Prólogo.

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Por más que su color favorito no fuera el rosa, amaba aquel vestido que su abuela materna le había regalado. Era una hermosa prenda de una pieza con cuello en "U" y la espalda un poco descubierta; le encantaba, pero no del todo el color. Ella prefería a toda costa el rojo.

Acomodó su cabello con una raya por la mitad y su flequillo recto hacia delante, para luego mirar por la ventana hacia el cielo: había una luna llena tan grande que parecía perseguirla, rio ante tal pensamiento y volvió al espejo a revisar que todo en ella esté bien.

Sus zapatos estaban bien, también lo estaba el vestido. Su pelo seguía bastante peinado y su maquillaje también estaba impecable. Miró al reloj que había en su habitación y casi eran las siete, la hora a la que Erin, su mejor amiga, pasaría a buscarla.

Abrió la puerta de su habitación y justo se encontraba Christopher, un mayordomo de la mansión Burn, a punto de tocar su puerta. Éste avisó la llegada de su mejor amiga, para luego hacer una reverencia y marcharse.

Al llegar al recibidor, apareció Augustus, un perro rubio enorme que también era parte de la familia Burn. Lo saludó con algunos mimos en la cabeza y abrió la puerta, encontrándose con el auto verde de su mejor amiga y con ella adentro.

-Hola Erin -saludó Willow -. Estás muy linda -dijo observando su vestimenta: Tenía puesto una remera verde como su pelo y arriba un vestido de overol negro con las fases de la luna en verde también, tenía una zapatillas negras y su pelo con un corte tipo bob con la raya por la mitad de su cabeza; era un look que quedaba perfecto con su personalidad rebelde y astuta.

-Gracias -dijo sonriéndo -. ¿Lista para la gran sorpresa? -dijo con una sonrisa y puso en marcha el auto -. Iremos hacia la sorpresa, claro está, pero -dijo y Willow empezó a prestarle más atención -, tenemos que pasar por la casa de William.

William era el hermano mayor de Erin. Un sujeto agradable, con millones de temas para platicar, canciones clásicas de los 60's, 70's, y, claramente, perros grandes. Vivía solo con sus mascotas a las afueras de la ciudad, en una cabaña rústica no muy bosque adentro.

El ambiente en el auto no era incómodo, pero ya tornaba aburrido, por lo que Erin prendió la radio en una emisora donde pasaban música vieja. Justamente sonaba una canción que le gustaba muchísimo y por eso le subió el volumen apenas la reconoció.

Erin cantaba mientras que hacia de sus manos en el volante unos palillos de batería que no dudaban en seguir a la canción misma, Willow no podía parar de reír, ella era su amiga y tan espontanea, siempre hacia este tipo de cosas. De vez en cuando paraba a mirar a la copiloto para asegurarse de que la estuviese pasando bien mientras iban por la carretera en el bosque.

Erin siguió cantando hasta que la canción terminó. Y, entre risas, llegaron a la cabaña del hermano mayor de Erin. Willow no era exactamente fan del bosque y, a decir verdad, le daba algo de miedo; Erin no lo pasaba de largo.

-¿Te quedas aquí? Hablo con él y vuelvo, es rápido -dijo Erin.

-Está bien -le respondió Willow -. Solo no tardes, por favor -y cuando Erin ya estaba yéndose, Willow la llamó -. ¡Salúdalo de mi parte! -gritó sacando la cabeza por la ventanilla, al ver el gesto asintiendo de Erin, volvió a meter la cabeza al auto.

Después de ver que William le abriera y pasara dentro de la cabaña, empezó a sentir incomodidad. Detestaba estar en el bosque, especialmente sola. Willow creció en una mansión rodeada por bosque, si, pero iba al colegio en la ciudad, donde el bosque y sus misterios eran el tema de charla principal.

Aún así se mantuvo calmada, William y Erin estaban a unos metros no mas, si gritaba, la escucharían. Nunca se debe olvidar que todo lo bueno tiene su fin, porque perdió por completo su tranquilidad cuando vio la sombra de algo corriendo de un lado a otro tras los árboles de detrás de la cabaña. Algo como un perro, uno grande y gris. Hasta que se le vino la idea a la cabeza de que podría ser un lobo, uno rabioso, tal vez con hambre.

Terror, era lo único que sentía, temblaba a tal punto de mover el asiento. Y, cuando sintió el golpe suave de algo en la ventanilla del auto, del lado del piloto, saltó. Giró su cabeza despacio, cautelosamente, y vio a Erin, su amiga. Willow respiró profundamente y destrabó el auto, dejando que su amiga entrase.

-Te veo absolutamente nerviosa, ¿Pasó algo? -dijo después de sentarse y ver a Willow.

-No, nada. Creí ver algún tipo de lobo corriendo por allí -dijo señalando detrás de la cabaña -. Uno gris-Erin rió y Willow la miró mal -. ¿Qué? ¿No me crees?

-No, Low-Low, si no que no puede llegar a haber algún lobo solo, en todo caso estaría acompañado de dos o tres lobos más. Un lobo sin compañía podría llegar a morir.

-No sabía eso -dijo más calmada.

-Pero bueno, ya arreglé cuentas con Will. Te manda saludos también. ¿Vamos?

Willow solo asintió y miró por la ventanilla hacia el bosque, donde creyó ver un lobo grismirándola. Pero no le dijo nada a Erin por miedo a que no le creyese.

-¿Crees en las historias que existen del boque? -preguntó Willow de la nada, mirando su vestido.

-Claro que no -dijo riendo -. ¿Preguntas porque piensas que ese lobo gris era un hombre-lobo?

-Si -Willow giró la cabeza, mirando hacia la ventana. La carcajada que largó Erin la hizo sentir avergonzada por aquella pregunta.

-Anda, no te preocupes, ¿Si? Seguramente no sea nada -dijo Erin después de parar en frente de una entrada con camino hacia el bosque. Estacionó y miró a Willow.

Su semblante era uno serio, miró a Erin y realmente se preguntó si su amiga era seria o estaba haciéndole una broma pesada.

-¿Aquí es? ¿En serio? -preguntó viendo hacia el bosque.

-Si, aquí es. Asi que, bajemos -así hicieron y empezaron a caminar por el camino de piedras -. Willow, no te preocupes, no va a pasar nada, ¿Ok? -ella solo asintió y siguió caminando delante de Erin -. Solo debemos seguir por el camino de piedras, asi que, camina tranquila.

Siguieron caminando en silencio hasta que Willow se giró a mirar a Erin porque escuchó el ruido de una ramita rota, pero al girar no encontró a la muchacha, solo una pila de ropa. Solo sintió que toda su sangre fue a parar a sus piernas.

Corrió y corrió, siguiendo el camino de piedras tratando de llegar a la carretera hasta que se le cruzó un gran lobo gris, con un brillo especial en sus ojos verdes, igual al de la cabaña de William. Lo último que se supo, fue que su cuerpo cayó desmayado en el suelo, para que aquel enorme lobo se la llevase. 

Las Huellas del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora