XXIII

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Los rayos solares se estamparon sobre mi rostro con descaro, impulsándome a finalmente despertar sin algún tipo de ayuda auditiva o tacta. Tallé mis ojos instantáneamente, tan repentina luz los cristalizó un poco.

Transcurrieron solamente un par de segundos para hacerme reaccionar de golpe.

¿Dónde está Kakarroto?

Y no, no podía sentir su ki ni a distancia.
¿De verdad se fue?, ¡se fue dejando su basura sin hacerse cargo al respecto, sobre las consecuencias de contaminación que pronto se presentarían!, ¿¡no es así!?

Se fue...
Tuvo la libertad de hacerlo y cedió...
Que humillante, es muy humillante y llega a afectarme con un poco de más fuerza sentimental.
Mis tripas se hacen nudo, con tan solo pensar en que fui utilizado nuevamente. Caigo en el mar sin algún tipo de barca o salvavidas, simplemente arrastrando una melancolía tan molesta y eterna, llego a creer que para ésto fui creado.

Desde lo más alto de las montañas, hasta lo más bajo de la raíz de una flor sobre tierra; mi corazón, no puede sentirse más destrozado de lo que ya está. Y todo, por un simple juego infantil.

*******

-¡Que descaro el suyo!- Refutó, sarandeando su pie de lado a lado, manteniendo el cruce de piernas que sin algún tipo de prenda, estaban expuestas a la mirada ajena:-¡Uish!, ¡es muy molesto en verdad!- Dejó ésta vez su taza sobre el diminuto plato de porcelana, haciendo un 'tic' ante tal adjunte.

Me limité a asentir: -Lo es.- Respondí.
-¡¿Qué tienes tú para merecer tal maltrato?!, ¡¿no logra comprender tus sentimientos acaso?!. ¡Vegeta!, ¡no eres un juguete sexual! Pero tú, te estás remarcando la etiqueta con plumón permanente.

Encogí mis hombros sin saber: qué responder o que no.
-Lo amo demasiado, Videl.- La nombrada, negó constantes veces en claro pensamiento de oposición: -No importa Vegeta, a mi me gusta mucho el pastel...- Señaló el plato opuesto al que sostenía sobre su base la taza de té; el mísmo, portaba una rebanada de pastel: -Pero...- Sus retinas se centraron sobre tal postre: -Si está rancio, debo botarlo a la basura para que no me cause daño.

-Llegas de ayunar, sin tener alguna otra opción, el hambre arraza contigo y no tienes otro alimento más que un simple pastel rancio: ¿lo comerías?.

-Iría a la pastelería a conseguir uno nuevo.- Se sonrió.

-¿Y si ya no venden de tu favorito?...

-Tendré la necesidad de probar otros sabores.- Suspiré, deleitando un poco el dolor que me picaba el pecho, siendo similar al de alguna estaca de extensa base y bien estructurada punta: -Sólo piénsalo cariño, la vida suele darnos regalos ácidos, pero no para dar un mal; si no, para sacarnos más fuerza aún de la que ya portamos. Ella sabe cómo darnos lecciones a ciegas, debes saber leer para entenderlas.

–Nisiquiera he podido escapar de la guardería, ¿pretendes que lea mucho antes de saber hablar?.– Susurré.
Arrastré mi ante-brazo sobre mis ojos, aquellos que amenzantes del llanto, se cristalizaban cruelmente.

–Vegeta...– Fue interrumpida en tiempo total, me disculpé internamente: mi llanto se desató sin vergüenza.
Ante ello, la fémina con sencilléz, me acunó entre sus brazos, y decía: –No, él no merece tu llanto.– Opinó: –Olvídate de él, olvídalo, olvida todo de él.

¿¡Verdad o RETO!? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora