Capítulo V

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Tomé la nota y la guardé en el bolsillo derecho de mi delantal.

Todo esto era algo que se escapaba de mi rutina, de mi vida cotidiana. No siempre un hombre entra por esas puertas intentando pretender a una simple trabajadora de un café local que cuya alma seguía rota por dentro y cuyo pretendiente no tenía ni idea de lo que pasaba en el corazón de su, ahora, amada.

Si bien, antes no tenía nada en mi mente, más que a mis padres y la desgracia aún sin resolver de Christopher, ahora se agrega un nuevo pensamiento, David.

Permito que mi mente piense en el, como si llevase toda mi vida conociéndolo. Pienso en su voz ronca y profunda, en cómo sus ojos y sonrisa alumbraron aquel lugar.

La campanilla de la cafetería me saca de dentro de mis pensamientos, posé mi vista sobre el reloj "8:23am" aún faltaba un largo plazo de tiempo para que mi turno acabase. Sin embargo, mantengo la calma para seguir con mi faena en la cafetería y llevar el resto del día con normalidad. Ignorando a mi corazón que latía desenfrenado al ver que la hora de aquel encuentro se acercaba.

Yo, no sabía cómo iba a acabar todo esto. Un hombre que recién cruzaba un par de pocas, pero elocuentes, palabras con mi persona. No imaginaba como sería todo al momento de que el volviese a entrar por esas puertas a las 2:00pm.

Me dirigí hacía donde se encontraba Lucianne, de nuevo ansiosa posada en las puertas de la cocina.

Dallas, ¿qué ha ocurrido allí? - preguntó con una sonrisa en su rostro- he visto que el cliente ha dejado una nota sobre la mesa.

Lucianne... –hice una pausa para dejar fluir aquellas palabras que se amontonaban en mi boca esperando salir- él, el señor David, me ha hecho una invitación y ha dejado esta nota – Saqué la nota de entre mi bolsillo y se la entregué en sus manos impacientes.

Lucianne mira la nota atónita y al finalizar sonrió y me miró para por fin dejar salir sus conclusiones – Dallas, ya era momento de que alguien viniese a convertir tus noches oscuras en días dignos de admirar y vivir- Ella siempre tenía ese toque en sus palabras. Sabias y dulces al oído- Se ha ido, ¿vendrá de nuevo? –preguntó.

Me dijo que vendría de nuevo a las dos en punto de la tarde de hoy- respondí

Lucianne asoma su mirada por una de las puertas con interés de fijarse en el reloj- son ya casi las nueve en punto, hoy tu turno llegará hasta las once, a partir de allí podrás irte, debes arreglarte y volver aquí a tu cita con el señor David.

Bajé mi cabeza en forma de aceptación a la orden de Lucianne.

Esperé hasta que las el reloj de la cafetería marcó las once en punto. Me despedí de Lucianne, no sin antes agradecerle el hecho de que me acortó el turno, luego de eso, me marché rumbo a mi hogar.

Las calles están tan tranquilas como siempre, los niños camino a casa luego de un día en el instituto del pueblo y el resto de la población se encuentra en sus trabajos de cada día.

Camino a casa voy jugando con una piedra que cada tanto choca contra mis zapatos. Me entretengo hasta llegar a la puerta de mi hogar. Me dispongo a sacar las llaves que dan paso hacia el interior. Una vez adentro, respiro profundo para sentirme de nuevo en casa. Dejo mis pertenencias encima de la mesa, y me destino hacía el teléfono como de costumbre, a esperar un nuevo mensaje de voz que nunca llegará. "No hay nuevos mensajes de voz" replica la contestadora. Supongo que soy masoquista con este tipo de situaciones. Siempre tengo la esperanza de escuchar un nuevo mensaje. No, de hecho no un mensaje, sino la voz de Christopher exigiendo que desea verme de nuevo. "Ahora soy yo quien quiere verte de nuevo, Christopher" pienso. Lamentablemente no existen aún maquinas del tiempo para recuperar aquel tiempo perdido, y dichoso de aquel que la cree y pueda tener el privilegio de volver a vivir aquellos momentos de su vida que desee.

Por una parte me siento culpable de no haber ido a visitar a Christopher en el momento exacto en el que recibí el mensaje.

Quizás hubiéramos desaparecido juntos. Quizás hubiésemos sido asesinados juntos. Pero al fin y al cabo, lo único que contaba era que estuviésemos juntos.

Prometí estar en las buenas y en las malas, y fallé. No es primera vez que este tipo de pensamientos abruman mi mente. De hecho, cada vez que me detengo en frente de la contestadora, estos suelen producirse atormentando mi mente.

Me dispongo a ir a la cocina por un vaso de agua, para intentar calmar un poco mi pensar. Me destino a ir a mi alcoba y tomo asiento en el lateral izquierdo de mi cama.

Pasado el tiempo, se hicieron las doce y cincuenta y siete minutos. Me estoy atrasando, tanto pensar me ha quitado el tiempo y no me cambiado siquiera el atuendo del trabajo.

Me apresuro a darme una ducha. Al salir, saco de mi closet, ubicado en el lado izquierdo de la alcoba, mi atuendo preferido que suelo usar en ocasiones especiales, y esta es una de ellas. Un par de jeans azul oscuro, una blusa celeste y junto a ella un suéter negro acompañado de mis fieles botas negras.

Miro de nuevo el reloj "1:45pm"

Me dirijo de nuevo a salir, tomo mis llaves y me voy camino de vuelta a la cafetería.

En todo el camino voy pensando qué palabras podré decir o cómo podría reaccionar a ciertas acciones "Dallas, no te sirve de nada pensar en todo esto" me digo a mi misma. Ciertamente, no podré predecir que sucederá, por lo tanto, me dispongo a entrar en un estado mental más calmado y dispuesta a aceptar todo aquello que el destino se atreva a traer consigo.

Suenan las campanillas de las puertas de la cafetería local que, literalmente, anuncian mi entrada al lugar.

Posé mi vista sobre aquel reloj viejo de pared "2:00pm" ha llegado la hora.


N/A: Mis más sinceras disculpas por haber abandonado la novela por tanto tiempo.

La hija de la desolaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora