Dos noches y un punto final

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Aquella noche nada fue planeado. Simplemente, ocurrió. Sus ojos se encontraron y el efecto de sus miradas fue la unión. La magia tiñó el lugar y a risas se fueron construyendo.

La despedida se tornó fría y tímida, pero la mirada del otro quedó tatuada en la mente... en el corazón.

No volvieron a verse. No se buscaron, o lo hicieron a escondidas, dudando, queriendo sin animarse, dando por hecho que sería imposible. Que no se podría.

El calendario avanzó y las hojas se perdieron en el aire de cada estación. No se buscaron, o lo hicieron a escondidas. Pero se pensaron, cada tanto, como un recuerdo lejano, como algo que no sería.

Y todo volvió al comienzo, a una noche donde nada fue planeado, donde él asistió con esperanzas, con recuerdos, con la débil idea de lo posible... Y esperó, impaciente, soñador. Simplemente, esperó.

Pero ella nunca apareció.

Lo pensó. Pensó en él y en esa noche, en la de los recuerdos y en la actual. Pero no podía, no se lo permitía. No debía... No podía ser.

Él esperó hasta que la noche terminó... y ella no apareció. Y lo único que podía unirlos terminó por desaparecer, porque ella no apareció... y él solo esperó.

Entonces todo se convirtió en recuerdo. Y se pensaron... solo se pensaron. Porque ya no sería, ya nunca sería.

Lo único que los unía murió cuando la segunda noche terminó y ella no apareció y el salió. Salió siendo consciente del punto final, de que no la buscaría, de que solo la pensaría porque ya no serían... Ya nunca serían.

Constelación - Compilación de textosWhere stories live. Discover now