Capítulo VIII

136 13 0
                                    

           

Una melodía me despertó, era mi teléfono, sonaba tan fuerte que me levanté de un salto, ¿Dónde lo había metido? busqué entre la ropa de una silla que estaba en la esquina de la habitación, -¡Un momento!- grité como si quien me estuviera llamando me escuchase- ¡Te encontré!- Exclamé al momento de verlo entre las sábanas. – ¿Diga?-

-Hija, llamo para avisarte que hoy llegaré un poco tarde, así que no podré ayudarte con tu tarea, dile a tu amigo que pase mañana si puede, los domingos sabes que tengo todo el día libre. Te amo, y ya levántate de esa cama.

-Está bien papá, te amo, cuídate- Colgué, eran cerca de las diez de la mañana, me metí en la ducha y me di un largo baño, lavé mi cabello, puse música a todo volumen y bailaba, no sabía que movimientos eran esos exactamente, pero yo decía que bailaba,  me puse unos shorts y una camiseta grande, ¡hoy es día de no brasier! Dije con mi cara victoriosa viendo aquel bra negro, desde la silla. Bajé y preparé algo de comer, -Tengo tiempo- dije, Harrison vendría a las tres, así que veré alguna que otra película. Siempre había tenido preferencia por las películas de terror y acción, ya que me daban algún tipo de emoción, eran interesantes a diferencia de las románticas, tan clichés y siempre con un final feliz, no mostraban nada real, todo era una mentira como todo en esta jodida vida.

Me quedé completamente dormida, papá decía que tenía anemia porque dormía como koala. El timbre no paraba de sonar, -¡Un momento!- Grité mientras me limpiaba la baba de la boca, que molestos, ¿acaso no tienen a quien molestar? Tenía una deliciosa siesta pero ya será para otro momento, ahora debo deshacerme de esta molestia humana que toca la puerta.

-¡Harrison!- dije sorprendida al abrir la puerta, lo había olvidado por completo, carajo toda la mañana pensando en este trabajo y me quedo dormida.

-Sabía que se te había olvidado, hice una apuesta conmigo mismo, gané- dijo sin más.

-lo siento, me quedé dormida esperándote, llegas tarde- dije tratando de ganar esa conversación.

-Sí, lo siento, al parecer llegué cinco minutos tarde- dijo viendo el reloj en su muñeca, era un hecho, había perdido esa conversación, sin más lo invité a pasar.

Vestía con un suéter gris y jeans, se veía bien a decir verdad, tenía el cabello desordenado.

Tapándome el pecho, porque logré darme cuenta de que no llevaba brasier, le dije que me esperara cinco minutos mientras me cambiaba, solo asintió y subí rápidamente, busqué entre mi ropa y opté por unos jeans negros y una camiseta gris con un agradable "I hate you" estampado, tomé mi chaqueta negra y mis botas negras, bajé y salimos de casa.

-¿Vives lejos?- pude preguntar, no sabía para donde iba, era tonto, debí haber preguntado eso hace mucho tiempo, felicidades Lyanna, capaz y te secuestran y tu como si nada.

-A unas calles de aquí, mis padres no están, llegan dentro de cuarenta minutos más o menos, así que los esperaremos.

-Bien- dije, - Mientras iremos planteando bien las preguntas, recuerda que hay que investigar más al respecto.- solo asintió y sonreía como si algo bueno le hubiera pasado, al menos alguien sonreía porque su vida era plena.

Llegamos, su casa era enorme, era hermosa a decir verdad, abrió la puerta y pasamos directo a la sala, pude notar un enorme piano en la esquina de la enorme habitación, y en las paredes, fotos familiares, con sus padres desde luego, pude notar en uno de esos cuadros, uno pequeño, con
un niño de ojos cafés y suéter azul comiendo un helado, o eso parecía, tuve que contener mi risa al darme cuenta que el pequeño era Thomas así que me senté en el sofá viendo aquel retrato minuciosamente, ¿tendría más fotos así? Porque yo no las tenía, perdí cada foto de cuando era niña al momento en que mis padres se separaron, pues en cada una de ellas aparecía Madisson, y papá no quería siquiera verla en retratos, así que se deshizo de ellas.
Thomas me brindó algo de beber, lo acepté pero no lo ingerí, no se sabe que pueda contener, no hay que confiarse demasiado.

-No voy a dormirte si es lo que piensas.-Dijo al ver mi reacción. –No soy un psicópata.

-Uno nunca sabe- dije mientras sacaba mi teléfono y trataba de evitar el incómodo silencio que se aproximaba.

Pude notar, que al lado del enorme piano, había una enorme estantería, repleta de libros, hermosos y gloriosos libros, analicé cada uno y para mi sorpresa, estaban varios que ya había leído, me acerqué y tomé uno, Hamlet de William Shakespiere, estaba sorprendida, pero quizás no era para tanto, de pronto su padre era amante de la lectura.-¿Son de tu padre?- pregunté, no pude evitarlo, yo y mi bocota.

-No, son míos, todos.-Dijo, me quedé atontada, por lo general los chicos de mi generación tenían otros intereses, como el fútbol, o alguno que otro deporte, pero la lectura no se acercaba siquiera a sus gustos. Pero él era un amante de la lectura, me había sorprendido debo admitir, una enorme estantería y todos eran de él, tenía que pedirle prestado algún libro, tenía que hacerlo, ya me había terminado los que mi padre me regalo hacía meses. Si íbamos a trabajar juntos, entonces al menos que tuviera la cortesía  de prestarme uno o dos, o seis libros, así que sin más, simplemente dije.- Préstame algunos libros- Solo eso.

-No.- Dijo viéndome a los ojos, otra vez lo estaba haciendo, pero qué molesto. ¿qué se creía con decirme "no", si no me los prestaba, los robaría.

-¿Qué?-

-Las cosas se ganan ¿no?- dijo mirándome desafiante, con que eso quieres Harrison.

-Préstame estos- Tomé tres de la enorme estantería, uno de Shakespeare y dos de Verónica Roth.

-Soy muy cuidadoso con mis libros, como tú lo eres con los tuyos; sé que te gusta leer te he observado, pero si quieres que te los preste, debes darme algo a cambio.- Dijo poniéndose en pie acercándose a mi.

-¿Qué quieres?- exprese ya irritada, últimamente me hacía enojar, nadie me había retado de tal forma.

-Tú teléfono.-

-No puedo darte mi teléfono, ¿qué usaré yo?-

-Muy graciosa, ese es mi precio—

-Ya no quiero nada- en efecto, no le daría el gusto. Vi su expresión de perdedor, y me dio algo de lástima, ¿y si le doy mi número? al fin y al cabo no es que lo use mucho.

-Te daré el número, pero solo porque me das lástima. – Rió ante mi comentario, le pasé el número con la intención de darle uno errado, pero se aseguró de que fuera el correcto, yo había ganado, ¿no?

Pasamos buen rato escuchando música, compartíamos algunos gustos, pero no me acostumbraría, entres más te acostumbras a alguien más rápido se va, Thomas me caía de cierta forma bien, era irritable como nadie, al parecer era un buen chico, pero no seguiría con esta tontería, después de terminar el trabajo volvería a mi eterna Soledad. Sus padres llegaron y comenzamos a realizarles las preguntas, terminamos de transcribir todo en un formato en su laptop una hora y media después, los padres de Harrison eran amables, creo que les di una buena impresión porque me dieron mucha atención, durante un momento creían que era algo más de Thomas, y fue algo muy incómodo.

-Solo somos compañeros de trabajo- añadí aclarando, su madre sonreía, vaya, tenía una hermosa sonrisa, la misma que Harrison, pude notar que tenía los ojos de su madre también y el porte de su padre, alto y con piel blanca.

Me dirigía hacia la puerta, se hizo de noche, creo que eran cerca de las ocho, así que decidió acompañarme hasta mi casa, emprendimos camino y durante algún tiempo hubo un largo silencio, hasta que él decidió romperlo.

-Entonces, ¿Tu padre ya habrá llegado?

-¡Oh cielos!, lo había olvidado, mi padre no podrá ayudarnos ahora, hoy llega tarde del trabajo- expliqué.

Ciertamente no preguntó por mi madre, así que deduje que ya sabía mi trágica historia. Pero estaba agradecida que no me lo recordara o hablara del tema, sabía que podría ser grosera si preguntaba sobre ello y pues...no quería serlo.

-Entiendo, entonces ¿Cuándo lo terminaremos?

-Puedes venir mañana, él está desocupado y podremos terminarlo.- dije mirando el cielo.

-De acuerdo- dijo mirándome, lo observe unos segundos y luego reaccioné –Basta- dije para mis adentros.

-Bien, llegamos, te espero mañana, ven en horas de la tarde como hoy.

Asintió y se marchó, fue un largo día, tenía hambre así que preparé algo de comer, un sándwich con jugo de naranja, me senté en el sofá y puse una película de terror para terminar mi sábado por la noche.

Hasta la última lágrimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora