Las camas comen medias.

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Era el centésimo par de medias que desaparecían cuando me despertaba. Ya estaba arto de no poder encontrarlas y mi mamá enojadísima de que yo no supiera de su paradero. En realidad si sabía. Esa cama tenía mucha hambre y lo sabía porque si yo no podría acercarme a la heladera para comer algo comería mis propias medias.

Intente hacer un trato con ella pero no es muy conversadora.

Llegó el punto en el que le preparaba la comida. Trataba de ser variado, le daba dulces, pastas, carnes, cereales, lácteos, frutas y verduras pero le gustaban más los calcetines.

 Me di cuenta que no comía lo mismo que nosotros así que le empecé a dar una selección de mi mejor ropa. Lo bueno es que dejó de comer mis medias lo malo era que ahora comía todo lo que estuviese hecho de tela excepto los pijamas. Su apetito era inmenso.

Tuve que empezar a darle la ropa de mi mamá ya que solo me quedaba un pantalón y dos remeras.

Tenía una fascinación por los vestidos de mamá como yo al chocolate.

Cuando ella me preguntó donde puse toda la ropa le dije la verdad, esa cama comía muy variado.

Un día me resfrié y me enoje con la cama porque si no se hubiese comido toda mi ropa yo no estaría enfermo. Dormí dos días en el piso. El tercero me rendí y dormí calentito.

Al despertar me di cuenta de que tenía algo puesto, era una blusa de mi mamá y tres calcetines. La blusa era rosa y las medias eran de pares diferentes. Tengo la teoría que la cama quería que me curara.

Al día siguiente me puso un pantalón como si fuera un gorro y una remera atada a la pierna. Todos los días me devolvía algo diferente, siempre en el lugar equivocado. Un tiempo después me había devuelto todo menos un vestido de mi mamá y dos medias.

Le pedí por favor que me las diera pero yo creo que le había tomado mucho cariño.

Después de dos semanas de insistencias me las dio. Por primera vez me colocó todo como correspondía. Pero había un pequeño detalle, tenía que ir a la escuela y no tenía tiempo de cambiarme así que me puse un abrigo grande y nos dirigimos al colegio.

La calefacción estaba al máximo. No podía más, el calor era insoportable así que el acto de desesperación me saque el abrigo. Mis amigos comprendieron porque llevaba esa ropa, ellos también tenias una cama hambrienta.

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