Mirémonos a nosotros mismos frente a frente. Somos hiperbóreos; sabemos perfectamente lo alejados que vivimos de los demás. <<Ni por tierra ni por mar hallarás el camino que conduce adonde están los hiperbóreos.>> Cuando Píndaro escribió esto, se refería a nosotros. Nuestra vida y nuestra felicidad se hallan más allá del norte, de los hielos y de la muerte. Nosotros hemos descubierto la felicidad, conocemos el sendero que lleva hasta allí; hemos dado con la salida del laberinto que se extiende a través de millares de años. ¿Qué otro la hubiera podido encontrar? ¿El hombre moderno tal vez? El hombre moderno suspira y dice: <<No sé qué hacer, soy la esencia del no saber qué hacer.>>
Nuestra enfermedad es esa modernidad, esa paz ambigua, esa aceptación cobarde, toda esa virtuosa suciedad que caracteriza al sí y al no moderno. Esa tolerancia y esa generosidad que todo ello <<perdona>> porque lo <<comprende>> todo es para nosotros como el siroco. ¡Vale más vivir entre los hielos que entre esas virtudes modernas y demás vientos del sur! Hemos sido lo bastante valientes, no hemos tenido consideración ni con nosotros mismos ni con los demás; pero durante mucho tiempo no hemos sabido qué hacer con nuestra valentía. Nos hemos vuelto sombríos, nos han llamado fatalistas. Nuestro destino era la plenitud, la tensión, la concentración de fuerzas. Teníamos sed de rayos y de acciones; nos hemos mantenido bien lejos de la felicidad de los débiles, de la <<resignación>>...Nuestra atmósfera estaba cargada de tormenta; nuestra naturaleza se oscurecía, porque no disponíamos de ningún camino. He aquí la fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una línea recta, una meta.
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El anticristo -Friedrich Nietzsche
ClássicosEl antícristo constituye la más dura e implacable crítica jamás lanzada, no ya contra la > de Jesús, sino contra la manipulación que de la figura y el mensaje de éste hizo, según Nietzsche, la Iglesia católica y, en concreto San Pablo. El autor expo...