Capítulo I

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Su desaparición había afectado a muchísimos, Willow era conocida en la ciudad como una joven radiante y llena de energía; a sus 19 años de edad ya se había ganado el corazón de todos. Evie, la mayor de los Burn, estaba en el extranjero cuando sucedió, lo cual la lastimó muchísimo, no pudo siquiera despedirse. El incidente fue hace unos meses y no había decidido si volver a su hogar o lamentarse allí.

Mientras tanto, en la casa la situación estaba tensa. El señor Burn no se permitió sentir dolor o tristeza y se mantuvo ocupado en el trabajo, dejando de lado la familia. La perdida de una hija lo afectó demasiado; el personal estaba realmente apenado, Willow era un sol con ellos y la amaban. Pero debían mantenerse fuertes para ayudar a los demás hijos Burn. Entre ellos, Amber, que era la más cercana a Willow y se encontraba distanciada de Erin y del resto de la familia Payne. E inclusive de su propia familia; Isla decidió intentar animar a la familia. Siempre que podía hacía la comida para todos, pero su padre vivía encerrado en sí mismo.

El integrante más joven de la familia, Sean, se obligó a superarlo. Él seguía en el colegio, pero pasó a ser "el hermano de la desaparecida". Se concentró en seguir sus estudios, con la esperanza de que Willow algún día volvería.

Pero pasaron los meses y las esperanzas fueron perdiéndose poco a poco. La investigación policial fue declarada inconclusa por falta de evidencia y la tensión en la casa aumentó a tal punto que Theodore casi ni salía de su oficina.

Fue para el año de su desaparición, que Evie decidió afrontar la verdad y volver a su hogar. Su equipaje estaba preparado y ya había pagado al arrendatario por ese mes, solo quedaba esperar por el taxi que la llevaría al aeropuerto.

El viaje y el vuelo fueron de maravilla; Evie durmió en todo el recorrido y, apenas arribaron, una dulce señora a su lado la despertó. En la puerta del aeropuerto pidió un taxi y este la alcanzó hasta la mansión Burn.

Bajó y se despidió amablemente del taxista, para luego apreciar su hogar. Las enredaderas que en su tiempo solo llegaban hasta las ventanas de la planta baja, ahora alcanzaban el alto del segundo piso, adornándola con flores rojas y amarillas.

La casa tenía un tono desalineado, pero las plantas del patio frontal seguían parejas; los jardineros seguían contratados, supuso. El camino de tierra que había, fue suplantado por piedras y arbustos a los lados. Los marcos de las ventanas parecían viejos, como si hace añares no tenían mantenimiento.

Decidió tocar la puerta porque no tenía llaves y un rostro familiar la recibió: Christopher, el mayordomo principal y el más amigo de toda la familia. Apenas se vieron se abrazaron con fuerza.

-¡Joven Evie! -exclamó el mayordomo -. ¡Que bien se encuentra!

-Igual digo, Chris -dijo y sonrió de manera leve y entró en la casa -. ¿Se encuentra mi padre?

-El señor Burn se encuentra en su oficina. Pero debo avisarle que no suele salir de allí -dijo -. Pero pase a verlo, estoy seguro que le cambiará el ánimo. Permítame que lleve su equipaje.

Evie lo dejó suavemente en el piso y el mayordomo lo levantó, para luego despedirse con la mirada y subir hacia el primer piso. Ella, determinada, siguió en la primera planta, pasando por debajo de la escalera principal hacia la oficina de su padre. De manera lenta, con miedo, tocó la puerta; no se esperaba que un desalineado hombre saliera enojado a quejarse por molestarlo, pero, al notar que era su hija que hace muchísimo que no veía, se acomodó un poco la corbata y la abrazó con amor.

-¡Evie! -soltó con asombro -. Te extrañé muchísimo. ¡Cuánto cambiaste! -dijo luego de separarse y mirarla de pies a cabeza -. ¿Cómo estuviste allí?

Las Huellas del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora