Había una vez...

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En un reino muy lejano, se encontraba una escuela a donde príncipes y princesas de todo el mundo asistía, sólo la realeza y la nobleza asistía a tan prestigiosa escuela.

SeHun siendo el Príncipe y heredero del Dorado, no era la excepción, con una gracia sin igual, elegancia y belleza que otros envidiaban, se había convertido en el más querido de entre todos los que asistían, los sabios se sentían orgullosos de él, pues todo lo que le enseñaban lo aprendía y mejoraba.

Se sentía como el Rey de todo siendo él, otro como tantos, pero todo esto se acabó cuando un chiquillo sin título se presentó en tan prestigiosa escuela que debía solo albergar a los nobles y a los herederos.

El príncipe Oh SeHun lo odió desde el primer momento, no podía existir un ser tan perfecto, tenía que ser falso. SeHun odiaba todo del chiquillo, su cabello castaño que caía en rulos alborotados por su frente, su estruendosa risa que se escuchaba por todos lados, su perfecta piel de terciopelo, sus brillantes ojos color miel, su sonrisa cuadrada que parecía iluminar hasta la más oscura noche. Odiaba todos y cada uno de los melodiosos sonidos que salían de sus labios cuando distraídamente tarareaba una canción y sobre todo, odiaba que nada de esto fuera dedicado a él.

Desde los diez años de edad, SeHun había sido enviado al otro lado del mundo, muy lejos de su reino y de su familia para aprender sobre todo lo referente a como gobernar. Había aprendido muchos idiomas, finanzas, modales, había refinado su actitud y ahora estaba listo para ser un buen Rey una vez que su padre abdicara a su cargo. Sin embargo, no podía entender cómo era que este chiquillo, de nombre Byun BaekHyun, que provenía de su mismo reino y que además le debía lealtad y respeto, no mostrase ni el más mínimo interés en caerle en gracia. Más allá de eso, el susodicho había robado a todos sus fieles amigos y SeHun odiaba no ser más, el centro de atención.

Una mañana como cualquier otra SeHun cansado de ser ignorado por este plebeyo, porque esto era BaekHyun un plebeyo al que su padre, King JunMyeon había decidido enviar a la prestigiosa escuela por algún motivo el cuál el Príncipe Oh desconocía, decidió poner un alto a la indiferencia con la cual era tratado por el chiquillo, se paró frente a él y lo llamó: —Tú, Byun BaekHyun. ¿Por qué no le rindes pleitesía a tu futuro Rey?

BaekHyun detuvo su andar y como lo ordenaba el protocolo, hizo una reverencia de noventa grados. Con la mirada baja, en sumisión ante su príncipe, BaekHyun respondió: —Usted sabrá disculpar, su Majestad, pero siendo yo un simple plebeyo no estoy a la altura de dirigirme a usted sin su permiso.

—¿Y cómo es qué hablas con los demás príncipes y princesas que aquí asisten? —preguntó el Príncipe claramente confundido.

—Eso es porque ellos no son los soberanos del Reino al que yo le debo respeto y fidelidad, Su Majestad —respondió el plebeyo—. Ellos no representan una figura de autoridad para mi, sólo usted es mi Príncipe.

SeHun sonrió claramente satisfecho por la respuesta del chiquillo.

—De ahora en adelante, te ordeno que te dirijas a mi como con cualquier otro...

—Pero, Su Majestad... —interrumpió BaekHyun.

—¿Te atreves a cuestionar una orden de tu futuro Rey?

BaekHyun movió su cabeza negando —No, claro que no, Su Majestad.

Nuevamente el Príncipe sonrió.

Once Upon A Time [SeBaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora