Capítulo 36

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Paula se encontraba sentada en su cama con la mirada perdida. Se sentía triste, sola, sin ganas de nada. No había vuelto a salir de su habitación en todo el fin de semana desde lo sucedido con su marido la noche del viernes. Ni siquiera se había molestado en volver a vestirse. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tenía hacerlo? Simplemente decidió cubrirse con su bata de seda para ocultar los hematomas aún visibles en su blanca piel. Por un lado, no quería recordar ese horrible momento cada vez que veía su reflejo en el espejo y por el otro, también evitaba la mirada compasiva y llena de pena que le dedicaba su empleada cada vez que le llevaba algo.

Ese domingo estaba siendo uno de los peores días de su vida. Ya no aguantaba un minuto más allí dentro, pero tampoco se animaba a salir y volver a enfrentarse a esa persona que decía amarla cuando en realidad lo único que quería era someterla. Era tal su desengaño que apenas comía a pesar de que Mirta le llevaba cada día tanto el almuerzo como la cena. Tampoco había dormido demasiado. El miedo continuo a que Andrés irrumpiera de nuevo en su cuarto la mantuvo alerta durante toda la noche del sábado impidiéndole así conciliar un sueño pacífico. Afortunadamente, él la dejó tranquila. Después de todo, ya había conseguido lo que buscaba.

A pesar de su esfuerzo, nada evitaba que pensara una y otra vez en lo que Andrés le había hecho. Aún podía sentir las fuertes manos de él sobre su cuerpo marcándola, forzándola a sentir algo que no era capaz... Lastimándola. La actitud posesiva que le había visto durante la cena y la conversación que lo había escuchado tener con alguien sobre unas fotos de ella, la habían asustado tanto que ya no pudo pensar con claridad. Aterrada por lo que podría llegar a ser capaz de hacerle a Facundo si confirmaba que efectivamente le había sido infiel con él, había hecho que terminara ofreciéndose voluntariamente para que la poseyera como nunca pensó que haría.

Rompió en llanto cuando la imagen de Facundo volvió a ocupar sus pensamientos. Su solo recuerdo la hacía sentirse horrible con ella misma. Porque podía estar casada con Andrés, pero tanto su corazón como su cuerpo le pertenecían por completo a él y ella había dejado que alguien más lo profanara. Nunca necesitó tanto de la calidez de sus brazos como en ese momento. A su lado, era el único lugar en el que se sentía segura. No obstante, todo había cambiado y tenía mucho miedo. ¿Qué haría él cuando le contara lo que había tenido que hacer con su marido? ¿Cómo haría para decírselo si no toleraba siquiera la idea de que sufriese por su culpa? Solo pensar en el dolor que eso le provocaría la devastaba. No se merecía su amor. ¡No se merecía nada!

Unos golpes en la puerta la sobresaltaron, pero se relajó de inmediato al oír la voz de su empleada del otro lado. Impaciente, la llamaba con insistencia. Miró su reloj y la sorprendió percatarse de que aún faltaba un rato para la hora de la cena. Se incorporó sin ganas y caminó hacia la puerta que en ese momento volvía a ser aporreada por aquella mujer.

—¿Qué pasa, Mirta? ¿Por qué tanto apuro? —le preguntó con exasperación luego de abrirle.

Pronto, sus ojos se dirigieron a la cartera que ella sostenía en su mano. Era la que había usado el viernes, la que contenía su celular y que, desde entonces, había quedado olvidada en la planta baja. Volvió a mirarla, esta vez prestando atención a su mirada. Ya no había pena en sus ojos sino una determinación que nunca le había visto antes. Se hizo a un lado para que pasara y cerró la puerta. Parecía nerviosa, como si estuviese a punto de cometer un grave delito.

—Vine a ayudarla, señora. Por favor vístase. El señor ya se fue a jugar a las cartas con sus amigos como todos los domingos así que es su oportunidad para salir de acá. Julio la espera en la entrada con su auto listo —le dijo a la vez que le entregó la cartera.

—¿Qué? No te entiendo. ¿Quién es Julio?

—Es el guardia de seguridad, señora. Se sintió muy culpable por haberla delatado el otro día y cuando le conté lo que el señor le había hecho, decidió ayudarla también. Por favor, tenemos que apurarnos y hacerlo antes de que llegue su relevo.

Bloque de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora