Una propuesta no deseada

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El pueblo se había reunido fuera de la casa del chef y su hijo con enormes mesas y preparativos para una fiestas. Barriles de alcohol pululaban y grandes cantidades de comida se encontraban en las mesas.

Todo el lugar se hallaba adornado con serpentinas y arreglos florales; la gente vestía sus mejores ropas, la razón: el "galán" del pueblo los habia invitado a su boda.

-No puedo creer que se case- lloro monet limpiando con un blanco pañuelo las lágrimas que rodaban por sus pálidas mejillas. Las otras dos chicas lloraron con ella, lamentando su mala suerte en el amor.

Exceptuando a ese trio, todo el pueblo estaba feliz y aunque en un principio les costó aceptar el hecho de que el hombre mas respetado del lugar decidiera contraer nupcias con otro hombre, al final lo aceptaron pues quienes era ellos para ir en contra del gran Don Quijote Donflamindo.

Sin mencionar que entendían que el lo hacía más por la satisfacción que traería el hecho de tener al joven sumiso y volverlo de su propiedad. Era mas cuestion de ganar un premio que de amor.

-Gracias a todos por venir - hablo el hombre de abrigo rosado dirigiéndose a sus invitados, con porte gallardo y sensualidad en su faz- lamento decirles que los haré esperar un poco- se paso la mano por sus cortos cabellos rubios, deleitándose con los suspiros que soltaban sus enamoradas al verlo tan sensual- primero debo ver si el novio acepta, fufufufu- hablo con suficiencia, asiendo reír a los invitados, pues ¿Quien le podría decir que no a Doffy?

Con paso seguro se encaminó a la entrada de la casa de aquel que seria su nuevo trofeo. Todos le aplaudían y le animaban, brindándole halagos y uno que otro aldeano palmeaba su espalda en símbolo de que le apoyaba.

Cuando estuvo frete a la casa de los kuroashi toco con fuerza la puerta de madera obscura, y espero a que ese hermoso joven de cejas rizadas le abriera y con ello sellaran su destino juntos.

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Un rubio se encontraba cómodamente acostados en el modesto sofá de color chocolate que se hallaba en la sala de su casa, con las piernas cruzadas y la cabeza descansando en el apoyo de los brazos. En sus manos sostenía el libro de tapa rojiza que tanto amaba, para así pasar el rato y no sentir la inquietante soledad que se produjo desde ayer en la mañana, cuando su padre salió con destino a la capital.

Pasaba con cuidado las delicadas y amarillentas hojas del libro, perdiéndose en el papel y la tinta que formaban en conjunto la historia que lo tenía soñando y con la cabeza en las nubes y la cual le conseguía sacar más de un suspiro al momento de deslizar su vista en las negras letras.

-Que romántico- hablo al momento que tomaba su preciado libro en un fuerte abrazo, pegandolo a su pecho a la altura del corazón.

Leer historias románticas sin duda era una de sus pasiones, le encantaba sentir ese grato calor cada vez que leía una parte dulce y tierna o la desesperación cuando llegaba a un apartado dramático. Todos esos cúmulos de sentimientos que le llenaban el estomago con Mariposas o incómodos nudos cada que los protagonistas pasaban por una situación crítica de la historia era su adicción.

Y así su mente inspirada por lo recién leído, se dispara en crear miles de historias, donde el era el personaje principal. Donde encontraba a esa dulce chica sin nombre ni rostro que lo lograba cautivar y donde fervientemente los dos luchaban por mantener su amor en contra de todas las adversidades y todo pronóstico, consiguendo así su tan añorado final feliz.

Suspiros suaves se escapaban de esos rosados labios y la mirada perdida en un sitio distante. Aquel joven vivía enamorado de la idea del amor. Pues con sus veintiún años no había logrado sentir tan bello sentimiento como lo era el de enamorarse. Nunca había sentido la calidez de unos delicados brazos al rededor de su cuello, nunca había sentido el cosquilleo que traía consigo un rose de labios o el excitante contacto de piel contra piel al momento de volverse uno con el ser amado.

La Maldición de la Rosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora