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Miradas cruzándose. 


Retornando a mi hogar te crucé. No es que lo haya estado planeando. Bueno... quizás un poco. Tal vez demasiado. No hay excusas, lo sé. Pero de verdad quería verte de cerca y detallarte aún más y mejor. Sin embargo, nuestro encuentro fue fugaz, como la suave brisa que remueve las hojas, durante los calurosos días de verano.  

Tus ojos me miraron, y yo sostuve tu mirada. Sonreíste alegremente y seguiste tu camino. Fue tan sólo un segundo, que cuando mi cerebro comprendió el mensaje, me encontré parado en medio de la vereda con una sonrisa de adolescente enamorado, acompañado de unas rebosantes mejillas sonrojadas. 

Alegraste mi tarde ese día. 

Ingresé a mi edificio, y mientras iba en el ascensor, no paraba de rememorar aquel momento. Tienes una sonrisa única, musa mía. Tu sonrisa podría incluso iluminar hasta los días más grises de mi existencia. 

Al llegar al correspondiente piso, el ascensor abrió sus puertas. Salí rápidamente, al mismo tiempo que buscaba las llaves del apartamento y maniobraba para sujetar bien las bolsas y que no se me cayeran. 

Una vez dentro, acomodé todas las compras que había hecho, impresionantemente en un tiempo récord. Tenía la necesidad de escribir sobre ti, esa es la razón. 

"Ser de rubios cabellos, que con tus hipnotizantes ojos atrapas a cualquiera que se cruce contigo. Ser angelical de belleza singular, que nadie diga que no eres alegría. Transmites paz con solo mirarte. 

En la lejanía te detallo, como el gran espectador que soy, a la espera de un nuevo gesto que me haga suspirar de amor. Musa mía de sonrisa tímida, que con alegría recibe nuevas experiencias en su vida. 

¿Alguna vez has sentido lo que yo siento por ti? ¿Te has dado cuenta de que te observo incluso al anochecer, mientras las estrellas colman el firmamento y tu te preparas la cena al ritmo del Jazz en el tocadiscos? 

Deseo tanto estar ahí y compartir ese momento contigo. Cualquier escenario se ve perfecto si es contigo"

Detuve mi escritura. Dejé que la lapicera bailara entre mis dedos. Apoyé el codo en la mesa, deposité mi rostro en la palma de mi mano y miré hacia afuera. Pronto atardecerá. Algunas aves van y vienen, embelleciendo la espléndida vista de la ciudad. 

Luego, las plantas que tengo en el balcón llamaron mi atención. ¿Cuándo fue la última vez que recibieron agua? Me levanté en dirección al fregadero. Abajo hay una alacena con puertas. Saqué una regadera y la llene con una cantidad justa de agua. Mis pobres amigas necesitan refrescarse un poco. El verano y el sol las deben estar matando. 

Al regar la última maceta de tulipanes, instantáneamente me di cuenta que mi musa ha regresado. Las puertas de su balcón están abiertas. El inusual viento fresco mueve grácilmente sus claras cortinas. El atril acomodado y las diferentes pinturas esparcidas por la mesa son lo único que necesito para saber que se ha inspirado nuevamente. 

Sus trazos son finos y suave, con una delicadeza única. El control en su mano es notablemente cuidadoso, como si su pintura fuese a ser la obra de su vida. 

Frena un segundo, gira el tronco y nuestras miradas vuelven a cruzarse. Esta vez tengo la oportunidad de regalarle esa sonrisa que le debía desde la tarde. No llego apreciar cuando sus ojos se iluminan y sus labios rompen en una gran sonrisa. Yo ya había regresado al interior de mi pequeño hogar. 

Un Balcón - StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora