ᴅéᴘᴀʏsᴇᴍᴇɴᴛ

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I

La nieve cubría el suelo del bosque. En aquél sendero recién regado por la lluvia, un caballo negro relinchaba inquieto mientras avanzaba con destino desconocido. Su jinete, se dejaba llevar a pesar de los cantos de los búhos en los altos árboles y las ramas que crujían por el peso gordo de los roedores al cruzar. A pesar de que iban mojados hasta los huesos, él y dos de sus hombres recorrían valientemente el bosque que los lugareños llamaban "El bosque de la muerte."

Se podía sentir el hielo calando sus venas y el vapor saliendo en contraste con la luz de la luna que celosamente alumbraba entre la vegetación. El aullido de un lobo en la lejanía, ayudó a que el corcel se moviera miedoso y parara la marcha.

- Su majestad, debemos hacer fuego. Con ello los lobos no se acercarán.

- Aún no, Hoseok - el joven príncipe levantó su mano para hacer callar a uno de sus hombres más fieles.

Había algo en el aire a pesar del ruido de las bestias allá en la oscuridad. Un olor a humedad y musgo que mezclado con el perfume de los pinos, lo atraía a atravesar aquella noche en el bosque que tranquilamente hubiese cruzado a la mañana siguiente. Pero, ¿qué motivaba al príncipe Jungkook a seguir su viaje?

- Jungkook... ¿sabes que debemos llegar vivos mañana al frente de batalla?

Namjoon, su primo y su general más fiel le sonrió a sus espaldas, sabiendo que su joven primo rodaría los ojos al darse cuenta del sarcasmo.

- Llegar vivos a un lugar donde abunda la muerte. - respondió dando la vuelta a su caballo y enfrentando a los hombres mayores que lo escuchaban. - Nuestros hombres caen allí gracias a los bárbaros.

- Y cuentan con nosotros para poder ganar la guerra. - remató Namjoon, con la confianza suficiente para contestar a su primo.

Jungkook asintió, el mayor tenía razón. Namjoon era muchas veces la voz de su conciencia y Hoseok era su fiel amigo que lo seguía optimista a toda aventura. Los tres, lejos de los titulos de sus padres, se habían criado juntos y eran perfectos guerreros en todas las partes del reino. Sus uniformes eran del noble ejército real, negros y azules con detalles en oro y capas largas que los protegían del frío. En sus espaldas descansaban tres joyas que habían encontrado en una de sus travesuras y eran sin duda invaluables en valor para los tres. La de Jungkook era azul, el sacerdote del pueblo le dijo que significaba su nobleza, la de Namjoon era roja, el valor del fuego y la de Hoseok amarilla, lealtad y amabilidad del sol.

- Entonces ¿qué haremos? ¿acampamos aquí?

Hoseok sonrió para aligerar los regaños de Namjoon y animar un poco a su príncipe cabizbajo, pero una ráfaga de viento cortó con la tranquilidad y con ella, el sonido de algo cortando el aire alertó a los tres hombres.

- Jungkook ¡Cuidado!

El príncipe giró tratando de calmar a su caballo negro pero todo fue resumido al dolor que sintió cuando cayó al suelo. La flecha, había dado en su hombro, escuchó el filo de las espadas de Namjoon y Hoseok. No entendía porque el hombro comenzaba a adormecerse y a tener sueño.

- Skygge. - quiso gritar el nombre de su caballo que comenzaba a huir del lugar, pero solo fue un susurro.

Quiso pararse sujetando su sangrante herida pero un pie en su espalda lo golpeó contra el suelo y soltó un quejido. Logró divisar un pie cubierto de pieles de lobo, típico de un bárbaro. La batalla seguía mientras sus ojos se cerraban, no sabía que suerte le esperaría. El choque de las espadas de sus compañeros era lejano, el hombre que pisó su espalda cayó muerto frente a él justo, cuando la oscuridad lo envolvió.

...

Un gorrión cantaba aquella mañana. El escosor en su hombro derecho era algo insoportable y es por eso que murmuró el nombre de su sirviente fiel pero no hubo respuesta. Antes de abrir sus ojos, sus tres sentidos se aguadizaron, no se escuchaba el ruido normal del palacio, tampoco había ese olor a comida en las mañanas y la tela bajo sus manos no era la fina seda de sus sábanas. Si bien era un soldado, había vivido aquellas penurias que cualquiera hubiese sufrido lejos de un palacio, sabía que ese lugar tampoco era el campamento.

Luego recordó aquella noche como si fuese una pesadilla, los habían emboscado, su caballo había huido y él, ahora estaba en una cama limpia de madera cerca de una chimenea de piedra. Las brazas calentaban la habitación y su torso desnudo, estaba vendado donde la flecha había entrado. Mientras trataba de saber en dónde diablos estaba, la puerta rechinó al ser abierta y un hombre entró quedando de piedra al encontrarse con la mirada del monarca sobre él. Jungkook lo observó, piel como la nieve y cabello claro como el sol, sus ojos cafés se iluminaban por el brillo de la luz que entraba por la ventana a pesar de ser finos como su rostro. Sus hombros pequeños estaban cubiertos por ropas desgastadas pero limpias. En sus manos venía un recipiente de agua que casi cayó en el suelo de madera.

- ¿Dónde estoy?

- En mi casa.

- ¿Quién eres tú?

El chico ignoró aquella pregunta y salió de allí como si hubiese visto un fantasma. Su ceño fue serio y cerró la puerta con fuerza, dejando al príncipe sólo y sin cambio de vendas por esa mañana.






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Holi holi.
¡He aquí una nueva mini historia!
Espero les guste y la disfruten mucho mucho
ლ(╹ε╹ლ)♡

serendipia ✦ kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora