🥞- única parte

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La suave pero aburrida voz de su profesora se podía escuchar retumbando por todo el lugar, haciendo eco e intentando que, de alguna forma, la misma pudiera ofrecer algún tipo de conocimiento a sus receptores. Escuchando no-tan-atentamente a la figura femenina que relataba las consignas y aportaba información para su futuro, se encontraban los inmaduros alumnos de 5to año.

Algunos, los cuales eran pocos, tomaban nota y prestaban exclusiva atención a sus palabras para no perderse entre el mar de la confusión en un futuro. Otros, no tan dedicados, preferían simplemente callar pero no concentrarse en sus explicaciones por el mero hecho de que cada sonido proveniente de las cuerdas vocales de su querida profesora era comparado a escuchar a sus tías lejanas hablar de lo mucho que habían crecido desde que tenían 5 meses de edad, así que incluso el perderse entre los pliegues de su imaginación y la lisa pared blanca era mucho mejor que torturar su cerebro de tal forma. También se podían encontrar aquellos que no se molestaban en disimular su desinterés y hablaban, despreocupadamente, con sus demás compañeros, molestando a la clases con sus parloteos y ganándose más de una mala mirada de parte de la pobre mujer que no lograba captar su atención.

Y después de todos esos, se encontraban Ong Seongwoo y Kang Daniel, que lejos de su alrededor, se habían sumergido en su propia fantasía.
Los dos eran amigos, desde la infancia podría asegurar. Habían pasado su niñez y adolescencia unidos, compartiendo momentos. Aquellos recuerdos que atesoraban eran innumerables, ya que tantos habían sido que ni los dedos de sus ambas manos y sus pies podrían llegar a contar todas sus divertidas anécdotas, pero, a pesar de eso, los recuerdos graciosos no eran la razón por la que ambos chicos no podían procesar ni una sola vocal salida de los labiales de la agraciada señorita.

Su amistad siempre había sido muy transparente, más para la gente de afuera que para ellos, así que cualquiera que posara los ojos en los dos estando juntos podía notar algo innegable: cuando Seongwoo miraba a Daniel, sus ojos parecían hacerse corazones y derramar miel. Cuando Daniel miraba a Seongwoo, él parecía ser la persona más preciosa del mundo entero. No podía discutir que, tal vez sin darse cuenta de aquello, se encontraban tan enamorados el uno al otro que irradiaban melosos efluvios de amor en cada movimiento, frase o simple gesto juntos. Su relación parecía un lienzo en blanco que iban trazando a pinceleadas lentas en un tiempo muy alargado, sus esbozos eran débiles, furtivos, pero aún así eran suficientes para ir formando una la obra de arte que representara su amor. Pero siempre parecía faltar algo para terminar con ella y exponer su talento, algo que les diera el empujón de amistad a noviazgo que ellos no podían dar por cuenta propia.

Realmente ninguno podía descifrar en qué momento se había enamorado perdidamente del otro, o cuándo se habían dado cuenta de que ser solo amigos era tan doloroso que la horrible mención de la palabra "amistad" y el nombre de su contrario era como una patada bien dada en el pecho. Aún así, los momentos que tenían juntos gritaban la palabra "amor", ya que a cosas básicas como comer en compañía o participar en un deporte podían convertirlas en una luna de miel — sin sexo, todavía —.
Por ejemplo, sus amigos se cansaban de recordarles que el contrario era lo suficiente capaz de llevarse comida a la boca por su propia cuenta y que esa escenita de darse de comer entre sí era totalmente innecesaria y desagradables para los ajenos a su burbuja de amor. O cuando tenían que participar a regañadientes en las clases de educación física, parecía que sus corazones dejaban de latir en cuanto cualquier mínimo rasguño se asomaba en la anatomía contraria y sus puños se preparaban para golpear a aquel ser sin corazón que había osado lastimar a su preciado "mejor amigo".

Pero aún así, ambos estaban seguros de que sus corazones explotaban de amor cuando sus ojos de posaban en su adverso. Aunque admitir eso, tanto a los demás como a ellos mismos, les hubiera costado más que un golpe de parte de sus otras amistades.

Entre besos y piscinas - Ongniel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora