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¡Estoy de los nervios! ¡Hoy es mi primer día y aún no sé ni lo que tengo que hacer! Lo mismo me ponen a sacar fotocopias. No, ¡qué horror! Prefiero no pensarlo.
De Luis cero noticias, no sé nada de él y siendo sinceros, a estas alturas me importa lo que viene siendo un pimiento.
Termino de arreglarme y ponerme divina para mi primer día en el periódico, desayuno una tostada y un café rapidito y salgo de casa, no sin antes despedirme de mi compañera de vida.

Aparco el coche en el parking y entro al periódico, Pedro me está esperando, nada más entrar me comunica que me dirija a recursos humanos para hablar con Lola y que ella, me pondrá al día de todo.
Cómo una bala me dirijo al despacho de Lola, toco a la puerta y entro.
-Buenos días. - Digo con una enorme sonrisa en la cara.
-Buenos días Irene. - Responde ella invitándome a tomar asiento. - A ver, tengo que explicarte en qué va a consistir tu trabajo. - Dice abriendo un archivador que hay sobre el escritorio.
Lola comienza a sacar papeles de él a enseñarme documentos y me explica, que mi función es redactar las noticias más importantes que pasen en Sevilla. O sea, yo soy la voz de los periodistas que cubren los casos.
Miro y remiro cada uno de los papeles que Lola me muestra y me encanta, me encanta ser la voz que informa al pueblo por así decirlo.
Durante el resto de la mañana, se dedica a enseñarme todo el periódico, todas y cada una de las secciones de las plantas que tiene, incluyendo la cafetería. Hasta que al fin llegamos a la cuarta y última planta. Tomamos el pasillo de la derecha, paramos frente a una puerta blanca, Lola me mira y sonríe y yo me huelo el cuento.
-¿Mi despacho? - Pregunto con una gran sonrisa. Ella asiente con la cabeza y me invita a abrir la puerta, lo hago sin titubear y al fin observo cual será mi puesto oficial.
Al entrar una gran mesa blanca me recibe acompañada de un sillón de cuero el que por cierto, parece muy cómodo, sobre la mesa hay un portátil, una impresora, un lapicero y todo lo necesario para desempeñar mi trabajo. A la izquierda, una estantería con los archivadores perfectamente colocados y dispuestos para ser usados.
-Bueno, te dejo que te instales, y bienvenida. - Dice Lola antes de marcharse.
Me quedo en mitad del despacho observándolo todo y sin creerme aún la suerte que tengo. Dejo el bolso y el abrigo en el perchero que hay junto a la puerta, camino por toda estancia observando los detalles que antes habían escapado a mis ojos.
La maceta pequeñita con flores blancas sobre la mesa, las cortinas blancas decoradas con flores negras, el paragüero junto a la puerta... Mi vista se detienen nuevamente en el sillón, me acerco a él, lo acaricio, es suave, muy suave, y al fin tomo asiento. No me sorprende ver que es aún más cómodo de lo que yo pensaba. Enciendo el portátil y comienzo a examinar carpetas para ponerme un poco al día. Estoy totalmente entregada a la causa cuando el teléfono suena, doy tal salto que casi me caigo del sillón, con el corazón acelerado por el susto que me acabo de llevar respondo.
-Despacho de Irene Rueda, ¿en qué puedo ayudarle? - Digo emocionada.
Desde el otro lado se presenta una tal Margarita que me da las pautas para que redacte la noticia que saldrá en el periódico de mañana, ni qué decir tiene que estoy cómo loca por empezar a escribir, segundos después, un mensaje llega al correo de mi ordenador, informo a Margarita de que la información me acaba de llegar, me despido de ella amablemente y me meto en faena.

A la hora del almuerzo tomo el ascensor para bajar a la cafetería, algunos compañeros se acercan a mí curiosos para conocerme y entablar amistad. Me invitan a sentarme con ellos para conocernos mejor, yo acepto encantada y la verdad, es que me siento bastante cómoda, tienen pinta de ser gente muy campechana, incluso Alba, que pese a su pinta de pija repelente parece una chica estupenda.

Son las nueve y media de la noche cuando acabo mi jornada laboral, a estas horas poca gente queda en el periódico, me despido de Pedro y me marcho.
Camino por el parking en busca de mi coche, subo en él y después de cuatro o cinco intentos al fin arranca y me marcho a casa.

Simplemente tuya. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora