—no puede ir.— la voz de mi padre serpenteaba por las escaleras, terminando en un susurro que se infiltraba en mi habitación en el segundo piso.
—no podemos simplemente cortarle la vida— planteó mi madre con un susurro mucho más bajo. Incluso sin verla podría sentir sus mejillas rojas del rencor y como sus manos blancas se presionaban en sus caderas.
—si sale, no volverá.— y ahí estaba, el repentino frío entre mis entrañas. Di unos pasos en reversa chocando contra las cajas en el suelo, los juegos de mesa se aplastaron bajo mis zapatillas, se sentía como caer en un lago de aguas congeladas después de un día caluroso.
Algunos días terminaba por olvidar el exterior, jugaba en mi Xbox hasta que pequeños puntos de dolor cubrían mis pulgares y terminaba por cambiar el videojuego violento por algún libro adolescente. Olvidaba que casi el total de chicos en el mundo había ya muerto y que tal vez mi destino no fuera demasiado diferente.
Eran simplemente unas vacaciones extendidas o eso susurraba de noche mientras mis ojos delineaban las figuras en las fotografías pegadas en mis paredes de color verde lima. Pero al final algunos de aquellos comentarios mal cubiertos destapaban el sin fin de sentimientos confusos que burbujeaban en mi estómago, llevándome a una paranoia algo preocupante.
Mi mente se llenaba de posibles situaciones en las que podría caer muerto en cualquier minuto, en ese entonces podía jurar que la enfermedad se introducía entre mis poros y las lágrimas se encendían tan rápido como el zumbante sentimiento bajo mi piel. Pero mi padre no temía de la enfermedad, ya no.
Recuerdo aquella tarde como si tan solo hubiera trascurrido la semana anterior, no hace ya cinco años. Un recuerdo fuerte y definido entre un mar de susurros y rostros difuminados que me esforzaba en olvidar. Llegaba a ser algo injusto no poder usar mi propia habilidad conmigo mismo.
Mi madre había salido al supermercado, últimamente volvía con bolsas aún más grandes, llenaba las alacenas como si se acercara el apocalipsis y como ya era costumbre luego de un sinfín de pedidos para acompañarla ella simplemente dijo que no.
—me quedare en el auto, lo prometo.— repetía sin parar mientras juntaba las manos bajo mi mentón y agrandaba mis ojos. Era inútil, su rostro se contraía levemente y negaba con la cabeza, moviendo su cabello castaño de un lado a otro.
—josh, basta.— las llaves hacían un sonido tintineante al golpearse contra su celular.
—vamos, por favor.— sujete su brazo cuando intento caminar junto a mi, en dirección a la puerta principal. La migraña azoto rápidamente las paredes de mi cerebro, me mareo levemente llevando un sentimiento de vértigo a mi estómago y los flash llenaron mis pulmones de un aire frío. Veía a mi padre muchísimo más joven, sosteniendo una cerveza, mirando a algún punto y hablando casi sin abrir los labios. La escena cambio rápidamente mostrándome al engreído niño jackson de la otra cuadra desvaneciéndose antes de subir al autobús. Su cuerpo se estrello contra el suelo, en un golpe que rompería uno que otro hueso. Sus ojos petrificados observaban el cielo sobre él y su habitual ceño fruncido desapareció, dejando un cascarón vacío. No era la primera muerte que veía pero si la que sentía a través de un adulto. La escena volvió a cambiar mientras mi mente se esforzaba en encontrar e inspeccionar cada recuerdo al que tenía acceso. Las manos de mi madre que en aquellos recuerdos veía como propias sostenía un folleto. La imagen del hijo del presidente, clancy, sonreía mientras sus ojos negros se clavaban en los tuyos. Los hombres con uniforme de policía me devolvió la mirada algo inquietó. Incluso él sabía que algo malo sucedía con esos papeles de aspecto inofensivo. Prometían una cura, una reformación de las consecuencias de la enfermedad. Y por último había visto mi rostro, ojos levemente rasgados, ondas en mi cabello que se dejaban caer sobre mi frente y mis leves síntomas de acné.
El aire volvió a mis pulmones. Esperaba que mi madre ya se hubiera ido luego de perder lo que fueron minutos inspeccionando lo que entonces asumí como simples alucinaciones ocasionadas por el estrés o algo por el estilo, pero estaba frente a mi, esperando con su rostro y su gesto de irritación a que volviera a insistir para acompañarla.
Solté su brazo delgado y deje que se fuera.
Quede en un silencio caótico, entrecortado por mi respiración agitada.
Pase toda la tarde buscando aquel folleto, con la esperanza de que mis padres no hubieran llenado los lugares en blanco y entregado al policía de aspecto rechoncho frente a ellos. Ahora tal vez me arrepentía de aquellas acciones, ahora hubiera esperado el final sin salida y tal vez hubiera escondido uno que otro libro pequeño entre mi ropa.
Antes que cayera la noche tocaron la puerta de mi habitación.
Desde mi ventana lograba ver las camionetas negras, mi mente maquinaba posibilidades cada segundo, podría abrir las puertas, entregarme y que me llevaran a aquella prometida cura o escapar por la ventana. Recuerdo sonreír levemente mientras deslizaba una de mis piernas fuera del marco blanco, observe mi habitación por última vez, esperanzado de algún día volver.
Me había sentido un superhéroe de alguna película baja en presupuesto mientras me deslizaba en el tejado. Jamás había pensando que fueran tan resbaloso y lo que ahora identificaba como la FBP comenzara a disparar. Rápidamente mis zapatillas planas y jeans se sentían incomodas, no las recomiendo para escapar de tu destino inevitable, la verdad. Mi cabello había considerado buena idea caer sobre mis ojos, haciéndolos picar y robándome tiempo en acomodarlo hacía atrás.
Salte luego de algunos minutos más esquivando las balas por nada más que suerte, recordando que mi padre hace no más que unos días comento sobre los nuevos disturbios, asegurándome que una que otra explosión cercana a casa no era nada fuera de lo común, aquella era la razón de que nadie saliera a ver lo que sucedía, era normal.
Rápidamente reconocí lugar con las tejas a menor altura donde fuera menos probable romperme ambos tobillos al saltar. Deseé haber pasado mucho más tiempo ejercitando que frente a la consola durante unos segundos mientras cerraba mis ojos y saltaba, una acción más que estúpida.
La oscuridad no dejo que anticipara la superficie, el impactó inesperado doblo mis piernas como dos ramitas secas y mis dientes chocaron entre ellos lastimando así el interior de mis mejillas.
El liquido transparente escapo de mis lagrimales sin querer, descendiendo por mis mejillas y borroneando mi visión mientras mis piernas entumecidas y flácidas corrían en un ritmo impar y torpe.
Era cuestión de tiempo para que me atraparán y así lo hicieron luego de dos cuadras.
La camioneta negra con vidrios polarizados se detuvo junto a mi y un par de manos tomaron el cuello de mi camiseta gris. Rápidamente sentí un tirón en mi cabello, lo que me robo un gruñido agudo cual se apago rápidamente al observar la enorme M16 frente a mi rostro.
—luchador— había escuchado decir desde el frente de la camioneta.— ¿cuanto a que es naranja o un rojo tal vez?
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Mentes Poderosas.
Fanfiction"-la luz en tus ojos cuando usas tu truquito, eres un naranja.-" Todos los derechos reservados a la compañía productora de la película original y a su directora; Jennifer Yuh.