El pasado siempre vuelve

1. Irlanda

Eran las siete de la mañana en Londres, hacía un poco de frío y se pronosticaba que el día sería bastante nublado con amenazas de lluvia. Me encontraba en el Hide Park, paseando a mis dos cachorritos, se llaman Coffe, la hembra y Jake, el macho, eran dos Labradores Retrievers, de color marrón y ojos azules-grisáceos. Estaban jugando con unos amigos que conocíamos des de hace poco, se llaman: Lola (Pastor Alemán), Daniel (Carlino), Silvestre (Chihuahua), Cody (Dálmata) y Lucas (Labrador x border collie).

Llegamos a casa, se estaba muy a gusto, Coffe y Jake se fueron a despertar a mi hermana Carla, ella era dos años más pequeña que yo, ella vivía des de hacía 2 años conmigo, y fue ella quien el mes pasado por mi décimo noveno cumpleaños me regalo a Coffe y a Jake (3 meses), porque tenemos a nuestra familia en España y no pueden venir a Londres, por motivos de trabajo, pensó que así no nos sentiríamos tan solas.

Miré mi reloj -es muy tarde, si no nos damos prisa llegaremos tarde a trabajar y saldremos tarde para coger el avión a Irlanda-.

Entre en la cocina para preparar el desayuno de los peques y también el nuestro, al acabar subí corriendo a la habitación de mi hermana para darle prisa, pero por sorpresa tenia las maletas hechas y preparadas , estaba peinada y vestida, cosa que me sorprendió mucho, ya que habitualmente le cuesta bastante levantarse y estar arreglada.

Bajamos a desayunar y preparar a nuestros pequeños, quedaban 20 minutos i estábamos aún en casa. Fuimos al garaje a por nuestro Mini, nos subimos y arrancamos directas al trabajo.

Habíamos llegado por los pelos, como cada mañana en la tienda todas las personas y trabajadores saludaban a los cachorros.

Eran las 14h y por fin habíamos acabado la jornada, teníamos solamente una hora para volver a casa, coger las maletas y lo más necesario, coger un taxi e ir al aeropuerto a coger el avión hacia Irlanda.

Íbamos a Irlanda, porque allí tenemos una tía, hace unos años que es viuda y está sola. Somos las personas más cercanas que tiene, vamos cuando podemos, es un sitio el cual nos gusta mucho y es bastante tranquilo. Le vamos a hacer compañía durante unas semanas, ella es muy buena con nosotras, nos cuida mucho y nos sentimos muy a gusto.

A ella le encantan las visitas y más si son de sus sobrinas favoritas.

Cogimos el avión a las tres, y a las cuatro ya habíamos llegado a Irlanda, esperamos un taxi, subimos a los pequeños, las maletas y le indicamos donde queríamos ir.

Llegamos en 20 minutos, no estaba muy lejos. Nos dio una gran bienvenida, nos hizo galletas caseras. Pasamos dentro de la casa, subimos a dejar las maletas y a acomodar todo un poco, hacía varios meses que no íbamos, el trabajo y la universidad nos quitaba mucho tiempo de nuestra vida personal, trabajabamos 6 horas cada día de 8h a 14h y por la tarde ivamos a la universidad.

Bajamos, cogí una galleta de las que había preparado mi tía, el comer esas galletas, me recordó la infancia que con tanto cuidado trataba de guardar en el baúl de los recuerdos malos, recordé unas malas experiencias que viví.

Nunca me paso nada al comer esas galletas, pero esta vez los sentimientos los tenia a flor de piel, ¿sería lo cansada que estaba?

Ya no importaba, ahora estaba llorando y mi hermana a mi lado intentando calmarme, ya no era solo el tema de las experiencias vividas, ahora se juntaban, el no poder ver a mi familia, mi madre, mis abuelos y un largo etcétera de gente que les tenia muchísimo aprecio.

-Ángela tranquilízate, calma esas amargas lágrimas, no te tortures más con todo eso, ya paso y ahora lo que importa es que estas siendo muy feliz-.

-Ya lo sé, pero es que el recuerdo aún persiste ahí, creo que nunca podré arreglar está brecha que tengo en mi corazón-.

Cuando llegó mi tía a la cocina y vio las lágrimas cayéndome por la mejilla y mi hermana a mi lado, mi tía se acercó y me abrazo con todas sus fuerzas.