Capítulo I

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Me encuentro camino a mi hogar, está a punto de nevar en el pueblo, casi está por anochecer, pero todavía está lo bastante claro para llegar a mi casa. Está helado. Mi aliento se vuelve hielo y ya mi abrigo no me ayuda lo suficiente.

Todos están resguardados en sus casas esperando a que caiga la tormenta que tanto se ha esperado desde hace unos meses atrás. Desde la perspectiva en la que estoy puedes ver a todos bajo el techo de su casa, algunos junto a su chimenea encendida otros cocinando la cena con sus familias esperando para degustar una rica comida en sus mesas. Y aquí viene, la edificación abandonada. El edificio de la calle 86A, donde ocurrió toda aquella noche.

De nuevo aparecen las imágenes que me han atormentado desde aquel día – No pienses en ello por favor – es lo único que puedo susurrar en mi subconsciente en este momento. Apresuro mi paso, aún faltan 2 cuadras mas para llegar a mí destino, mi hogar solitario. 

Comienza a hacerse una brisa fría y con fuerza. La plaza está solitaria – susurré – En esa plaza paso la mayor parte de mi tiempo. Allí hay un cultivo de Grosellas. Gracias a que este es un pueblo pequeño, el gobernante permite que los habitantes se alimenten de él, así que cada vez que asisto a la plaza, paso a recoger un par de grosellas y me siento en una de las bancas cercanas a él. Me siento a observar el ir y venir de las personas, los niños jugando en esos columpios que literalmente están derrumbándose. 

Sólo falta una cuadra. Ya anocheció. Las lámparas del pueblo se encienden, la acera vuelve a ser visible. La plaza quedó atrás. No hay autos andando en el pueblo, no se siente ruido alguno, de hecho, puedo escuchar mis propios pasos a través de las calles. A las lejanías se escuchan un par de niños riendo a carcajadas. Hace un tiempo atrás yo me reía de esa manera, después de lo sucedido me es difícil poner siquiera una mueca que muestre mis labios curvados formando una pequeña sonrisa en mi rostro.

Ya llegué a mi hogar. Mis manos entumecidas por el frio abrumador prácticamente impiden que pueda moverlas. Se me hace un poco difícil abrir la puerta de entrada en estas situaciones. Al abrir la puerta de madera que dan paso al interior de mi hogar, podrías oler ese aroma que te hace sentir en casa, ese que te atrapa y te hace sentir segura dentro del. Dejo mi bolso y el par de llaves encima de una pequeña mesa en el estar. Me dirijo hacia en teléfono. No hay mensajes en la contestadora. Sólo existe uno que guardé: el último mensaje de Christopher. Lo reproduciré. Extraño su voz. "Hola pequeña – puedo tener arrugas y canas cubriendo por completo mi cabeza, pero siempre me diría "pequeña" – Dallas, te dejo este mensaje ya que no contestaste ninguna de mis llamadas anteriores, podría apostar a que estabas de nuevo degustando grosellas en la plaza del pueblo  El había acertado – llamaba para preguntar como estabas, extraño tus visitas, quiero verte pronto – Hizo una gran pausa, hasta el día de hoy no he entendido el porqué, el era alguien muy conversador, nunca había silencio entre sus palabras – te extraño. Fin de la nota de voz." Me es difícil escuchar su voz, lo extraño cada vez que escucho su mensaje en la grabadora. Se me hace un gran nudo en la garganta, mi pecho está pesado desde que se marchó.

Christopher fue la primera plana de todos los diarios del pueblo. Desapareció aquel día. Según los diarios, fue asesinado. Encontraron su apartamento ensangrentado, pero nunca hallaron su cuerpo. Desde entonces el Edificio de la calle 86A ha sido desalojado y abandonado. Christopher sigue siendo un misterio en el pueblo. 

La hija de la desolaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora