VEINTIUNO

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NARRA SIENNA

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NARRA SIENNA

Treinta Alphas, se encontraban en la plaza de nuestra manada.

Los resultados de los cadáveres fueron cruciales para que tantos Alphas se reunieran. Resulto que si se trataba de un Ferox y peor aún ese ferox resulto ser Muriel. El mismo Alpha que hirió a Killian y que amenazó con matarme.

La guerra se habia complicado más. Todos estos Alphas acá presentes habían firmado un contrato donde dictaban que la única razón de su participación en nuestra batalla era la aniquilación definitiva del objetivo denominado Ferox.

Por un lado, me alegraba ya que entre tantas mandas habíamos logrado conseguir más de mil quinientos guerreros. Sin embargo, más de un tercio de todos esto guerreros solo atacarían si el Ferox, también llamado Muriel se encontraba presente y solo lo atacarían a él. Asique era el trabajo de nuestra manada y de algunas aliadas, luchar contra los lobos que seguían a Muriel.

Firme mi parte del acuerdo y Killian la suya.

Las manadas se encontraban relativamente cercanas a la nuestra, por lo que contaríamos con su apoyo inmediato si el ataque resultaba ser sorpresa. Y por lo que Killian me contaba asi seria.

Pasaron dos días, dos días de exhaustiva planificación. Personalmente no me sentía segura de participar en las charlas con los otros Alphas. Y Killian lo entendía, sin embargo, no habia una en la que no lo acompañara. No quería dejarlo liderar solo en todo esto.

Cuando llegábamos a casa, trataba de relajarlo un poco. Mimos, masajes, caricias, besos. Una cosa llevaba a la otra y la ropa acaba en algún lugar, las sabanas revueltas y nosotros dos con la respiración acelerada.

Esta mañana me desperté más temprano que él, baje a la cocina, prepare el desayuno y lo subí cuidadosamente por las escaleras.

Se veía muy tierno durmiendo. La almohada cubría la mitad de su rostro, su cabello pelinegro caía alborotado por su nuca y su torso desnudo era una prueba de lo bien que nos la pasamos por la noche.

Dejé la bandeja sobre la mesa de luz y abrí la ventana dejando una suave brisa entrar.

_Cariño ... -susurre, sentándome a su lado. Acaricié su rostro despacio y volví a llamarlo-

Sus ojos se abrieron un poco y se volvieron a cerrar. Su mano palpo la cama hasta encontrarme a mí y comenzó a acariciar mi pierna. Una tierna sonrisa se asomó entre sus labios.

_Te preparé el desayuno... -canturreé y su sonrisa se hizo más grande. Aún seguía con los ojos cerrados y acostado en la cama- Estaba pensando... hoy no hay que hacer nada importante. Quizás podríamos pasar todo el dia juntos.

_Me gusta...

A regañadientes se levantó y desayunamos juntos. Al jugo de naranja le faltaba algo de azúcar para mi gusto, pero las tostadas me habían quedado perfectas.

Luz de Luna (Saga Lunas) 1er LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora