Amor.

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No creo que amarlo esté mal, mi familia ha insistido toda la vida que ser homosexual era una aberración y una enfermedad que necesita ser curada. Desde los doce años fuí llevado a ver a sacerdotes pero nada funcionó, hacer plegarias e ir a misa cada domingo no ayudó mucho; entonces fuí llevado a ver psicólogos y psiquiatras y todos llegaron a la misma conclusión: El chico está totalmente sano, lo único dañino es su propia familia.

Y no están para nada equivocados.

Mi madre era prostituta cuando conoció a mi padre, un alcohólico agresivo y tuvieron que casarse cuando mamá esperaba a mi hermana mayor. Desde su matrimonio decidieron “hacer las cosas bien” y se unieron a la iglesia, papá buscó un trabajo estable y mamá dejó la prostitución.

Les aseguro que no tengo nada en contra de los creyentes, cada quien es libre de tener la religión que guste y son libres de creer lo que quieran, el problema con mis padres era lo que reflejaban y lo que realmente eran.

Una familia perfecta para todos y un desastre dentro de las cuatro paredes que osan llamar hogar.

Tal cual los clichés de una película:
Mamá no dejó del todo la prostitución, solamente que ahora lo hace lo más escondido posible.
Papá continúa bebiendo y golpeando al primero que se interponga entre él y el alcohol, no importa si es mamá, mi hermana o si soy yo.
Mi hermana… uh. Podría hablar mucho de ella pero solo voy a decir que predica la palabra de Dios por el día y en las noches se encuentra a escondidas con su novio.
Y yo soy el típico hijo “gay de clóset”.

Porque mamá, papá y mi hermana saben pero se niegan que los demás sepan de mi “enfermedad”.

O era así hasta que pude irme de casa.

Ahora puedo respirar tranquilamente, sentirme libre.

Con un trabajo estable que me permite solventar los gastos de un soltero viviendo solo en una pequeña casa rentada.

Ellos ya no están para lastimarme pero haber compartido con ellos más de dieciocho años me dejó muchas cicatrices, cicatrices que me he encargado de ignorar, eso hasta que lo conocí.

Mi dulce perdición.

Huang RenJun y su metro setenta y uno de estatura, su cuerpo menudo, su rostro libre de imperfecciones, su cabellera teñida y su dulce forma de ser, todo en él me hace amarlo, incluso su dulce aroma a naranja y canela que resulta muy dulce para algunos.

¿Por qué amarlo estaría mal?

No tengo la respuesta pero estoy seguro de que no podré continuar ignorando el sentimiento; menos cuando él está con su novio, cuando le sonríe a él como quiero que me sonría, cuando lo mira como quiero que me mire únicamente a mí, cuando muerde su labio inferior en un tic nervioso y lo único que quiero es probar sus labios, saber qué tan dulces y qué tan suaves son.

JaeMin tiene la fortuna de poder tomarle la mano, de besarlo y amarlo tanto como quiera porque en una gran ciudad a nadie le importa y porque RenJun lo ama también.

Sin embargo, me encargaré de que él me ame, incluso si es solo por un segundo.

Love. ➸NoRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora