Глава девять

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Capítulo nueve.



Se escabulleron entre los túneles en una fila, pegados a la pared y siguiendo a Mike. Sin mirar atrás, siguiendo el estambre en la pared y escuchando los gruñidos del ogro a sus espaldas.

—Vamos, ya estamos cerca —gritó Mike, cuando vio la oscuridad de afuera.

Cruzaron el hueco del principio y salieron al exterior, pero no podían bajar rápido porque estaba muy alto y peligroso.

Los cinco se detuvieron sin saber que hacer, escuchando como el ogro se abría paso entre las piedras de su escondite para alcanzarlos.

—Ya casi es de día, estaremos a salvo —clamó Sparta, con la respiración agitado.

En efecto, el cielo comenzaba a aclararse poco a poco, pero el sol aún no salía.

—"Casi" no es suficiente —respondió Flex—. Vamos.

—Esperen —los detuvo Javier cuando estuvieron a punto de bajar—, tenemos que escalar. Mientras más alto estemos, más pronto el sol nos va a iluminar.

Todos alzaron la cabeza por instinto; faltaban varios metros para llegar a la cima de la montaña, pero la idea funcionaría. Una vez con el sol iluminando, el ogro estaría indefenso.

—Buena idea —aclamó Mike, volteando a verlo. Y, a pesar de la dura situación en la que estaban, sonrió.

El impacto de las rocas les recordó donde estaban. El ogro estaba cada vez más cerca de ellos.

—Vamos —exclamó Flex de nuevo, a lo que todos empezaron a escalar entre las rocas.

Todos excepto Raptor, él se quedó de pie con los nervios agitándolo, pensando qué hacer. Otro gruñido del ogro lo sobresaltó y, finalmente, los siguió.

—¡Espérenme! —gritó mientras se apresuraba a alcanzarlo.

Las rocas iban en subida, formando unos especie de escalones, por lo que no eran tan difícil subir. Pero el esfuerzo físico combinado con el cansancio de varios días, les agotaba.

De pronto, las piedras se sacudieron fuertemente y, seguido de eso, escucharon un gruñido más fuerte que todos los demás hasta el momento. El ogro se había liberado. Y gracias a su olfato, descubrió donde estaban los cinco chicos.

Ya llevaban una gran ventaja, pero el ogro escalaba más rápido que todos ellos. En tan solo dos pasos, había recorrido casi la mitad del camino que ellos habían hecho.

—¡Ahí viene el ogro! —alertó Sparta, aunque todos ya lo sabían.

Faltaba poco para llegar cuando, en un movimiento en falso, Raptor se resbaló y no alcanzó a sostenerse. Quedó colgando, a punto de caer del precipicio.

—¡No! ¡Ayúdenme, auxilio! ¡Ayuda, socorro! ¡Ayúdenme!

Los demás se detuvieron, pensando si deberían regresar a ayudarlo o no. Mike, en cambio, no lo pensó demasiado y bajó hasta donde estaba el príncipe Raptor.

Le tendió la mano para ayudarlo a subir. Una vez recobrado el equilibrio, Raptor sacudió su ropa y le lanzó una mirada despectiva al rubio.

—Idiota —fue lo único que murmuró antes de seguir escalando.

Mike quedó sin comentarios.

—¡Mike! —gritó Javier para que no se detuviera, pues el ogro ya estaba casi debajo de ellos.

El Rey de la montaña ;; MikellinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora