1. El comienzo.

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Willow Smith:

Me levanté el domingo por la mañana. Por la ventana de mi cuarto se podía observar que el cielo estaba limpio de nubes, el sol brillaba con intensidad, la pareja que pasaba por en frente de mi casa trotando se detuvo al percatar mi mirada. Inmediatamente me sonrojé y me tiré al piso para que no me vieran. Se preguntarán porqué lo hago si me deben conocer, ya que supongo, son mis vecinos, pues no, no los conozco. Con mi padre y mi hermano nos mudamos hace menos de dos semanas, así que todavía no socializamos con nadie.

Decidí ir al baño para cepillar mi larga y lacia cabellera roja, retocar un poco mis enormes ojeras y lavar mis dientes. Até mi pelo en una cola de caballo y fui a mi armario para escoger lo que llevaría puesto durante el día de hoy. Escogí una pollera negra, una blusa blanca y unas zapatillas Converse clásicas. 

Cuando ya estaba lista bajé por las escaleras que daban al living, que por cierto, las paredes estaban pintadas de beige, el piso es de madera, el sillón más grande centrado en el medio, dando la vista frente al plasma. A sus costados dos sillones un poco más pequeños y una mesa ratona en el medio. Detrás de los sillones, las ventanas dejaban entrar los rayos del sol, iluminando la sala. Al observar a través de ellas, se podía ver el pequeño patio delantero con las vayas, marcando los comienzos de la casa. 

En la pared paralela a las escaleras por donde estaba bajando, un gran arco que llevaba a un vestíbulo en donde está la puerta principal y del otro lado, atrás, la que da al patio trasero. Atravesando el pasillo por su ancho, otro gran arco, semejante al anterior, que da a la cocina-comedor.

Al bajar, fui directo a la cocina, en donde estaba mi hermano desayunando junto a mi madre en el desayunador, mientras mi padre, estaba haciendo unos huevos fritos y tocino, como típicos americanos. En cambio, yo, abrí la heladera, saqué el agua y  la mermelada de fresa junto con el queso crema. Puse en la tostadora dos rebanadas de pan y fui directo a saludar a mis padres con una beso en su frente, mientras que a mi hermano, le saqué la lengua y él me imitó. Los dos reímos. a la vez.

-Buenos días, cariño.-

-Geniales.- sonreí contestándole a mi padre mientras sonreía para él. Sonó las tostadora e inmediatamente saltaron los trozos de pan. Los saqué y las unté con el queso y luego con la mermelada. Desaparecieron las dos en unos pocos minutos.  Cuando miré el plato, noté que quedaban pequeños restos de comida que se me habían caído, tomé uno y le apunte a mi hermano, -quien estaba distraído con su celular- para luego tirárselo en la cara. Éste cayó en el pómulo, justo debajo de su ojo, haciendo que se sobresaltase sobre la banqueta y provocando una carcajada a mi padre y a mí. 

-Debiste haberte visto, Ezra.- soltó mi padre, aún riendo.

- ¿Terminaste querido hermano?- pregunté con inocencia mientras me fulminaba con la mirada.

-¿Terminaste, querida hermanita?- dijo él haciéndome burla. Se levantó de su asiento ladeando su cabeza hacia la puerta. 

Rápidamente me paré, agarré las llaves y saludé a mis padres con un simple movimiento de manos, siguiendo los pasos de Ezra, quien iba saliendo por la puerta principal.

Mientras caminábamos por el vecindario íbamos observando las grandes casas que allí se ubicaban, hasta que llegamos a un pequeño parque y mi hermano decidió romper el silencio, el cual no era incómodo, al contrario, era agradable. 

-¿Estás ansiosa por comenzar las clases y así poder comenzar una vida nueva?

-No lo sé. Tengo miedo de ser juzgada como antes. 

-Pero antes no eras así. Ahora estas más radiante, con más vida.-dice dándome una pequeña vuelta, lo que me provoca una sonrisa.- Aparte si alguien te hace algo, yo estaré allí para cuidarte, no como antes, cuando íbamos a diferentes institutos. 

Volviéndote locoWhere stories live. Discover now