Capítulo 4

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-Y yo se como abrir una puerta sin tener que romper el vidrio- Dije regresándole la sonrisa y sacando una horquilla de mi cabello

Agachándome puse la horquilla donde debería ir la llave y empecé a moverla de un lado a otro hasta que al fin logré abrirla, por suerte el auto no tenía alarma. Yo pase hasta el asiento del acompañante y Leila comenzó a arrancar y a enroscar cables que sacaba debajo del volante. En un momento veíamos que unas luces se acercaban y el auto no encendía, empezamos a ponernos nerviosas, cada vez se acercaban más hasta que una camioneta se estacionó frente nuestro.

Vimos que de esta salieron dos hombres con un raro tipo de armas con un liquido azul brillante en ellas. Cada vez se acercaban más hasta que terminó cada uno en las puertas a nuestro lado.

Leila no paraba de intentar conectar los cables para que encendiera el motor, pero no lo lograba.

Estábamos perdidas, ya no saldríamos de esto... Nos matarían.

Los hombres tomaron sus armas y las apuntaron hacia el vidrio, estábamos muertas, no saldríamos vivas de esto. De pronto la camioneta se encendió en llamas y explotó, por suerte esta estaba a unos cuantos metros nuestro, pero los hombres que estaban dentro de la camioneta lograron escapar con vida. De un momento a otro empezaron a aparecer personas que luchaban contra ellos, pero no eran personas... eran infectados. Todos los dones luchaban contra los "portadores de armas", a muchos les disparaban y terminaban en el piso, inmóviles, nosotras no podíamos solamente sentarnos a mirar, debíamos luchar, y eso haríamos.

Bajamos corriendo del auto para ayudar a todos los infectados, yo comencé a luchar contra un hombre que al ver un mechón que salía de mi gorro se sorprendió, podía verlo en sus ojos, aprovechando la distracción que ocasionaba le arrebaté el arma y acomodé ese mechón en su lugar. Ya que la tuve en mis manos decidí subir al techo del auto y apuntar hacia donde estaban luchando, todos quedaron quietos y me prestaron atención, ya que era la única que tenía un arma, bueno, la única viva, ya que el otro hombre que tenía un arma estaba tirado en el suelo, negro como el carbón.

Apunte hacia un hombre y le disparé justo en el pecho, luego al último hombre lo apunté y decidí ver como se desesperaba, solo un poco.

-¡No! Espera, no lo hagas- Dijo el hombre rogando

-¿Y por qué no tendría que hacerlo?- Le dije con todo mi odio apuntando con mi mano libre a todos los infectados tirados en el suelo

-Porque yo puedo ayudarlos...- Dijo pero lo interrumpí

-Después de matar a todas estas personas ¿En qué podrías ayudarnos?- Le grite con rabia

-Puedo ayudarlos en lo que quieran, a escapar, conseguir armas, lo que quieras- Dijo el hombre gritando desesperadamente

-¿Ustedes que dicen?- Les pregunte calmada a todos los infectados

-¡Aprovechémoslo!- Gritó un chico con cabello verde

-¡Mátenlo, no merece vivir, miren a todos los que perdimos!- Gritó una chica con cabello azul

-Todos tienen un buen punto, pero debemos elegir ahora, los que estén a favor de matarlo levanten sus manos- Dije mirando a todos

Vi que la mayoría levantó sus manos, así que preparé mi puntería hacia su cabeza, estaba lista para disparar.

-¡Espera!... Les daré la cura- Dijo el hombre ya rendido

-¿Qué cura?- Dije interesada

-Una cura para que ustedes vuelvan a la normalidad- Dijo mirando con asco a todos los infectados

-No lo se...¿Qué les parece a ustedes?- Les pregunté a todos

-No- Dijo uno de cabello blanco y rojo

-¿Quién eres tú para decidirlo?- Dijo una chica con cabello rojo, verde y blanco señalándome

-Es la infectada más poderosa- Dijo Leila sonriendo

-¡Claro que no! Yo soy la infectada más poderosa- Dijo otra vez la chica

-Claro que si... Meg, sácate la gorra- Gritó Leila sonriendo

-De acuerdo...- Dije tomando la gorra entre mis manos, a ver si les gusta lo que ven

En cuanto saque lentamente mi gorro vi muchas caras de asombro, y miles de susurros, llegué a escuchar algunas palabras y frases.

-Increíble, esto no puede ser posible- Dijo la chica de cabello rojo, verde y blanco

-Lo es...- Dije yo nerviosa

Baje lentamente del auto para poder hablar frente a frente con esa chica, pero una vez que bajé todos comenzaron a arrodillarse frente a mí, no sabía que pasaba, así que mire a Leila que iba acercándose a mi.

-¿Qué está pasando Leila?- Le pregunte sorprendida y confundida

-Eres las más poderosa infectada, ellos te están mostrando su respeto, eres como una diosa para ellos- Dijo alzando ambos hombros

-De acuerdo... por favor levántense, por favor- Dije mirando a todos arrodillaos frente a mi

Inmediatamente todos comenzaron a levantarse, hasta quedar de pie frente a mí.

-Quiero que me traten como a una más de ustedes, ¿Está bien?- Dije mirando a todos

-¿Por qué quieres eso? Yo amaría estar en tu lugar- Dijo la misma chica de cabello rojo, verde y blanco

-Primero ¿Podrías decirme tu nombre?- Le pregunté a esa chica que ya no me caía tan bien

-Me llamo Alisa- Dijo sonriendo un poco

-Bueno Alisa, me encantaría regalarte mi lugar, pero creo que no se puede- Dije haciendo una mueca

-Pero ¿Por qué no quieres ser nuestra diosa?- Preguntó ella un poco confundida

-No lo sé... supongo que no es lo mío, prefiero ser una más entre ustedes- Dije sinceramente sonriendo

-Entendemos... discúlpanos- Dijo un chico con cabello blanco

-Está bien, no hace falta disculpas aquí, lo que importa es saber si queremos o no el antídoto- Dije recordando el punto central de todo esto- Levanten la mano los que quieran el antídoto

Al ver que nadie levantó su mano, buscamos una soga para amarrarle los brazos y las piernas, dos pañuelos, para la boca y los ojos. Leila tuvo la idea de ir hacia nuestra cabaña, así que todos estábamos yendo hacia allí. Dejando al hombre en medio del camino a su suerte.

Una vez que llegamos, vi el candado roto. Buscamos algo para poder cerrar la puerta, pero no encontramos nada. Decidimos que un grupo iba a hacer guardia por una hora, otro grupo otra hora y así toda la noche, para que todos podamos dormir. Decidimos mover la camioneta hacia la parte de atrás de la casa, para que nadie sospeche.

Entrando a la cabaña nos preparamos para dormir en el living cerca de la chimenea, así que bajamos mantas y almohadas de las habitaciones de arriba para ponernos cómodos, no éramos tantos, contándome éramos treinta y dos infectados. Había que decir que era una cabaña grande, sino no podríamos haber entrado todos allí. Cada grupo estaba conformado por cuatro personas, todas con los dones más variados posibles.

Ya era de noche y había llegado nuestro turno, Leila estaba conmigo y con otros chicos charlando de cómo eran nuestras vidas antes de contagiarnos, hasta que en un momento escuche algo.

Prohibido Infectarse ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora