Llegan Las Rompecatres

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   Me desperté con un fuerte dolor de cabeza después de los golpes que me dió Antonio con el palo, me reflejé en el espejo y solo vi moretones por todo mi cuerpo, mientras que en mi rostro una herida en la boca, me golpeó con su mano, y me dió con el anillo de matrimonio. No salí en todo el día para que mi hermana no me viera en esas condiciones, de lo contrario hubiera puesto el grito en el cielo contra Antonio, es mejor evitar más problemas.
          
                 Pasaron los días y la situación con Antonio seguía igual, me gritaba frente a mis hijos y me seguía golpeando, hasta incluso me quemó con la tetera porque no le había gustado el café que le serví. Durante la mañana, con vergüenza le pedía dinero a Antonio para tener la cena de la noche, y como siempre no fue muy agradable:

- Antonio
- ¿Que querí?. - Me respondió.
- Necesito que me dejes un par de fichas para ir a la pulpería a comprar para la cena.
- Y de a donde querí que te saque, no tengo nada. - Me dijo con un tono fuerte.
- Es que no se que hacer porque no tengo para hacer algo de comer, y a ti te pagan hasta el viernes y mañana igual hay que tener algo para los niños.
- La mujer de la casa tiene que tener el plato de comida para su marido, no se wuea yo, voh te las arreglai. - Me dijo casi enojado.- Mejor me voy a la calichera, y ya sabi, si no me teni un plato de comida, te las va a ver con estas dos manos.

   En ese momento se me paso por la cabeza que me iba a golpear, pero por suerte no fue así y se fue a trabajar. Salí a visitar a mi hermana a la cantina con mis hijos, y ahí estaba la señora Mercedes y mi hermana, al parecer algo estaba ocurriendo porque en cada una de las puertas de las casas estaban las mujeres cuchicheando, y era evidente de que era algo que estaba relacionado con la casa vieja, por gusto las mujeres de la salitrera no se juntan todas a hablar:

  - Buen día hermanita. - Le dije sonriendo
- Carmencita, hola. Al fin te dignaste a salir.
- Si, es que Manuelito estaba enfermo, así que me quedé cuidandolo.
- ¿Pero ya esta mejor su hijo Carmencita?. - Habló la señora Mercedes.
- Si vecina, esta mucho mejor, gracias. Yo aún observaba a las mujeres hablando y todas apuntaban a una vieja casa que estaba abandonada, la ocupaba una familia que se fue porque pensaban que por la crisis la salitrera iba a cerrar y buscaron mejor suerte en Pozo al Monte, se mudaron hace un año y desde ahí que nadie la había ocupado y por la curiosidad le pregunté a mi hermana. ¿Que está ocurriendo Alicia?, ¿Por qué todas están mirando la vieja casa?.
- Verdad que tu no has salido, lo que pasa es que llegaron 4 mujeres a vivir ahí, en estos días hemos visto que muchos caballeros han ido solo en la noche, son mujeres de la vida fácil, son rompecatres.
- ¡¿Rompecatres?!, ¿Qué es eso? - Le pregunté.
- Son buenas para romper el catre cuando están arriba del hombre, haciendo agitar el gusano del hombre.
- jajajajaja - Me reí a carcajadas con lo que me dijo Alicia, en realidad ella es bastante mal hablada. - Y bueno, seguí - seguí - y ese trabajo tan bueno, ¿Desde cuando que lo hacen acá en la salitrera?.
- Hace como 3 días mi niña. - Me respondió la señora Mercedes. Vienen solo a revolver las cosas por acá.
- Eso es verdad mi Doña - dijo Alicia. Vienen solo revolver las cosas, esa casa era un hogar decente, ahora es solo una casa de remolienda. Bueno. Tampoco las culpo, las cosas no están buenas.

Yo solo me digne a escuchar y reír de los sobrenombres que les colocaban a esas mujeres, cuando se juntaba la señora Mercedes y Alicia era para morirse de la risa, por suerte Isabel no estaba en el lugar, le estaba ayudando a limpiar la cantina a mi hermana.

- Será mejor que vaya a hacer mi almuerzo, ojalá que todo esto termine de una vez oye. Hasta luego señoras. - Dijo la señora Mercedes.
- Hasta luego Doña, que este bien. - Dijo Alicia. ¿Y tu?, ¿ Vas a ir a hacer almuerzo?. - Me preguntó Alicia.
- No tengo para hacer comida, es por eso que te vine a pedir verduras para hacer un caldito en la noche, ya sabes como se pone Antonio si no tiene su comida en la mesa. - Le respondí.
- Si, no te preocupes, yo te paso ahí, con tal de no verte desesperada buscando algo para hacerle a ese jutre.

Por suerte Alicia tenía verduras para poder hacer la cena, fuí a la cantina con ella y mis hijos, luego de que me los pasara, me dirigí a mi casa, fue pasando la tarde y comencé a hacer la cena a eso como las seis de la tarde, mientras que mis bendiciones jugaban. Pero lamentablemente, llegó Antonio y todo el ambiente se volvió denso. Para más remate, no le gustó lo que cocine, y nuevamente inició mi tortura.


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