ėl inicio del FIN

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- Amiguito, ¿Me prestas tu tijera? Haré un corazón.
- Si, toma.
Él aula estudiantil de infantes se aglomera en detalles festivos hacia la razón de vida mundial.
- Chicos, tienen que poner todo su empeño en no hacer un mamarracho, es por el día de la madre recuerden. – recalca la maestra mientras pasa de carpeta en carpeta –
Hay manualidades de todo tipo: Cartas, dibujos, dedicatorias, corazones de papel y todo lo que puede caber en la imaginación de un aprendiz de la vida con 8 años de experiencia en el mundo objetivo.
- ¡Maestra! ¿Así está bien? –muestra el infante un dibujo sin técnica profesional pero con todo el peso de la perseverancia y amor–
- Esta muy bonito hijo, le va a encantar.
Resuenan las campanas sentenciando la hora de la asamblea matutina con la presencia de las madres de cada partícipe, o así debería ser.
Caminan los inocentes, llenos de pureza y amor para entregar, todos se reúnen en un coliseo, algunos intentando distinguir si su progenitora se encuentra entre la multitud, inician los cánticos, las dedicatorias, los poemas y aplausos.
- ¿Ves a mi mamá? –pregunta la desesperante inquietud de Romi–
- No, desde aquí no veo nada.
El pequeño Romi se encoge de hombros, indagando en mil posibilidades.

- Y así damos por concluida esta celebración, feliz día mamás.

La voz de mando en la reunión indica el inicio del fin para el temeroso Romi. Todos descienden de las gradas en búsqueda de su ser querido y entregarle esa tarjeta tan impacientemente hecha. Todos sonríen, juegan, reciben afecto, pero hay unos pocos que se quedan sentados o simplemente se van a jugar sin importancia.
Romi permaneció allí, inmóvil.
El gran Romi perdió su primera gran batalla contra la adversidad.
El pequeño Romi marcó su inicio de fin, a voluntad propia.

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