Capítulo 1/2

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La alarma del móvil me taladra los oídos, las siete menos cuarto de la mañana, la paro y me quedo tumbada en la cama.
Casi no he dormido a causa de las palabras tan bonitas que Luis me dedicó la noche anterior, pero no puedo dejar que eso me supere, ahora no. Hoy tengo mi entrevista de trabajo y tengo que darlo todo, es el trabajo de mis sueños y no puedo permitirme meter la pata, luego lloraré, chillaré, me tiraré de los pelos y lo que haga falta, pero antes la entrevista.
Decidida a comerme el mundo aparto la negatividad de mi cabeza y me levanto de la cama, abro el armario y sé exactamente lo que me voy a poner.
Elijo una falda de tubo de color negro con chaqueta a juego y una camisa blanca muy sencilla, quiero dar una buena impresión, una impresión de lo que soy, una profesional de los pies a la cabeza. Cojo unas medias negras, miro y remiro los cuatro pares de tacones que tengo hasta qe decido ponerme los de aguja, y contenta con mi modelito me voy al baño.
Al entrar dejo las perchas con las prendas colgadas en el pomo de la puerta, me miro al espejo que hay sobre el lavabo y mi cara es un verdadero poema.
Unas ojeras de medio palmo adornan mis párpados inferiores, tengo los ojos hinchados por haber descansado poco y el pelo totalmente enmarañado. Pero no me preocupo, no es nada que una buena ducha y un poco de maquillaje no puedan arreglar. Y con las mejores intenciones del mundo me pongo manos a la obra.
Abro el grifo y cuando el agua sale calentita coloco el tapón para que la bañera se vaya llenando, mientras tanto, voy a la cocina y busco un pepino para refrescar mis ojos pero para mi desgracia no hay, lo sustituyo por un calabacin que a fin de cuentas viene siendo lo mismo, corto un par de rodajas, las pongo en un platito y regreso al baño nuevamente.
Dejo el plato con el calabacin sobre la valda que hay atornillada a la pared donde está la bañera, y que yo uso para colocar el gel, el champú y demás cosas de aseo personal, me giro, cojo el albornoz que hay colgado en la percha que está detrás de la puerta y lo dejo sobre el taburete blanco, junto al vidé, espero unos minutos más para que se termine de llenar la bañera y cuando ésta está lista, cierro el grifo y entro en ella, cojo las rodajas de calabacin, me sumerjo en el agua caliente y las pongo sobre mis ojos, es tal la paz que siento que creo que estoy a dos segundos de alcanzar el nirvana. Sin duda alguna, esta ha sido la mejor idea que se me ha ocurrido esta mañana. Irene uno, mala vibra cero.
Después de mi delicioso baño y con mi albornoz calentito puesto comienzo a desenredarme el pelo, mientras los hago, observo que las ojeras han desaparecido y me anoto otro puntazo para mí, me seco el pelo y lo peino lo mejor que puedo, (nunca he sido buena en eso). Me maquillo de forma sutil, ya que no me gusta parecer una puerta y ahora sí, llega el momento de ponerme la ropa.
Coloco la camisa, las medias negras y me embuto en mi preciosa falda de tubo, me perfumo un poco y me pongo la chaqueta, salgo del baño y cruzo la puerta que hay justo al lado para entrar en mi habitación, me calzo los tacones, doy un beso en la cabeza a Mini, que aún duerme sobre mi cama, cojo el bolso y el abrigo negro del perchero que hay a los pies de mi cama, avanzo a toda prisa por el pasillo hasta llegar al salón, me acerco al mueble, cojo la carpeta con mi mapa del tesoro y salgo de casa.

Llego al aparcamiento en el que está mi Ford fiesta, el pobre mío tiene más años que Matusalén, pero me lleva y me trae a todas partes y yo con eso me conformo. Abro la puerta y entro, me quito los tacones porque prefiero eso antes de que el coche se me vaya calando cada dos metros a causa del poco tacto en los pedales, meto la llave y después de un par de intentos consigo arrancar el motor, salgo del aparcamiento y me pongo rumbo al polígono.

A las ocho y cuarto de la mañana llego a mi destino, al fondo, veo un edificio con un cartel muy grande en el que pone: "Periódico Aguilar. " Ya tengo el sitio más que ubicado, y cómo tengo tiempo de sobra, me paro en la cafetería que hay a pocos metros para desayunar.

Entro y tomo asiento en una de las mesas del fondo, poco después, una chica se acerca para tomarme nota. Pido una tostada de paté y un café cortado, la chica se marcha y mientras mi desayuno llega, reviso el currículum por última vez.
Todo en orden, ya sólo queda que a quien le competa esté tan de acuerdo cómo yo.

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