Capítulo 1
Algunos años antes...
***
Abro los ojos lentamente y me estiro un poco. A mi lado está Natalie aún durmiendo. Su postura relajada y rostro liviano me hacen sonreír.
Mi esposa. Probablemente la mejor decisión que he tomado en mis veintisiete años de vida. Estoy bastante seguro de que mi yo del futuro opina lo mismo. El matrimonio sólo lleva un año de...
—¿Humphrey? ¿Qué haces? —pregunta Natalie enarcando una ceja, formando una cómica expresión dividida entre la somnolencia y la confusión.
—¿Se me prohíbe mirar a mi esposa? —digo con fingida indignación.
—Por las mañanas sí, no es agradable despertar siendo observado, ¿sabes?
Le doy un beso casto en los labios.
—Vamos a desayunar —le digo.
Caminamos fuera de nuestra habitación tomados de la mano y bajamos a la cocina, donde está Betty —nuestra empleada— preparando el desayuno.
—Mmm... Huele exquisito Betty, ¿qué vamos a desayunar? —pregunta mi esposa olisqueando el ambiente con una sonrisa de intriga.
—Oh déjeme esas preguntas a mí, señorita Corson —dice Betty bromeando.
Natalie se carcajea. Es hermosa...
—Está bien, no preguntaré —dice ella mostrando las palmas de las manos en señal de rendición.
Pasan cinco minutos hasta que Betty nos deja el desayuno en la mesa y se va.
—¿Sabes qué día es hoy? —dice Natalie con un brillo especial en su rostro.
La miro confundido, ¿quiere saber el día?
—Es miércoles —le respondo.
Natalie entrecierra los ojos.
—¿Sabes qué fecha es? —me pregunta algo molesta... ¿Eh?
—Veinti... ¿Nueve? —digo asustado.
Natalie deja su tenedor en el plato y me fulmina con la mirada.
—¿Enserio Humphrey? —se queja, definitivamente molesta.
—¿Qué? ¿De qué hablas? Me estás poniendo nervioso.
—Humphrey Corson, ¡eres el hombre más despistado del planeta! —suelta con fastidio e indignación.
—No tengo ni la menor idea de lo que me estás hablando, Natalie —respondo comenzando a molestarme.
—¡Olvídalo! Tengo que ir a trabajar —dice y se pone de pie.
—¿Y tu desayuno? —le digo señalando su plato intacto.
Ella se sienta nuevamente y empieza a comer. Tiene la mirada en su plato y se ve irritada. No me mira. No me habla... ¿enserio?
—¿Me vas a ignorar? —pregunto en tono bromista, intentando suavizar el ambiente.
Ella no responde.
—¿Cómo puedes ignorarme sin siquiera decirme la razón? —pregunto de manera conciliadora, pero ella ni siquiera se inmuta.
Comienza a rozar el límite de mi paciencia.
Una vez termino mi desayuno voy a lavar el plato. Miro la hora en el reloj de la pared y me doy cuenta de que si no me apresuro, llegaré tarde al trabajo, demonios.
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Juego Mental
Ciencia Ficción"...Y su corazón comienza a llenarse de furia. Los humanos somos volubles y dependientes de las circunstancias, y eso nos deja aquí, en el inicio de una guerra atroz donde nadie sabe la causa, solo se ven las consecuencias, y vaya, aún queda mucho p...