempre con todo, se interesó por las fresas, rojas y jugosas a la par de perfectamente hermosas y simétricamente puestas en dos torres. El joven caporegime empezó su selección, tomaba una fresa y otra, sin comerlas, solo observaba su tono y textura además del tamaño, una demasiado pequeña lo dejaría insatisfecho y una demasiado grande era exagerado.

Finalmente encontró a la indicada, su tono de rojo era el indicado, su forma se asemejaba a un corazón y su tamaño compensaba la inusual forma de la misma, luego sumergió la fresa en el chocolate de la fuente, solo tres cuartos de la fresa, no completa, y justo cuando se dispuso a probarla sus ojos fueron por otra belleza mucho más grande que la delicia de esas fresas.

Su cabello negro ondulaba al pasearse mientras se abría camino hacia la mesa de comida frente a la que estaba el muchacho, su rostro lo cubría una máscara, como a todos en la fiesta, aún así sus ojos carmesí resaltaban y lo idiotizaban, esos ojos que calentaban sin quemarte y que a su vez inspiraban al muchacho, el cual estallaba en deseo y atracción por la chica, su corazón palpitaba más rápido.

Orlando siempre ha sido pretencioso a la hora de interesarse por algo o por alguien, sin embargo, cuando le empezaba a gustar una chica este daba todo de él, tal es así que renunció a su fresa perfecta, esa que tanto le había costado escoger y apenas se acercó la chica lo suficiente a la mesa le acercó la fresa.

— ¿P-para mí? —Preguntó sorprendida y halagada por la acción del muchacho— Gracias... Es usted muy amable.

— Desde el primer instante en que vi sus ojos mientras se acercaba, pude ver a través de ellos que deseabas una jugosa fresa, bañada en el mejor chocolate de toda Italia, sentí que sus ojos... Me lo estaban pidiendo a gritos —Dijo el chico mientras le sonreía gentilmente.

La chica sonrió y tomó la fresa, sus manos se rozaron por un momento. La chica le dió un bocado a la fresa, tratando de no mancharse el vestido de chocolate.

— Está deliciosa. Nunca nadie había leído tan bien mis ojos.

— posiblemente es porque se habrán perdido en la profundidad de los mismos, no te voy a mentir, yo mismo casi me pierdo por completo en ellos —Dijo de un modo seductor mientras tomaba otra fresa y la bañaba también en chocolate.

— Yo la verdad es que prefiero una manzana acaramelada, las fresas no me gustan tanto —Inyerrumpió el chico de cabello rubio.

Justo en ese momento fue cuando Orlando se percató de la presencia del chico rubio de ojos amatista que acompañaba a la chica, ¿Acaso era su novio? ¿O su hermano?, ¿Algún pretendiente? Muchas preguntas despertaban en su cabeza en ese momento, sin embargo respondió normalmente.

— Yo la verdad es que prefiero cualquier cosa con chocolate ahora mismo — Dijo Orlando, tratando de simular que ya había notado la presencia del chico y este no lo había tomado por sorpresa.
— Si, realmente estoy de acuerdo con él, me encanta cualquier cosa con chocolate —Dijo la chica mientras terminaba de comer la fresa para después voltear de nuevo a  ver a Orlando— y... ¿No será usted un poeta? Porque sus palabras son hermosas.

El chico rubio de ojos amatista se unió a la moda, tomando una fresa, la bañó en chocolate y la probó también.

— Sigue sin gustarme — Dijo el chico rubio.

— Pues no, lamentablemente no soy poeta, aunque a veces pienso que mi madre debió llamarme Romeo en vez de Orlando... Tal vez así hubiera combinado más conmigo... ¿No lo crees? —Doijo Orlando mientras tomaba la mano de la chica y se inclinaba para besar el revés de la misma— Soy Orlando por cierto. Olvidé presentarme antes.

Omertà (ley del silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora