(1) - Escape

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Estaba recostada sobre mi molesta cama de metal, dibujando un dragón, él siempre me ha acompañado desde que me encerraron en este psiquiátrico. Se llama Zu, tiene muchas curvas que me recuerdan a las montañas. Hace mucho tiempo que no veo una en persona y así fue como surgió la pregunta del millón.

¿Qué se parece a una montaña? Pues yo no tenía idea, ya casi no las recordaba. Pensé: llevo mucho tiempo aquí ¿Por qué no salir? Porque te tienen encerrada, tonta.

Y tuve una maravillosa idea, pero solo podría lograrla con la ayuda de Zu.

-Oye Zu, ¿quieres ir a ver una montaña?- dije tele transportándome a mi lugar favorito, ahora estaba en un prado lleno de rosas rojas con un canasto de fresas, Zu estaba a mi lado y en sus brazos llevaba a su osito Sio. Ese muñeco era su joya, el objeto precioso de Zu, por eso yo nunca me relaciono con él. Me senté y probé una fresa muy madura y roja, parecía que su jugo era sangre, tenía un color tan intenso y exquisito que olvidé la realidad.

-Claro que sí, Chloe. Nunca nos has llevado ahí ¿Verdad, Sio?- opinó Zu moviendo su colorida cola de un lado a otro, como un perro feliz.

-Tienes toda la razón, pero tengo un problema. Estoy en un psiquiátrico. No puedo salir, ya lo he intentado y nada- dije soltando un suspiro frustrado-. Si tan solo tuviera un arma para defenderme.

-No seas necia, solo piensa ¿Qué objeto tienes?- dijo Zu, sirviéndose una taza de té.

-Tengo mi libro de dibujo, un lápiz y cuatro paredes blancas- dije pensando en la vez que creí que había una ventana pero choqué con la pared.

-Pues listo, debes convertir el lápiz en una daga- lo que decía Zu tenía coherencia, si tenía una daga podría defenderme de las enfermeras.

-Eres un genio Zu. Si esto sale bien, pronto veremos las montañas y jugar con los conejos rosas, comer tartas de coco y volar como pajaritos- dije olvidándome de el prado y volviendo a mi incómoda cama.

Pronto me lo agradecerás pequeño, pensé mientras guardaba el dibujo de Zu debajo del colchón. El plan era simple tengo que pedirle a una enfermera ir al baño y ahí dentro afilar mi lápiz hasta que sea una daga puntiaguda, salir y llevar a la enfermera a mi prado donde nadie más la molestaría. Cuando ya nadie me viera correría a la salida y no pararía hasta estar a salvo.

Vi a una señorita con traje blanco y cabello atado en una coleta rubia.

-Disculpe Madam- solté una carcajada por el chiste tan gracioso que acababa de decir-. Necesito ir al baño.

-Claro que sí- abrió las cadenas que tenía a los pies y ya pude caminar-. Vamos, solo tienes diez minutos.

Comenzó a llevarme fuera de la habitación, pero antes de salir saludé a mis compañeras, nunca volvería y yo siempre seré cortés.

Llegamos al baño y yo ya había localizado en donde me encontraba y por donde saldría. Entré y cuando miré el mugriento espejo vi a mi pradera, pero yo ya no era una mujer hermosa, ahora solo era una sombra que deambulaba buscando de que aferrarse a la vida. Mi cabello corto se veía más azabache de lo que yo recordaba, mis ojos tenían un vacío muy divertido y mis labios un rojo muy interesante.

Cambio de planes, usaré el lápiz para cortarme y así me llevarán a enfermería, eso se encuentra en el primer piso y así estaré cerca de la salida. Es usted una mujer muy inteligente pensé, para mis adentros.

Empecé a deslizar el lápiz por la orilla de metal de la puerta, y ahora tengo que contar hasta seis minutos, tirar la cadena y seguir un minuto más para proceder al siguiente paso.

1...

2...

3...

4...

Cuando estaba afilado me corté en los brazos, pero fue ahí cuando me di cuenta de mi error. Escuché gritos al otro lado pero yo había dejado la puerta con seguro. Por lo menos llegaría a la enfermería, casi sin sangre pero viva.

Dejé de ver, ahora solo estaba en el prado viendo el amanecer, tenía que volver o perdería todo lo logrado hasta el momento. Debía dejar a un lado la fantasía, esta alegría que me da vida, para buscar una alegría en algo real.

Alucinaciones ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora