Fuego

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- ¿Pablo? Te recordaba más alto... Con bastante menos pelo también.

María miró sorprendida a la persona que le tendía las llaves, sopesando por un momento si realmente Pablo había cambiado o era todo fruto de su imaginación.

- Ya le gustaría a él tener mi estilo - La chica morena se señaló a sí misma y soltó una carcajada - Soy Marta.

Siempre me ha gustado desmenuzar las emociones que me transmiten las personas, analizarlas por las sonrisas que muestran y aquellas que provocan, las miradas, los gestos contenidos. Marta era y es la alegría que nos falta al resto, la luz que consigue entrar a pesar de estar bajadas las persianas.

- Gracias por venir, Marta. No me apetecía nada dormir en las escaleras - Decidí intervenir, ganándome la atención de la morena - Soy Alba y la idiota regala chaquetas es María.

La madrileña se mordía el labio inferior, cabizbaja, observando de reojo a la chica que llevaba su chaqueta . Era tanta la concentración que emanaba mirando a Marta que mi comentario pasó desapercibido. Si no la conociera mejor habría dicho que estaba nerviosa.

- Encantada - Marta bostezó mientras respondía para después torcer el gesto y soltar una risita - ¿Qué hora es? Debería marcharme.

- ¡No! - Miré sorprendida a María, mientras el rubor empezaba a adornar sus mejillas, mostrando un poco de inseguridad en sus palabras - Quiero decir...Ya que estás aquí lo menos que podemos hacer es ofrecerte un café.

Toda esta situación me parecía un tanto surrealista. La morena boqueaba buscando una respuesta pero el silencio parecía haberse impuesto a las palabras. Ante todo seguíamos siendo dos desconocidas para ella.

- O una cerveza - María había encontrado en la previsión de unos minutos junto a Marta la confianza que antes no había mostrado - Ya sabes, estamos en ese momento justo de la madrugada en que ambas opciones son aceptables.

Marta reaccionó finalmente ante el comentario, mostrándonos una sonrisa sincera y mirando a María a los ojos respondió:

- Suena demasiado bien.

Dicho esto María cogió decidida a Marta de la mano y la llevó escaleras arriba, dejándome sola en la calle. Sus voces resonaban como un eco lejano acompañado del ritmo de sus pasos.

Rodé los ojos a la nada y me dispuse a llegar al piso. La puerta estaba abierta de par en par y podía apreciar las dos figuras sentadas en el sofá compartiendo una cerveza y un pedacito de ellas mismas con la otra.

- Pero es que... Es que yo no - Marta parecía incapaz de acabar la frase. Su acento marcado enterrado entre risas a medias y el sarcasmo de María impedían el avance de la historia - No entiendo como no te diste cuenta de que no era Pablo el que te habló por teléfono.

Cogí una cerveza de la nevera y me senté a la derecha de Marta, quitándome los zapatos mientras escuchaba a María defenderse de su descuido.

- Viniendo de ti no me sorprende demasiado - Me uní a las carcajadas de Marta al ver que María me hacía la peineta.

La morena nos explicó entonces que Pablo era su compañero de piso y que al volver del bar había caído rendido al sueño, olvidando por completo la chaqueta de María. Marta había escuchado el móvil de su amigo sonar desesperadamente y respondió sin pensarlo mucho.

- Espera un segundo - Intervine en el relato de Marta cuando me di cuenta que ella también había estado en el bar - ¡Tú eras la que se ha pasado la noche dando patadas voladoras! Joder, llevaba un rato pensando de qué me sonaba tu cara.

María estalló en carcajadas y se dejó caer en el sofá. Pronto me di cuenta que eran las seis de la mañana y después de darle mi número a Marta, decidí irme a dormir, dejando a ésta embobada con cada gesto que la madrileña hacía.

Ellas eran los versos de un poema sin escribir, los días previos a que empiece el verano, la electricidad antes de una tormenta. La anticipación a lo que pueda pasar.

Sería muy fácil saltarme esta parte de la historia, pasar al momento en el que nos volvimos a ver pero no creo en el destino, Natalia, nunca lo he hecho. Tú y yo íbamos cogidas de la mano por voluntad propia, no porque nos lo dictara el universo. Somos mucho más que una coincidencia. Por eso es importante que conozcas la historia completa, desde el principio.

Nuestro principio fue un mechero, un despiste y una madrileña con sentimientos desbordados por la morena sentada en mi sofá.

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IcebergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora