¿Quien podría amar a una bestia?

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La música bailaba con ánimos y alegria en el aire de aquel castillo, deleitando con sus suaves notas los oídos de la gente más pudiente de la región.  
El licor embriagada el ambiente y el cuerpo de los presentes. Risas estrepitosas, tosacas y falsas resonaban a lo largo del enorme salón. El maquillaje blanco y exagerado teñía los rostros de los presentes los cuales poseían un concepto de belleza y estética bastante abstracto.

Un bello vals se presentaba al centro de la pista, creando una hermosa imagen, pues dicho baile servía para hacer alarde de los hostentosos y caros vestidos de las damas, con su sin fin de olanes y bordados que desbordaban elegancia y sosfisticacion y los hombres hacían evidente su gran gallardía a la hora de deslizarse con maestría sobre la pista de baile .

Las lámparas de araña iluminaban la estancia dándole aún más vista al cuadro que se asemejaba a una imagen sacada de un libro de cuentos de hadas de aquellos que una madre lee a sus hijos para que estos puedan conciliar el sueño .

Toda una fiesta digna de recordar, preciosa y glamurosa, como lo eran todas la fiestas brindadas por el príncipe Roronoa, dueño de aquel exquisito palacio y el cual en ese momento se encontraba viendo tal fiesta desde su imponente trono de oro, el cual se encontraba completamente incrustado de gemas preciosas.

Su aspecto imponente se dejaba ver al frente de la sala. Sentado con aspecto soberbio se dejaba admirar ante todos esos ojos que juzganban todos sus movimientos, a la espera de que cometiera cualquier equivocación con la cual ellos pudieran comenzar a hablar pestes de él, solo con la intención de pasar el rato y sentirse mejor con ellos mismos.

Pero dicho propósito era imposible de cumplir pues el príncipe Zoro era impecable, pues su belleza era digna de admirar, con ese traje blanco, que iba a juego con aquel maquillaje estampado en su rostro el cual resaltaba el cabello verde y los ojos color miel de este. Su postura era injusgable digna de alguien de la realeza y su actuar, ni mencionar. Era la representación perfecta de un monarca.

Con semblante aburrido este mirada a la élite divertirse, con sus sonrisas de mentira y palabras falsas. Tan artificiales y repugnantes a su vista y aunque esa gente le asqueaba tanto no podía decir que el era diferente.

Con gran pena el sabía que era igual de artificial, quizás no por elección pero al fin y al cabo era igual a ellos.

Y como así había sido criado y al no conocer otra forma de ser o de comportarse optó por ser un estúpido más con dinero, un príncipe mimado egoísta y berrinchudo al cual no le importaba nada que no fuera el y sus placeres.

Y es justo por eso que cuando una vieja frágil e indefensa interrumpió su tan refinado baile para pedirle ayuda y asilo por una noche todo a cambio de una rosa roja, el se negó rotundamente a ayudarla, simplemente porque el era de sangre azul, un monarca y el no estaba para ayudar o servir a alguien mas, no, la gente existía para servirle a el y cumplir todos y cada uno de sus caprichos. Ademas no permitiria que un ser tan poco refinado y de aspecto demacrado pasará una noche bajo su mismo techo.

Quien imaginaria que dicha mujer sería una hechicera la cual disgustada por la actitud tan narcisista del príncipe poso sobre el y sobre su palacio y gente que servía en el, una maldición tan atroz.

-Es vergonzoso ver que juzgues a alguien por su apariencia- hablo con fuerza la mujer, que paso de ser la demacrada anciana a una joven de belleza sobre humana- quizás por fuera parezcas un príncipe pero por dentro no eres más que una bestia- se dirigió hacia el con desprecio- y dicha forma mereces- con movimientos suaves de manos y palabras que no eran entendibles para los hay presentes la mujer maldijo a aquel muchacho. La gente horrorizada por el giro que dio la velada huyó despavorida dejando sólo al príncipe con sus sirvientes.

Y a pesar de las súplicas incesantes del joven monarca,  la mujer no desistió de sus acciones, y así lo volvió  una bestia en apariencia.

Pelaje y rostro de león cubrieron su fisonomía con la excepción de que dicho pelaje era de color verdoso como el de su antiguo cabello.  Garras reemplazaron sus manos y enormes colmillos asomaban de su ahora hocico. Enormes cuernos coronaron su cabeza e hicieron irreconocible el que fue alguna vez el hombre mas poderoso de la región.

Sus sirvientes reacios a dejar a su joven amo sufrieron de la misma suerte, al dejar su forma humana para ser reemplazada por la forma de muebles y figuras como relojes y candelabros.

La rosa que dicha mujer le ofreció resulto ser el recordatorio físico de aquella maldición. Pues dicho por la boca de la misma bruja la flor viviría hasta que el joven cumpliera sus 21 años y en ese plazo de tiempo debía conseguír amar a una persona y está debia amaralo a el.

Si el ultimo pétalo de la rosa caía y el no conseguía ser amado la maldición  sería permanente y el y sus sirvientes conservaría ese aspecto por el resto de la eternidad.

La bruja se encargó borrar todo recuerdo de las personas fuera del palacio acerca del mismo y de los que vivían en el, dándole a la ahora bestia el único contacto con el exterior un espejo mágico.

Con el pasar de los años la desesperación callo sobre la bestia, pues las esperanzas de encontrar a alguien que rompiera el hechizo éra mínimas por no decir inexistentes y es que ¿Quien podría algún día amar a una bestia?



La Maldición de la Rosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora