*Parte I*

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Estoy sentado en mi escritorio, ese amueblado de madera tallado con adornos, barnizado y de un reducido tamaño, el cual es mi compañero en las noches que madrugo para poder sobrevivir en la Universidad. Ahí estoy, tratando de responder las preguntas que nos dejo el Profesor Collins sobre La Ley de Manutención.

Pero mi mente divaga con pensamientos y recuerdos de ella. Como por ejemplo, el lunes pasado para su fiesta de cumpleaños número 22. En esta, le brillaban sus hermosos ojos chocolates luego de que yo le regalare el obsequio que le tenia preparado: un delicado collar grabado con su nombre. Martina. Luego, recuerdo como le brillaron aún más cuando miró por encima de mis hombros, cómo después fuí apartado a un lado y cómo sus rosados y carnosos labios eran besados por otro. Otro, que irónicamente es mi hermano.

Ahora, frustrado, tiro mi libro de estudio a un lado y ecucho como se estrella en el piso. Me revuelvo mis cabellos castaños claro con ambas manos, tirándome sobre el escritorio, ocultando mi cabeza entre mis brazos, como si ese acto fuera a ayudarme a quitar el dolor que se esta expandiendo en mi pecho.

Comienzo a llorar y a sentirme rojo de la furia, esto se me esta haciendo costumbre. Hace 3 años que estoy locamente enamorado de Martina Stoessel, pero -siempre tiene que haber un pero, ¿no?- actualmente es la prometida de mi hermano, Daniel Blanco.

Lo que más me duele es que este puto sufrimiento me lo he provocado yo mismo. Yo los presente, yo lo uní, y....yo prácticamente...hice que se enamoraran. Sin embargo hay un problema, Daniel no se la merece. ¡Y sé lo que están pensando!. No, no lo digo por celos, definitivamente él no se la merece. Daniel es probablemente el más mujeriego de México y pongo mis manos al fuego que lo es también de Argentina desde que nos mudamos acá.

Y si piensan que el amor lo ha cambiado y el puede tener al menos un fin de semana sin fornicar, pues, están equivocados. Lo amo, es mi hermano, pero es un verdadero capullo cuando le miente a mi....digo, a Tini. El estúpido gilipollas dice que va a trabajar y ella, con ojos ciegos y llenos de amor, lo deja ir. Oh, pero el muy gigolo no va a trabajar, no, claro que no. Él se va a follar con zorras en un bar, alejado de la ciudad.

Golpeo mi escritorio con mi puño derecho y tiro mi cabeza hacia atrás tratando de seguir pensando en ese tema delicado sin romper algo o incluso mis manos.

Pensarán, ¿porqué no le he dicho a la mujer que amo todo esta mentira en la que esta enredada, romper su relación y así quedarme con ella como el héroe de la película? Bueno por el simple hecho de que a pesar de tener mucha envidia corriendo por mis venas, no sería capaz de hacer algo tan vengativo. Es decir, es mi hermano, no puedo hacerle eso, simplemente.....no puedo.

Unos golpes desesperados me sacan de mi ensoñación. Cansado, agarro mi celular de mi bolsillo derecho de mi pantalón y miro la hora. 12: 48 p.m. Joder, ... es tarde. ¿Quién podría ser?

Me levanto de mi silla, frotándome las sienes, por culpa del nuevo dolor de cabeza que se ha apoderado de mi. Me tambaleo un poco porque tengo la vista nublada por el cansancio -parezco más alguien que ha estado tomando más de lo debido que un universitario que ha estado estudiando-. Cuando llego a la puerta y abro, el cansancio rápidamente se ha ido y se ha sustituido por la sorpresa. Frente mio está ella, Martina.

Se Mía [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora