Capítulo 8

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Jennifer

Siento todo mi cuerpo aún entumecido después de la noche anterior. Estiro mis brazos, sintiendo ese rico éxtasis correr por todo mi cuerpo. Me siento amada, mi cuerpo se siente más amado que nunca. Un brazo se cruza por sobre mi vientre y veo la mano de Suniva allí. Es increíble cómo, siendo su piel fría, siento que me calienta por completo.

Muevo un poco mi rostro y siento la suavidad de una almohada. Entonces me doy cuenta de que estoy en una cama. ¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo es desmayarme en el suelo frente a la chimenea. Siento la mano en mi vientre sujetarme más fuerte y entonces lo comprendo: Suniva me trajo aquí. Siendo tan delgada es tan fuerte; siempre fui la chica llenita de la escuela y aún hoy día tengo curvas, pero parece que soy peso pluma para ella.

Suspiro, sintiéndome aún muy cansada. ¿Entonces qué me despertó? Fijo la vista en la ventana y me doy cuenta de lo que fue. Sobre la copa de los árboles se está levantando el alba y un leve rayo me daba directo en el rostro. El pánico se apodera de mí al pensar en el sol sobre mi chica.

Está entrando por los enormes ventanales de vidrio y Suniva está a mi lado. Salto de la cama y cubro su desnudo trasero con las sábanas, tratando de evitar que el sol la queme. Corro por la habitación, buscando alguna cortina o algo donde se cierren los ventanales, pero no hay nada. Entonces veo que en el techo hay algún tipo de persianas eléctricas.

Corro como desquiciada buscando cómo subirlas y bajarlas hasta que mi cerebro me dice que no es lo correcto, que debo buscar el control remoto para bajarla. Miro por todos lados pero no lo hallo.

— ¡Maldición! —escucho la exclamación de Suniva.

Al girarme veo que se cubre más con las mantas.

—No sé cómo bajar las persianas. —un tono de pánico trasluce en mi voz.

—El cajón de la mesa de noche.

¿Cómo pude ser tan idiota para no pensarlo antes? Abro el cajón y encuentro un control remoto, le doy al botón que dice «Down» y las persianas comienzan a bajar, oscureciendo el cuarto rápidamente. Suspiro, aliviada, cuando todo se vuelve oscuro y la lámpara en la mesa de noche ilumina la habitación. Me acerco a la cama y trato de ocultar mi desnudez. Con la prisa de querer bajar las persianas ni reparé antes en ello.

Sun, ¿estás bien? —le pregunto una vez en la cama.

—Sí, estoy bien. ¿Es seguro salir?

—Sí, ya todo está oscuro —ella baja las mantas y veo que su mejilla está en carne viva —. Oh, Dios —llevo mis manos a su mejilla, pero ella la toma antes de que toque cerca del área, besando mis nudillos.

—Estoy bien; no sé cómo olvidé programar las persianas. —se sienta en la cama con la espalda contra la cabecera, la sábana que cubre su cuerpo se desliza, exponiendo sus senos.

—Oh, yo... —siento el calor subiendo por mi cuello y posándose en mis mejillas.

—Ahora te sientes tímida. —levanta una ceja y la sonrisa tímida aparece en sus labios.

—Yo solo no estoy impuesta. —giro el rostro, queriendo ocultar su sonrojo.

—Ven acá. —ella me acerca un poco más y mi cabeza queda en su pecho.

— ¿Sabes? Iré por algo de comer.

—Bien —ríe y siento el temblor de su pecho —. La ropa está ahí —señala un armario.

Trato de envolverme en las sábanas.

—Cariño, ya vi todo lo que tenía qué ver anoche. —tiene una sonrisa en sus labios mientras me mira descaradamente.

Crónicas de Vampiros// Comprada por una VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora