"I see the bad moon a-risin'
I see trouble on the way
I see earthquakes and lightnin'
I see bad times today"
"Veo la luna mala saliendo
Veo problemas en el camino
Veo terremotos y relámpagos
Veo malos tiempos hoy"
Bad moon rising estaba sonando como alarma en mi smartphone. Incrédulo, empecé a abrir los ojos para cerciorarme de que no era un sueño. Esa mujer siempre había gozado el configurar todo en mi vida como ella quería. La luz del día me hirió en castigo a mi imprudencia, distraído de buenas a primeras, priorizándola a ella en mis pensamientos. Un par de lágrimas obligadas lubricaron pobremente mi vista, y poco a poco me incorporé en la cama haciendo un análisis de todo este ritual tormentoso.
"-No debería seguir en mi papel de perro devoto. -" pensé, apagué la alarma, y me percaté asombrado que era la una de la tarde. La insólita pista con la que me desperté era parte del repertorio de pistas que se reproducía en mi teléfono gracias a ella. No pude evitar pensar en los gustos musicales tan raros que tenía. Otro par de lágrimas quiso sanar mis ojos: esta vez fue porque aún me deslumbraba el recordarla...
"-Y dale, perro devoto... -"
Una fresca ráfaga de viento distrajo mi atención hacia el claro paisaje urbano. Me acerqué a la ventana atraído por lo encantador que lucía pese al ajetreo incrementado por las fiestas decembrinas. Mi mente divagó en las delicias que abundan en los mercados en honor a estas fechas, y pasando y repasando opciones de pronto sonreí forzosamente al recordar que hoy se cumplía un año de su partida. Presionado por mi deber devoto para honrar mi promesa, en honor a lo que vivimos, suspiré para aliviarme un poco de esa carga tan pesada que era ser alguien formal y llevar a cabo todo sin importar que el mundo se derrumbara.
Un cálido rayo de sol inundó mi ser de esperanza. Esa era la señal que me dio la fuerza que necesitaba. Así, puse música de bollywood, preparé un ambiente indostánico de incienso, me desvestí, dejé mi ropa en un rincón y fui hasta la regadera con el afán de tomar una ducha relajante, del modo y estilo que hacía tiempo no ponía en práctica, evocando una a una las caricias, los besos y los suspiros... motivándome así para festejar este día, loco de amor y de deseo por ella y por su existencia, ardiendo de ganas de hacer nuevamente todo aquello.
Mi dulce amor, mi toxico mal, mi inherente karma tormentoso...
Solo fruncia el ceño en una fatal combinación de éxtasis y dolor al revivir cada detalle. Excitado, herido y confuso, me estremecí de golpe y aterricé nuevamente en mi realidad. "Es curioso" (Cómo comenzaría sus frases misteriosas mi colega de la universidad) que todo ese dolor y fatiga del pasado se pueden volver más tolerables en un momento, sin más, sin pensarlo. El agua caliente recorría mi cuerpo, llevándose lejos al menos por unos segundos los rastros de mis recuerdos placenteros, salvajes y prohibidos con ella. Era como si ella volviera a tomar mi mano, volcar mi corazón y darme un soplo de vida, pero al mismo tiempo me quitara todo eso y me diera un poco de consuelo para compensarme por haberme herido tanto.
Un chorro de agua helada me sacó de mis pensamientos. Salí de la ducha con más energía, respiré aliviado por primera vez en meses y elegí el traje más nuevo para usar, pese a que estaría todo el día en casa, trabajando. Tal vez era magia, pero volví a sentirme yo.
Estaba hambriento. Fui a la cocina y con emoción infantil me puse a hurgar en el refrigerador. Saqué unos huevos, leche, mantequilla y soda transparente de cereza. Cociné como un maniaco los huevos, tosté el pan con mantequilla y comencé a hacer café negro. Mientras vigilaba todo, bebí la soda con voracidad. Se me hizo divertido imaginar la cara que pondría ella al verme hacer esto como una esmerada bestia.
Pero cuando todo estuvo listo, puse la mesa, serví y decoré todo con la filosa vanidad del anfitrión que espera invitados importantes y me dediqué a mi mismo el modesto y orgulloso resultado. Comí con ansias, gusto y ganas todo aquello. Acompañé el pan con mermelada, alterné los bocados entre el café amargo caliente y leche fría, y culminé mi festín más que agradecido, pero no satisfecho.
De la misma forma, me apresuré a limpiar todo. La música se escuchaba en el raro ambiente de mi morada, y la serena voz de Arijit me hizo anhelar la belleza e inspiración de ella... de Ruth. De mi amor.
"Tum mere ho iss pal mere ho
Kal shayad yeh aalam na rahe
Kuch aisa ho tum tum na raho
Kuch aisa ho hum, hum na rahein...
Yeh raaste alag ho jaaye
Chalte chalte hum kho jaayein..."
"Eres mía en este momento
Puede que mañana ya no sea así
Puede que pase algo que haga que tú cambies
Puede que pase algo que haga que yo cambie
Quizás nuestros caminos se separen
Quizás nos perdamos de vista mientras caminamos"
Aún con hambre (Ahora emocional), busqué en la alacena todas las cosas que pudieran llamar mi atención. Mi botín consistió en papas fritas, galletas de naranja, jamoncillo de piñón, surtido de nueces y frutos secos y un chocolate blanco.
Me dieron ganas de beber. Recordé que aún tenía la botella que me regaló ella y la saqué con cuidado del rincón de mis cosas predilectas. Cargando con todo mi botín entré en mi habitación y dejé todo en el escritorio. Luego, miré al extremo opuesto y el antiguo baúl se alzó ante mí como un magnífico titán. Antiguo y contemporáneo. Terrible, doloroso y extraordinario. Quise por un instante dejar de lado la labor que le prometí a Ruth que llevaría a cabo, pero seguí adelante. Volví a poner esa canción de Arijit. Ruth no era mía, nunca fue mía. Dormimos juntos, la amé, quise una vida con ella. Esa idea fue mía, pero no de ella. Cambiamos, y nos separamos.
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La colina del recuerdo
FantasíaEmpezó con un cielo gris, cubierto de nubes, anunciando el preludio a la tormenta. De pronto mi mirada se desvío a una chica de unos 18 años que estaba muy cerca de mí. Contemplaba el cielo con mucho anhelo y misterio. Sin más, la lluvia empezó a ca...