[11] Sinking

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CAPÍTULO 11▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔

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CAPÍTULO 11
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El agua cubría apenas la superficie plana de la suela, pero aún podía caminar entre los vestigios de su hogar arrastrándose detrás de sus pasos. Todo ahí lucía como un triste cementerio de esperanzas. Si tan solo hubiese sabido que el hecatombe llegaría tocando a la puerta tan pronto no estaría arrepintiéndose como en ese instante, subiendo las escaleras que gracias a los dioses todavía eran seguras.

En general, la estructura del edificio no cambió ni un poco por el impacto de la ola. Por dentro se miraba igual que afuera, el único gran inconveniente eran las inundaciones, que claro, bajarían paulatinamente. Quizá, cuando menos se diera cuenta, su hogar volvería a la normalidad.

Una normalidad en donde se halló deseando no haber salvado a Arthur de las fuerzas de su gente.

Giró la perilla, topándose con su mera respiración altisonante contra el silencio, un manto incómodo incluso si cruzaba el umbral, deseando que ese desastre tuviera solución. Un suspiro cansino escapó de sus mullidos labios, retorciendo la espalda hasta que la escuchó tronar, aliviando un poco el dolor en el área lumbar. Si bien se detenía a observar su departamento, los únicos detalles que le causaron estragos fueron los muebles. El agua subió a tales niveles que las ventanas yacían reventadas, permitiéndole al agua colarse por ese sitio hasta el interior, humedeciendo los muebles y moviéndolos brutalmente de lugar.

Pero lo único que amenazaba su estabilidad emocional era Kevin. Quiso, muy dentro de su ser que ese muchacho aracnófobo hubiese salido con la alarma de desastres sonando como una contienda campal, aproximándose cada vez a lo que presenció ahí de pie.

Es un asunto de Arthur, pensó.

Él tenía que solucionarlo antes de que eso no fuese más que una broma local.

Le daba igual que tan apegado estuviera a sus ideales egoístas, si se dignaba a permitir que una vida más pereciera a manos de un hombre de las profundidades, sería ella quien en un arrebato volvería a mirarlo a los ojos, permitiéndose por última vez rogarle al atlanteano por un mundo que no hacía más que destruir la tierra que pisaba, aniquilar su flora y fauna. Despojando al planeta de sus recursos con tal de satisfacer deseos inescrutables aún para sus habitantes.

Peinó los cabellos húmedos detrás de sus orejas, avanzando entre el desastre con un sentimiento quejumbroso apretándole los hombros. Era casi como una vocecita que le pedía correr lejos de ahí, alejarse antes de que eso que dijo Arthur se cumpliera. No quería morir, pero si debía hacerlo para proteger lo que amaba, entonces no existía un remedio ante su martirio.

El cuerpo completo se heló por instinto, prestando atención al crujido de la puerta de su habitación. Se escuchaba tan claro que sus pasos se volvieron meticulosos, provocando el menor ruido posible mientras sus piernas flaqueaban con cada paso directo al sonido. Fue hasta que tuvo la mano en el picaporte que tomó una larga bogada de aire y giró, empujando la puerta mirando hacia el interior.

Shallows ┊ 𝑨𝑸𝑼𝑨𝑴𝑨𝑵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora