Segundos y Primeros

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Día 3

Hoy he sido invitado a una cena con George Hamilton, un adinerado estudioso, es en esta fiesta donde pienso usar el reloj de bolsillo que sigo sin saber como llegó a mi escritorio, tal vez pienso mucho en eso, creo que he pasado tanto tiempo solo que necesito a alguien para hablar además de este maldito diario.

Los soleados rayos de sol caen sobre la hermosa ciudad de Londres, caminando por la calle en busca de la dirección para la cena, saco el reloj de  mi bolsillo, sin embargo las manecillas no se mueven, desconozco hace cuanto tiempo ha estado así, busco la forma de repararlo, aún sin saber cómo, logro hacer que las manecillas corran, sin embargo sigo sin saber la hora, entro a una cantina cercana para ver el reloj, los jóvenes y adultos que se encuentran ahí bebiendo me miran de forma extraña, al parecer no es usual que alguien con mi vestimenta entre a ese tipo de lugares, el reloj del lugar marca las 6:30 de la tarde, tomo de mi bolsillo el reloj, sin embargo al abrir el reloj miro a mi alrededor y un veloz vehículo cruza a mi lado, ningún hombre a mis alrededores parece usar siquiera los harapos de las personas menos beneficiadas, todos parecen usar pantalones parecidos a los usados por los mineros, tal vez, de alguna forma, llegué a algún pueblo minero, entre tanta extrañeza un par de hombres me observan, mientras yo los miro este par de hombres se comienza a acercar a mí, al llegar a una distancia considerable, me toman de los brazos.

-Usted vendrá con nosotros.
-Disculpen caballeros pero, ¿Cuál es el problema?
-Ha cometido un crimen muy severo, que debe ser castigado.
-¿Que?, yo no he hecho nada malo.
-Eso cree usted.

Logro soltarme de ese par de hombres y corro para dejarlos atrás, mientras ellos me persiguen y la adrenalina me recorre, recuerdo qué fue lo que me trajo hasta aquí, lo último que tomé fue el reloj, lo saco de mi bolsillo y lo presiono para volver a mirar a mi alrededor y descubrir que lo que me rodea son los jóvenes y adultos que se encuentran ahí bebiendo mirándome con extrañeza.

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