El Relato de Cormac Flynn

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En un océano inmenso y distante, muchos hombres se disponían a llenar sus bolsillos con buena fortuna que les deparara el destino. El mundo daba cuenta de que el comercio en alta mar era muy rentable, pero además muy difícil. Cormac Flynn había nacido en el puerto de Valle Bajo, hijo único de una tabernera joven quien cayó en las fantasías y promesas de un hombre que solo conoció una vez, obligada a criar solo a un pequeño en un pobre lugar donde la bebida, la codicia y los sueños se juntaban para crear motivación entre los marinos. Cormac aprendió a leer y a escribir desde muy temprana edad gracias a la instrucción de una joven moza llamada Christa, quien cuidada por la madre del pequeño encontraba también en ese lugar una cama y comida. El pequeño Cormac amaba su hogar, no le importaba si su cuarto era muy pequeño o que oliera a orines y licor, solo teniendo en su mano un cuaderno viejo y una pluma se divertía anotando todos los hallazgos y encuentros que los hombres y mujeres relataban en sus descansos y festejos, pensando en algún día verlos por si mismo. La madre de Cormac intentaba hacer que trabajara desde temprana edad, pero el pequeño encontraba la manera de escapar de estas obligaciones siendo ayudado muchas veces por Christa quien se encariñó con su determinación al querer salir de ese puerto, algo de lo que ella carecía algunas veces. Habiendo cumplido 12 años, Cormac tenía gran habilidad para escapar y esconderse de las personas a su alrededor, había aprendido a abrir las puertas de las habitaciones para saquear algunas baratijas traídas por los allegados. Creía que ya era tiempo de que saliera a ver el mundo por su cuenta, pero su madre le insistía que afuera los peligros corrían a montones, sin embargo, no le importaba, es más, era algo que quería vivir. 

Una tarde de verano, Cormac divisó un barco de velas negras que se aproximaba al puerto. Se quedó mirando en uno de los muelles vestido con una camisa algo sucia, pantalones un poco holgados y unas botas un poco grandes para sus pies, mientras que unos hombres charlaban en uno de los botes amarrados.

-¿Vieron su bandera?

-Sí...piratas, vámonos de aquí - dijo el más viejo.

<<Piratas>> pensó Cormac, corriendo rápidamente con una sonrisa entre sus dientes hacia la taberna para avisar a su madre. El miedo e incertidumbre se apropió por unos momentos de la pobre mujer, diciéndole a su hijo que fuera a su cámara y se quedara ahí por esa noche. Cormac fingió obedecer, en cambio, salió de la taberna para observar a la distancia como el barco ya atracaba y amarraba en uno de los muelles, donde hombres vestidos de distinta índole y con armas al costado de sus caderas caminaban en dirección a su hogar, Cormac se ocultó detrás de unos barriles que estaban a un lado de las puertas vaivén, observando al primer hombre en entrar.

-¡Mucha cerveza y comida para mis hombres! ¡¿Oyeron?! - gritó este al primer paso.

Afuera desde una de las ventanas Cormac lo observó mejor; era un hombre maduro, su cara tenía cicatrices que "cocían" su boca, tenía una tez morena y el pelo enmarañado por la suciedad, llevaba un sombrero muy extraño con forma triangular, su camisa era de lino y sus botas de cuero, pero eran ocultadas un poco por su larga casaca que llegaba casi hasta el suelo.

-De inmediato los atiendo...tomen asiento por favor - respondió fugazmente la madre de Cormac.

Los piratas tomaron asiento, ocupando varios lugares y sacando a algunos de sus asientos para más espacio, cuando su pedido llegó a sus mesas, el hombre que había observado Cormac dejó en esta unas piezas de oro junto a un collar de perlas.

- Eso es suficiente para pagar los tragos, la comida y tus "servicios" - dijo golpeando el trasero de la madre de Cormac, haciendo que recogiera el pago y se alejara bruscamente.

-Gracias por su pago, pero lo que busca conmigo no tiene un precio -.

-¡Todo el mundo tiene un precio! Además, ha pasado tiempo desde que no obtengo el gozo de una dama...así que no se haga de rogar, ¿No quiere ponerme de malas verdad? -

Relatos e Historias del VacíoWhere stories live. Discover now