Unus.

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Escucho sonar mi despertador con un sonido muy débil, produciendo que mi mente volviera en sí de a poco; al girar en la cama los rayos de luz solar dan cálidamente sobre mi rostro obteniendo como consecuencia que metiera la cabeza bajo la almohada en busca de la oscuridad. Otra vez el mismo sueño de todas las noches, las mismas voces y esos ojos profundos que no puedo descifrar de quién se trata. 8:30 a.m, perfecto. La habitación se encuentra en silencio y completo desorden, luego de correr las cobijas escucho un ruido que proviene del otro piso, una pequeña risa se escapa de mi boca al pensar que a mi madre se le ha caído algo.

El agua helada de la ducha me hace estremecer, y giro la perilla una vez más para que se temple, mi corazón se oprime al pensar en mi abuelo, quién quedó en mi antiguo hogar, o mejor dicho, mi verdadero hogar. Sigo sin comprender porque nos mudamos a este sitio, aquí no soy feliz aunque para mi madre si lo sea. Odio esto, aborrezco esta nueva vida y a mi madre por esta decisión. Lo hecho de menos, y más el amor de padre que el me daba; una lágrima recorre mi mejilla al ver mi rostro reflejado en espejo húmedo. Al terminar de vestirme bajo con rapidez la escalera compensada de granito negro, el lugar se encuentra vacío, solo los muebles, el silencio y yo.

El humo del café calienta mi rostro, además de ser de un tono negro perfecto como la ropa que llevo puesta, salvo por la blusa color azul marino, la cuchara se va perdiendo a medida que va hacia el fondo de la taza y el frío invade la cocina, como también el sosiego del lugar hasta ser interrumpido por un ruido de llaves desde la puerta de entrada, mi mirada se fija aún más en la taza que tenía entre manos y a los pocos segundos mi madre ingresa al lugar con su estupenda sonrisa.

— Indi, ¿Qué haces despierta? —expresa sorprendida mientras sirve café en su vaso térmico.
— Mi despertador sonó a las siete —mentí.
— ¿Has desayunado? —preguntó mientras se sienta frente a mí en la barra de mármol negro, al ver la taza y mi reacción se quedó en silencio.— Me han llamado de la preparatoria, seguro mañana comenzarás —añadió.
— Perfecto.

Nos hemos mudado hace apenas un mes a la gran ciudad, y debo confesar que estoy harta de las personas que van de un lado al otro como robots, viven molestos, apurados y agotados. Mi madre se levanta para coger el control de la tv para segundos después encenderla. "Han encontrado dos muertos en el Central Park" es el encabezado y seguro lo más importante de la mañana. Su cara se transforma, pasa de radiante y feliz a miedo y preocupación. Las imágenes del hecho son horribles, nunca he visto noticia igual, el periodista habla con el jefe de policías quién responde lo siguiente "Como ha dicho usted, este caso es extraño ya que no se encontraron rastros de violencia, no hay rastros de nada."

— Pobres personas... —murmura mi madre llevando el vaso térmico a su boca para luego beber.

Las horas han pasado, ya son las doce y veinticinco del medio día o eso marca el reloj de mi móvil. Luego de que mi madre se marchara, me quedé en mi habitación dibujando aunque tan bien no lo hice ya que terminaron siendo puros garabatos y sombras mal hechas. Mi móvil sobre el escritorio vibra y hace que me quite los cascos al ver una llamada entrante.

"Número privado"

— Diga...

Nadie responde, el silencio invade el otro lado y muy a lo lejos se puede percibir una respiración agitada. Un leve suspiro sale de mi boca al dejar el aparato en donde estaba para continuar con lo que estaba. Los recuerdos me invaden una vez más al ver el porta retratos con una fotografía mía y de mi abuelo cuando tenía al rededor de cuatro o cinco años de edad. Extraño a ese gran hombre, él estaba para hacerme reír, llorar, enojar y amar en cuestión de segundos. Extraño su perfume y la voz gruesa que le había provocado los cigarros que fumó durante su juventud.
De nuevo el silencio, el frío y yo al pisar el último escalón de la escalera, el teléfono de la mesilla de entrada suena y con mi paso un poco lento me dirijo hasta este.

— Hola... —murmuré con pocas ganas al ver en el identificador el nombre de mi madre.
— Hola cariño.
— No me llames así. Pronto cumpliré los dieciocho, es tiempo de que me llames por mi nombre, ¿No crees?
— De acuerdo... —su tono de voz sonaba molesto— Llamaba para ver si estabas bien.
— Pues estoy tan entretenida que casi me duermo bajando las escaleras, podría haber terminado en un desastre...
— Que sarcástica —interrumpe mi madre— Nos vemos en la cena, adiós.

Luego de almorzar y ver una maratón de mi serie favorita Friends , subo una vez más a mi habitación como todos los días, pero al acercarme al escritorio para continuar el dibujo encuentro una pequeña nota de papel color rosa.

"Te espero el tiempo que sea necesario, y el dibujo queda mejor así."

Mi respiración comienza a agitarse, como también mi pulso. No hay nadie más en casa, solo demoré una hora y media en el piso de abajo y no me he movido de la sala, tendría que haber visto si alguien entraba por la puerta. La nota no tiene firma y la letra es impresa con las antiguas maquinas de escribir. Abro el cajón del pequeño armario junto al escritorio y la guardo debajo de todos los papeles desordenados. Mi chaqueta de cuero cuelga sobre el perchero, con ella en mano salgo del lugar para irme de inmediato. No podía soportar un segundo más ahí.
El autobús se encuentra vacío, o casi, una mujer embarazada, dos ancianos, un empresario y yo. Para ser la gran ciudad es raro que el transporte esté tan desocupado. La lluvia ha invadido la zona, las personas corren de un lado al otro como hormigas para no mojarse, y por supuesto, he olvidado el paraguas, con suerte mi chaqueta tiene capucha. Antes de bajar la coloco sobre mi cabeza y meto mis manos en los bolsillos, hace demasiado frío fuera. Paso por algunos negocios hasta que llego al lugar correspondiente, me dirijo hasta el mostrador y le pido al joven del otro lado un par de bolígrafos y cuadernos para empezar mañana el día de clases. Luego de poner todo en una bolsa me mira e indica el total de las cosas, le doy el dinero y con su simpático mostacho me da las gracias. La lluvia ha cesado un poco, las personas han dejado de correr de forma tan ridícula y tras caminar quince cuadras he llegado a casa. Mi habitación se encuentra en perfecto estado gracias a Elsa quién ha ordenado y está de un lado al otro sin parar de limpiar. Mis ojos comienzan a pesarme, a cerrarse, dejo caer mi cuerpo sobre la cama al mismo tiempo que mi pecho se llena de aire, suelto de a poco ese aire acumulado y segundo tras otro mi mente se pone en blanco.

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Muy buenas tardes bellos lectores, quizás algunos sabrán que ésta historia ya está un tanto avanzada, sin embargo me estoy tomando el tiempo de editarla un poco para lograr el resultado que quiero.
Espero que "Ángel Negro" sea de su agrado, que logren capturar esa escencia misteriosa y mágica que tiene, y sobre todo empaticen con Indira.

Me ayudan mucho si comparten ésto con quiénes quieran, si dejan su voto y además comentan, los cuáles estaré respondiendo. Ayuda mucho al crecimiento de ésta historia y además de mi perfil con las demás.
Que tengan un excelente viernes, nos leemos pronto.

— Anit.

Ángel NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora