Capítulo 2

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El sol se encontraba en su punto más alto y el calor era insoportable. El fresco del aire acondicionado proporcionaba un refugio para aquellas almas que huían del calor abrasador. Margarita se limpió el sudor de la frente con un pañuelo. Miró a su alrededor, todo estaba tranquilo; salvo por la muchedumbre que se acumulaba en la entrada. A lo lejos pudo visualizar al encargado, y con paso seguro se dirigió hacia a él.

-Buenas tardes, mi nombre es Margarita, la madre de Manuel. -Extendió la mano.

-Buenas tardes, Madame. - Estrechó su mano- ¿En qué puedo servirle?

-Vengo por el... Asunto de la mañana.
-¿Cuál asunto de la mañana? - Preguntó confundido; segundos después reaccionó. -¡Ah!¡Discúlpeme! Tenemos tantos miembros que es difícil recordarlos a todos. -Se disculpó.- Si gusta puede acompañarme a mi oficina. -Hizo un gesto con la mano indicándole el camino. Margarita lo siguió.
La oficina del encargado era cómoda y moderna, contaba con un sillón de cuero color vino; su escritorio de madera de caoba, abarcaba gran parte de la esquina. Margarita tomó asiento.
-Bien, sobre lo sucedido... Me imaginó que tendrá muchas preguntas en cuestión.
-¡Por supuesto! Podría empezar por quién es el responsable de la condición de mi hijo. -Respondió sin preámbulo.
-Ehm, me temo que esa es información que no puedo compartir. Verá, tenemos cierta política en cuanto a la información que compartimos de nuestros estudiantes.

-De manera que planea dejar la situación impune...

-Se equivoca, mire, no debemos dejarnos llevar por el impacto de la situación, yo comprendo que como madre, busca encontrar un culpable, pero...

-Pero ¿Qué? ¿Me va a decir que las cosas no sucedieron como yo imagino?

-Efectivamente. Las mamás siempre esperan que sus hijos sean inocentes ante cualquier situación, no la culpo.-Hizo una pausa. -Mire, su hijo solía ser un gran deportista, y gran alumno; pero su actitud comenzó a cambiar en los últimos meses. Se volvió tosco y agresivo. Lo que pasó en la mañana, no fue más que resultado de sus acciones.

-Quiere decir que en esta institución ¿Se esta permitida la violencia, justificada por la actitud de la persona?
-No la justifico, pero a toda acción hay una reacción.
-De manera que no planea hacer nada... -Observaba cada gesto del encargado. -¿Me podría dar el número de los demás implicados?
-Le repito, por políticas de la empresa, no está en mis manos poder hacer eso, lo lamento.
-De acuerdo. -Sin más, dejó su asiento y se fue. No esperaba que el encargado accediera de primera instancia.
Una vez en el pasillo, miró a los lados, podía volver por donde llegaron o podía ir en sentido opuesto... Una ligera presencia la distrajo. Volteó en el instante en que una sombra se retiraba. La siguió.
Los pasos resonaban a lo largo del pasillo. La silueta comenzaba a tener forma. Una chica.
-Espera un minuto ¿Podría conversar contigo?
La chica se detuvo. Margarita la alcanzó.
-Estuviste escuchando ¿Verdad? ¿Tú sabes quiénes fueron? -Margarita escrudiño su cara. La chica se mordía el labio sin saber que responder. -Tranquila, no le diré a nadie.
Tardó un rato en responder, indecisa entre si hablar, o no.
-La verdad no sé mucho... Estaba en los vestidores cuando escuché gritos, salí a ver que pasaba, y un chico chocó contra mí, vi su cara, pero de los demás, no tengo ni idea de quienes eran. Lo único que vi después fue a Manuel en el suelo.
-Tú fuiste quién aviso a los encargados ¿Verdad?
-Sí...
-Y... ¿Conoces el nombre del chico que chocó contigo?
La chica asintió con la cabeza, acto reflejo saco de su mochila una libreta y apuntó el nombre.

La puerta de la casa era rústica, sin mucho detalle, las ventanas estaban cerradas, y no parecía haber nadie en casa, aunque Margarita tenía otra impresión.
-Por favor, sólo quisiera hablar contigo unos minutos....-Se detuvo a escuchar.
-Se que no quieres hablar de lo que pasó, pero comprende que para mí es necesario saber, piensa en tus padres, ¿Cómo se sentirían si hubieses sido tú? -Más silencio.
Margarita comenzaba a perder la esperanza hasta que le pareció oír unos pasos acercándose, mantuvo el aliento para escuchar con más atención. El sonido de su celular la tomó por sorpresa. Recomponiéndose del susto, sacó el celular y contestó.
-¿Diga?
-¿Hablo con la señora Margarita?
-Si, ella habla.
-Hablamos del hospital para informarle que su hijo ha recobrado la consciencia.
Margarita tardo un minuto en comprender.
-De acue... De acuerdo. En seguida voy. -Echó una última mirada a la puerta, estaba segura de que había escuchado pasos, pero no tenía tiempo de corroborarlo, tenía que ir al hospital.

Las puertas se abrieron automáticamente en cuanto Margarita entró. La enfermera fue la primera en recibirla. Llegaron juntas a la habitación. La enfermera se quedó en la puerta.
Manuel se encontraba recostado. Sus ojos ligeramente abiertos, aún no terminaba de acostumbrarse a la luz. Su cuerpo pesado y adolorido, la cabeza le daba vueltas. Su madre lentamente le fue acomodando la almohada bajo su cabeza, tomó la jarra de agua y le sirvió un poco.
-¿Cómo te sientes? - Manuel intentó sentarse pero no pudo. -Tómalo con calma, aún estás en observación.
Sonaron unos golpecitos en la parte de atrás. Entró el doctor.
Lo observaba con precaución, como si de un cervatillo se tratara.
-Manuel, te encuentras en el hospital. -Decía con calma. - Fuiste ingresado por una riña que se presentó en el deportivo, tienes varias lesiones a lo largo del cuerpo. ¿Recuerdas algo de lo sucedido?
Manuel intentó visualizar al doctor, pero la luz la sentía muy brillante. Se llevó una mano a la venda que rodeada su cabeza.
Con la mirada, el doctor le indico a la enfermera que comenzará el chequeo; Margarita se hizo a un lado para dejar que pasara.
Primero se enfoco en las heridas superficiales y minutos después comenzó a quitar el vendaje del abdomen. Limpió la herida, y la volvió a cubrir. Tomó la bandeja que traía, se levantó firme, caminó en dirección al doctor, le habló en voz baja y se retiró.
Margarita sintió un sudor frío por la espalda. Miró al doctor y este le sonrió. Intentando relajarse, buscó la mirada de su hijo, que se veía confundido. Tomó su mano, y volvió a ver al doctor, este se colocó junto a la cama. Suspiró.
-La herida del costado no está respondiendo al tratamiento, vamos a administrarle otro medicamento y procederemos a ver como responde. Necesitamos que firme aquí, en caso de que este de acuerdo.
-Si... Si, doctor. -Margarita tomó el papel y lo firmó.
-Bueno, la dejo con su hijo. Con permiso.

Los días pasaron, unos más parecidos a otros. Algunas veces Manuel estaba más despierto que en otros. Algunos días necesitaron atenderlo por fuertes fiebres, algunos otros, la herida causaba tal dolor que era mejor adormecerlo. Margarita contemplaba a su hijo, lo cuidada, le leía, lo alimentaba. Manuel no hablaba, evitaba cualquier conversación posible. Evitaba su mirada.
Un día, sin previo aviso, tocaron en el marco de la puerta. Margarita, que dormitaba sobre su brazo, dio un saltó; enfoco la vista y vio una chica en el marco de la puerta. Al principio no la reconoció, pues la luz de la ventana difuminaba su cara.
Conforme ingresaba, poco a poco se fue dando cuenta que era la chica que le había dado el nombre del chico aquella vez en el deportivo.
-Buenos días, espero no interrumpir... -Dijo tímidamente.
-Ahh no... No te preocupes, puedes pasar. Ten, toma asiento. -Se levantó para cederle su lugar.
-¡No! No tiene que hacerlo, por favor, siéntese.
-No te preocupes querida, puedes sentarte. Yo necesito estirar las piernas.
Dada las circunstancias, aceptó.
-¿Se encuentra dormido? -Señaló en dirección a Manuel.
-Sí... Ayer le dieron algunos calmantes, no creo que despierte antes de la tarde.
-Yo... No sabía si era oportuno venir, Manuel y yo, no nos conocemos como tal, sólo de vista, entonces...
-No te preocupes, me alegra que lo hicieras. -Margarita le regalo una honesta sonrisa. -¿Ya desayunaste?
-¡Sí, señora! No se preocupe, estoy bien. No tiene que molestarse... -Margarita quien ya estaba buscando alimento en su maleta, se detuvo.
-Muy bien. -Buscó a su alrededor y vio una pared para poder recargarse. Miraron a Manuel un rato.
-¿Se va a recuperar pronto? -Preguntó rompiendo el silencio.
-Eso espero... Le han administrado un nuevo medicamento, pero.... -No quiso terminar la frase.
-¡Perdón! Yo... ¡Debí hacer algo! Tal vez, podría haber ayudado, yo...
-No te disculpes, no es tu culpa y agradezco tu atención, señorita...
-July, llámame July.
-Mucho gusto, July. Yo soy Margarita. -Se sonrieron.
-Yo... Me preguntaba si, si logró hacer contacto con el chico que le dije.
-Ah eso... Fui a su casa pero no contestaron, me pareció oír a alguien, pero en ese momento sonó mi celular y no me fue posible descubrirlo.
-Lamento escuchar eso. -Hizo una pausa. -Me gustaría poder ayudar en algo... ¡Espere! Tengo una idea, yo podría cuidar de Manuel mientras usted va nuevamente a la casa, tal vez, en esta ocasión tenga suerte.
Margarita se detuvo a considerarlo un rato, no quería dejar a su hijo; pero a la vez sentía la necesidad de resolver sus dudas.
-Si... Algo llegase a ocurrir. ¿Me marcaría de inmediato?
-¡Por supuesto!

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