¿Qué culpa tienen mis hijos?

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En el funeral de Isabel, solo me digne a abrazar a mi hermana, mi corazón se me rompía con cada lagrima y grito que pegaba esa pobre mujer, la entiendo profundamente, es mi hermana; pero también me pongo en el lugar de ella en el caso de que le suceda eso a uno de mis hijos, al perder a un hijo es el peor hecho que le pueda ocurrir a una madre. Tanto fue el dolor de mi hermana, que la tuve con contener para que no se lance contra el féretro, solo me daba vuelta en la cabeza, quien seria el mal nacido que realizo este macabro crimen, al acabar con la vida de una adolescente que recién estaba en la flor de su juventud.

Luego del funeral nos dirigimos a la cantina a tomarnos unos refrescos, Antonio por supuesto no fue al funeral, por una parte, era el trabajo en la calichera, ya que la situación estaba bastante difícil, el caliche estaba por el suelo y según la administración es de baja ley, y obviamente, las diferencias sociales no lo dejaban, el obrero siempre tenia que estar en su trabajo rompiéndose el lomo mientras que los superiores imponían sus órdenes. Pero más me inclino por la opción de que a Antonio no le interesaba lo que le ocurría a Alicia, a pesar de que ayudó a buscarla, pero solo lo hacia para quedar bien con sus compañeros de trabajo, ya que el estaba quedando como un maltratador de mujeres, y obvio, preocupándose de una, cambiaria su perfil de hombre machista.

Alicia se sentó en la cama donde solía dormir Isabel, sujetando la ropa de esa pobre inocente y con lagrimas en sus ojos me decía:

- No entiendo hermanita, ya no tengo al amor de mi vida. - Dijo llorando.

Caminé hacia ella y solo la abrace, nunca había visto a mi hermana destruida, creo que a nadie en la vida le gustaría ver a alguien que quiere con las lagrimas en el piso, y me propuse a mí misma a socorrerla en todo lo que pueda, me necesita mas que nunca y es mi deber como su única familia ayudarla.

Esa misma tarde me dirigí a mi casa, pasé a buscar a mis hijos donde la señora Inés, no quería que mis hijos vayan a un funeral aún, por supuesto que al ver a su tía llorar desconsoladamente los asustaría, exponerlos así, me haría sentir mal como madre.

Al llegar a la casa empecé a hacer mi aseo, hacer comida, mientras que mis hijos jugaban en la habitación, cuando de repente sentí un ruido de un vidrio quebrándose. Manuelito que saltaba la cama había pasado a romper la única ampolleta de la pieza, no sabía qué hacer, Antonio estaba a punto de llegar de la calichera y ya presentía que se iba enojar más que nunca, no le gusta que se rompan las cosas de la casa, tristemente en un abrir y cerrar de ojos llegó mi marido, y de inmediato me vio recogiendo los vidrios.

- ¡¿Quién fue?! - pregunto enojado.

Vio el rasguño que tenía Manuelito, y de la nada cerro la puerta de la habitación me encerró con mis críos. Mis gritos para que me habrá la puerta era como suplicarle a la pared. Se me partía el alma escuchar los golpes de algo contundente que arremetía contra mi hijo, me estaba volviendo loca gritando, ni el dolor de garganta al gritar era más fuerte que sentir que mi hijo corría peligro con ese hombre, pero como siempre, mi voz era silenciosa. 

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