Capítulo 2

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 Jungkook tomó su shamisen, hizo una inclinación al anciano y siguió a la criada fuera de la
habitación. Caminaron a través de las salas del castillo por habitaciones grandes y abiertas, pensadas para entretener a un centenar de huéspedes o más. Cuando llegaron a los aposentos privados de Fujiwara, la criada se arrodilló ante el shoji y susurró a través de la pantalla a un asistente masculino que se encontraba del otro lado. El vasallo anunció la llegada de Jungkook.

  Sordos ruidos se desviaban a través de la puerta cerrada, seguido por una llamada gutural para que Jungkook entrara. Con su cabeza inclinada, la criada deslizó el Shoji y se movió hacia un lado. Jungkook caminó adentro, dando lo mejor de sí para contener el grito de asombro que amenazaba escapar de sus pulmones.  

  Fujiwara, estaba recostado en un acolchado y grueso futón, su yukata abierta a lo largo de la parte frontal que revelaban los músculos trabajados de su pecho y abdomen, su pelo suelto llegaba más abajo de sus hombros. Un hombre desnudo estaba a cuatro patas entre las rodillas del señor, las túnicas estaban apiladas en un revoltijo cerca de sus pies. Él echó su cabeza hacia atrás y Jungkook ahogó otro ruido de sorpresa cuando reconoció el perfil de Tsunayoshi.  

  Un replique de risa salió de la lengua de Fujiwara cuando se encontró con la mirada de Jungkook. El señor se encorvó sobre su amante, pasando una mano de largos dedos por su columna. —No te detengas, Tsuna, — exhaló  Fujiwara, inclinándose hacia atrás. Él recorrió su dedo a lo largo de la cuadrada mandíbula del samurái antes de colocar una mano sobre su propia ingle. Frotó con su mano el pene erecto que relucía con la saliva de Tsunayoshi y empujó su pulgar hacia adelante y hacia atrás sobre la punta, mientras dejaba salir un gemido gutural.  

  Tsunayoshi se inclinó, tomando la hinchada cabeza en su boca. Mientras él lamia en una serie de movimientos extensos y ondulantes con sus labios, acariciaba el miembro de Fujiwara con una temblorosa mano. Usó su otra mano para bombear el pene erecto entre sus propias piernas, el órgano endureciéndose hasta que lo envolvió con sus dedos de forma perpendicular a su abdomen.  

  Más de esos ruidos sordos llenaron la sala cuando Tsunayoshi llevó a Fujiwara a la cúspide del placer. El señor de la guerra dio un estremecido grito, perlas de transpiración se deslizaban de los laterales de su rostro y salpicaban su frente. Él miró hacia Jungkook nuevamente y se rió, los ojos oscuros destellaban en los haces de luz dorada que se filtraban a través de las ventanas abiertas.  

  —Únete a nosotros, — ronroneó, gesticulando hacia una estera que había sido dispuesta al alcance de su propio brazo. A su amante, le ordenó, —Asegúrate de tragarlo.  

  Jungkook dudó antes de cruzar el tatami y caer de rodillas en la estera. Mantuvo los ojos centrados en las trenzas de paja tejida bajo sus piernas e hizo su mejor esfuerzo por ignorar los gemidos de irritante asombro mientras Fujiwara llegaba al climax sólo a unos pocos metros de distancia. El calor de la tarde de verano parecía desaparecer y Jungkook tembló mientras que se formaba un nudo en su estómago.  

  —Suficiente, — Fujiwara gruñó. Dio una palmada en la parte trasera de Tsunayoshi. El sonido era lo suficientemente alto como para hacer saltar a Jungkook. 

  —Vete de aquí. — Fujiwara gesticuló, señalando las puertas a través de las cuales había entrado Jungkook.  

  —Sí, mi señor, — Tsunayoshi jadeó.  

  Una sombra se movió a través del piso, seguida por el susurro de la seda cuando el samurái se colocó su túnica. Jungkook miró hacia arriba nuevamente y encontró a Tsunayoshi mirándolo fijamente. El samurái le dio una mirada con aire satisfecho, sus labios húmedos se encrespaban en una sonrisa traviesa mientras anudaba la parte frontal de su túnica cerrándola.  

  —Tsuna, — Fujiwara dijo con una voz cansina. —Tu persistencia está empezando a desagradarme.  

  La sonrisa desapareció de la cara del samurái. Había fulminado a Jungkook con una mirada aterradora llena de odio. Le ofreció a Fujiwara una inclinación final de respeto y se retiró de la habitación. Jungkook lo miró salir, estremeciéndose con el sonido agudo que se produjo cuando Tsunayoshi cerró de golpe el shoji.  

  Pero el odio de Tsunayoshi cobraba sentido ahora. Su aversión hacia Jungkook provenía de los celos, un amargo resentimiento inspirado por la pasión que los samuráis sentían hacia su señor. Jungkook hubiera sido más que feliz de dejar a Fujiwara al afecto del samurái –demonios, ciertamente no había sido su elección venir a este castillo–.  

  Con la boca seca, Jungkook miró nuevamente fijo hacia la estera. La situación continuó empeorando por el momento.  

  —Actúas como si estas cosas fueran incómodas para ti, Jungkook-kun—. Fujiwara se rió.  

 Jungkook aclaró su garganta. —En lo absoluto, señor Fujiwara.  

  —Entonces mírame.  

  Jungkook trató de tragar y se inclinó hacia atrás apoyándose en sus talones. Fujiwara ahora estaba sentado, su túnica abierta revelando su cuerpo torneado y el pene todavía muy erecto. El hombre, obviamente no estaba satisfecho con los esfuerzos sexuales de su vasallo, y arqueaba la parte baja de su cuerpo para exhibir su erección aún persistente. Jungkook evitó sus ojos, su corazón golpeaba en su pecho mientras su mente iba a toda velocidad. ¿Y si Fujiwara se proponía que él reanudara donde lo había dejado Tsunayoshi?  

Con determinación levantó su vista para encontrar la del señor. — ¿Sí?

  —Así que estás incómodo.— Fujiwara dijo, reduciendo sus ojos oscuros.  

  —En absoluto,—Jungkook mintió, sonando poco convincente incluso para sus propios oídos. Su voz se quebraba al final de sus palabras, aclarando su garganta.  

  Otra explosión de risa vino de Fujiwara. —Me parece lo contrario. — Su júbilo murió y miró a los ojos de Jungkook con frialdad. —De alguna manera, has conseguido evitar las invitaciones a mis aposentos privados cada noche durante las últimas semanas. Estás hiriendo mis sentimientos.  

  Jungkook tragó, eligiendo sus palabras cuidadosamente. — Sólo soy un músico, difícilmente especializado en cualquier otra cosa.  

  —Con unos labios carnosos y sensuales como los tuyos, no creo que requeriera mucha práctica. — Fujiwara levantó una ceja. 

  —Podría entretenerlo mejor con la música. — Jungkook sonrió nerviosamente.  

  —Y tan lleno de talento estás—. Fujiwara agarró un vaso de sake de la mesa al lado de su futón. —Tu música es la más encantadora que he escuchado nunca. Odiaría incluso imaginar que actúas para otra persona. En cualquier capacidad.  

  Jungkook había escuchado suficientes rumores a través de las criadas de castillo para saber que Fujiwara poseía un corazón cruel y celoso. Historias de todas las concubinas y vasallos que el señor había asesinado por un impulso de rabia, hicieron que el corazón de Jungkook diera un salto en pánico.  

  —No hay nadie excepto usted para el que quiera interpretar mi música, señor Fujiwara,—dijo tranquilamente.  

  Fujiwara degustó el sake y dijo. — Por tu bien, eso espero.  

On Wings of Blue.🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora