Capítulo Dos

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Seguía en la espera de que alguno de los dos se dignara en responder mi pregunta, pero simplemente se miraban fijamente

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Seguía en la espera de que alguno de los dos se dignara en responder mi pregunta, pero simplemente se miraban fijamente.

— El mundo es pequeño, ya lo sabemos. Pero alguien sería tan amable de responder a mi pregunta.

Cuando por fin Laín iba hablar Laura lo interrumpió.

— Sabes bien que eso no te concierne Sofía. Y tú—dijo apuntando a Laín—. lárgate de aquí, si te vuelvo a ver husmeando llamaré a la policía.

Laura decía aquello para intimidarlo, pero creo que eso no le funcionó pues por el contrario simplemente Laín le sonrío.

— Sabes que, llama a la policía si quieres, pero no, mejor sabes que

— Llama a los bomberos.

Lo miré extrañada. No había incendios.

— ¿A los bomberos? —preguntó Laura confundida como yo.

— Sí. Para que apaguen el fuego que Sofí me hace sentir—respondió pegándome contra él.

Bajé la cabeza y con la mano intenté cubrir mi boca para no reírme por el comentario de este. A la que no le hizo mucha gracia fue a Laura.

— Vete—repitió con voz golpeada.

Laín negó.

— No—dijo desafiante.

— Estoy hablando en serio mocoso, largo de aquí.

Articulé la palabra "vete ya" antes de que fuese tarde. Laín se acerco a mi y me dio un beso en la mejilla. Sin descaro alguno dijo.

— Nos vemos mañana, pequeña—se alejó y se dirigió con Laura—. No frunzas el ceño, te saldrán mas arrugas de las que tienes—para finalizar su comentario le dio una palmadita en el brazo.

Laura estaba inmóvil, se veía sumamente molesta, apretaba los puños y su mandíbula estaba tensa. El cabello que sobresalía de su chongo despeinado no ayudaba mucho a esa escena.

— Ve a tu habitación—ordenó—. Y quiero que te mantengas alejada de ese chico, o te vas a arrepentir ¿Entendiste?

— ¿Arrepentirme? No sé si te das cuenta, pero estar aquí es un suplicio, ya no hay nada peor que me puedas hacer.

— No estés tan segura de eso, puedo hacer que los próximos 3 años la pases encerrada aquí. No me provoques Sofía—respondió.

Pasé de largo y salí de la biblioteca encaminándome a mi habitación. El patio principal era enorme y los dormitorios, salones y oficinas se dividían por pequeños edificios. Crucé en la completa oscuridad y subí a mi habitación.

Era un cuarto simple, lo suficientemente grande para dos personas, colores grises sin vida, dos camas dos escritorios y un armario compartido. Por suerte incluía un pequeño sanitario.

N̶O̶ Fue otra noche locaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora