Capítulo II

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Eran pasadas las cuatro de la mañana y su alarma interna la había despertado, ella creía que era el tiempo que estuvo en el extranjero el que desacomodó su horario de sueño. Evie decidió no quedarse recostada en su cama e ir a dar un paseo por la biblioteca de la casa. Ésta se encontraba en la planta inferior de la casa, en una habitación con escalera y baño propios, el perfecto paraíso de algunos. Contenía libros pertenecientes a muchos integrantes de distintas generaciones de la familia Burn y muchos que ella había aportado también; inclusive, había un apartado especial con periódicos y recortes de éstos.

Se sentó en uno de los sillones luego de agarrar un libro que le había llamado la atención, era viejo y la tapa estaba en la línea fina entre desmoronarse y mantenerse en pie, tirándose más a la primera. Hablaba sobre criaturas sobrenaturales y sus orígenes y mitos. No recordaba cuándo, pero sabía que ya lo había leído.

Solo había pasado unas páginas cuando su cuerpo pidió algo líquido, por lo que dejó el libro en la mesita a un lado del sillón y comenzó su viaje hacia la cocina secundaria. Debía cruzar por el salón principal, que se encontraba en frente de la escalera y debía pasar por el comedor.

Cuando llegó, decidió que un té de hierbas era una buena idea. El recuerdo de hacer esto de pequeña llegó hacia ella y rio por ello. El personal no permitía que la familia se sirviese por su cuenta, por lo que ella se despertaba en la madrugada a cocinar; cuando la descubrieron, empezaron a cerrar la cocina bajo llave por las noches.

-Parece que es de familia -dijo una voz masculina detrás de ella -. ¿Qué haces despierta, hermana?

-¡Ah! -soltó Evie en la sorpresa, giró despacio y, al encontrar a su hermano menor, se tranquilizó -. ¡Sean! Me asustaste -susurró -, tenía sed y vine a hacerme un té, ¿Quieres?

Sean asintió y se apoyó en la mesada esperando a que Evie le alcanzara su taza, en cuanto lo hizo, agradeció. Lo único que rompía el silencio era el soplido de cada uno en su taza, debido al calor que éstos emanaban; aún así, ambos estaban cómodos con eso.

Evie y Sean se llevaban doce años de diferencia, pero su relación siempre fue estrecha y ni la mínima discusión o la falta de tiempo de la mayor los separaba.

-Rayos -soltó Evie -, olvidé que estaba leyendo un libro en la biblioteca. Hasta mañana, descansa hermanito.

Sean asintió mientras sonreía y ella, en un sorbo largo, se terminó el té para ir de una corrida hacia aquella sala llena hasta la coronilla de libros. Cuando llegó, sintió que una brisa fría chocó con su cara, la cual provenía de una ventana abierta y la cerró sin prestarle mucha atención. Se sentó nuevamente y le echó una mirada a la mesita, la sorpresa que sintió al no ver el libro la demostró abriendo sus ojos.

-¿En serio? -dijo para ella misma -. Si te encuentro Sean, te tiro por las escaleras.

Refunfuñando, cerró su bata y se encaminó hacia su habitación mañana hablaría con su hermano menor para que le devuelva el libro. Llegando a paso lento, alumbraba el camino con su celular en los lugares que las cálidas luces de la casa no llegaban. Abrió la puerta, dejó su bata en el perchero y se sentó en el sillón debajo de su ventana a observar el patio trasero de la mansión y cómo el sol comenzaba a darle una leve sombra. Suspiró debido a lo poco que durmió, esperando que no haya sorpresas en el día.

Pero todo se vio arruinado cuando la hora marcó las siete, con Evie sin haber dormido, Christopher tocó suavemente la puerta y ella abrió sin esperar, el mayordomo se sorprendió pero sonrió y avisó que su padre la esperaba a desayunar junto con Amber. La mujer agradeció y, con una reverencia, el mayordomo se marchó.

Evie cerró la puerta y se dirigió al baño para darse una ducha y poder despabilarse. Cuando terminó, se vistió con la misma ropa del día anterior y rápidamente bajó al comedor principal. Vio a su padre algo más animado conversando con su hermana y alguien más que no había visto todavía, lo saludó y lo abrazó para luego girar su vista y ver a la persona que menos esperaba: Erin Payne.

Las Huellas del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora