tercer entrega

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-¡Gracias! – y Lili no pudo decir más. Las lágrimas le ganaron y ella se desapareció corriendo para que Patrick no la viera.

Se quedó en la entrada del edificio unos minutos. Necesitaba componerse. No quería que los gemelos la vieran y creyeran que algo malo había ocurrido.

Una vez recobrada la compostura, Lili se dirigió hacia el lobby del edificio a encontrarse con el portero.

-Muchas gracias por ayudarnos. Quería saber… ¿cuál es el apartamento al que debo dirigirme?

-Señorita es el apartamento 3, aquí en la planta baja.

-Muchas gracias. Me llamo Lili.

-Bienvenida Lili. Mi nombre es Marc y estoy para lo que necesite.

-Bien Marc. Gracias. Seguro que lo necesitaré seguido. – y agitando su mano, Lili se dirigió al apartamento.

-Niños… muéstrenme el lugar.

-¡Ven Lili! – dijo Tom.

-¡Yo te lo muestro! – dijo Tim.

-¡Cuánto espacio que hay!

-¿Viste Lili? – dijo Tim.

-¡Hay una habitación para cada uno! – dijo Tom.

Otra vez las lágrimas acudían a los ojos de Lili.

No podía creer que existiera tanta bondad en su camino.

Jamás dejaría de pensar en Patrick como su ángel salvador.

Nadie más que él, había hecho algo por ellos. Y era más de lo que ella esperaba.

Patrick había confiado en ella.

Le había dado un empleo permanente para que ella cumpliera con los requisitos de la Asistencia Social, y luego… esto.

Claro que este iba a ser su hogar. El hogar de los tres.

Podrían empezar de nuevo.

Se sentía protegida y contenida.

Le debía a Patrick su vida y la de sus hermanos.

Cada uno eligió una habitación, y llevaron sus pertenecías para acomodarlas más tarde.

Ya era de dormir.

Mañana desayunarían fuera y los gemelos irían a la escuela y yo al trabajo.

Patrick quedó parado fuera del edificio, tratando de descifrar la reacción que Lili había tenido.

Decía estar muy agradecida pero salió corriendo sin despedirse.

Las mujeres lo volvían loco. Era por eso que no les prestaba atención.

No tenía tolerancia hacia los cambios de humor femeninos. Ni tiempo para tratar de comprenderlos.

Resopló y por lo bajo maldijo.

Se subió a su coche y se fue a su casa.

Una vez en su sala, se sentó a planificar su día.

Debía darle de alta a Lili y le pediría a Bobby que se encargara del tema de los Servicios Sociales.

No llegaba a comprender como esa joven tenía la fortaleza de ponerse en movimiento a días del fallecimiento de sus padres y después de haber perdido absolutamente todo, encontrándose solos en el mundo.

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