- Te mato, María, yo te mato.
- Eh, Reche, tampoco es para tanto - Llevábamos media hora frente a la puerta de nuestro piso, que para sorpresa de una muy borracha María, las palabras "Ábrete sésamo" no nos permitieron la entrada.
- ¿Cómo que no es para tanto, Mari? Son las cinco de la mañana y no podemos entrar en el piso porque a alguien le pareció muy buena idea regalarle la chaqueta a un desconocido. ¡Y ahora no tienes ni cartera, ni móvil, ni las putas llaves! Te dije que cogieras la mochila y ni caso. Míranos ahora.
María intentó hacerme creer que todo estaba bajo control, que no hay nada insalvable en este mundo. Una cantidad adecuada de chupitos y la madrileña parece convertirse en el positivismo hecho persona. Puto alcohol.
- ¡Cómo no os calléis llamo a la policía! No sería la primera vez, rubita - Había estado tan ocupada pensando en cómo iba a tener que usar a mi amiga de colchón aquella madrugada, que no había notado como los oscuros ojos de una señora de pelo canoso nos observaban desde las escaleras.
- Siento moles... - Intenté intervenir antes de que mi amiga tomara el control de la conversación y nos llevara a ambas a prisión. Demasiado tarde.
- Mire, señora Dolores - Dolores los que me estaba causando aquella situación - Vuelva por donde ha venido. No vaya a ser que algún otro de sus gatos decida escaparse.
A pesar de que en aquel momento mi cerebro era como un cuadro sin acabar, a causa de las pinceladas desorganizadas de la cerveza, me di cuenta de que aquella señora era nuestra única oportunidad de no dormir en el suelo. Y María parecía tener demasiadas ganas de ser mi cojín.
- Lo siento, Dolores - la mujer me examinó sin reparo para después mostrar un intento de sonrisa - Hemos perdido las llaves y me preguntaba si no sabría cómo conseguir otras.
María me miró como si hubiera cometido la mayor traición imaginable. Rodé mis ojos para fijarlos ante aquella mujer que parecía estar escogiendo sus palabras como el que encaja piezas de un puzzle. El alcohol me hace pensar en metáforas, no me lo tengas en cuenta ¿Vale?
- Alba, espera. Sé cómo podemos entrar en el piso - María volvió a adelantarse, rompiendo las palabras mudas que Dolores nunca llegó a pronunciar - Puede volver a su cueva, señora.
Tras unos eternos segundos de silencio, en los que mi único papel fue el de figurante en un concurso de miradas entre las otras dos únicas personas del rellano, la señora lanzó un bufido y se marchó escaleras arriba.
- Estoy demasiado cansada como para comentar nada de lo que acaba de pasar. Sólo dime, por favor, que no tienes nada que ver con la huída de los gatos de nuestra vecina.
- ¿De dónde crees que he sacado a Queen y Freddie? - Después de conocer a María, ya no hay nada que me sorprenda.
- ¿Qué?... Da igual, no quiero saberlo - Suspiré, dejándome caer contra la puerta y sentándome en el suelo.
María caminó en mi dirección, hasta posicionarse en cuclillas delante de mí. Llevó sus manos hasta mis mejillas, en un intento de reconfortarme.
- Albaaaa - Alargó las "a" hasta que se quedó sin aire para dejar paso a un pequeño puchero - ¿Estás enfadada?
- Sólo porque a veces eres imbécil.
- Pero me quieres - Dijo mientras se sentaba a mi lado, riendo bajito.
- Lo haría si me contaras tu maravilloso plan para entrar en el piso.
La madrileña abrió los ojos y pegó un salto, emocionada. De pie otra vez, María balbuceaba palabras sueltas, incomprensibles para aquel yo de las cinco y media de la mañana.
- ¿Si te digo que te quiero utilizarás frases coherentes? Es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer.
- Muy graciosa. Te harás la dura, pero por muy Elsa que quieras ser, no eres más que un pequeño Olaf - Esa es María, una mezcla de cerveza y referencias de películas Disney - Lo que quería decir es que tengo el número de teléfono del chico al que le di mi chaqueta. Lo tengo apuntado en el brazo, aunque no entiendo muy bien un par de números.
No sé qué sentí en aquel momento, pero por una vez agradecí la gran capacidad de ligar de mi amiga.
- María, te quiero.
- ¿Ves? Olaf - Sonrió con suficiencia, como el que presenta algo irrefutable.
- Lo que quieras pero llámale, ahora - Dije sacando el móvil de mi bolsillo. A la vez cayó tu mechero, que había quedado olvidado entre el sueño y una noche llena de desesperación y palabras arrastradas.
- María, voy fuera a fumarme un pitillo. Por favor, consigue las llaves de vuelta y el resto de tus cosas - Ella asintió, concentrada en descifrar el número de teléfono correcto.
Bajé los dos pisos despacio, disfrutando del silencio. En aquella semana de mudanza, nuevo piso, María y fiesta, ese era el primer momento de tranquilidad que podía saborear. Me lié un cigarrillo torpemente, la verdad es que nunca he sabido cómo hacerlo sin tirar la mitad del tabaco al suelo. Fumar es caro y más si no sabes cómo hacerlo.
Cogí tu mechero e intenté encenderme el cigarrillo. No funcionaba.
- Perfecto - Murmuré para mí - Ya somos dos con cigarrillo y sin fumar.
Volví a guardar tu mechero en el momento en el que María apareció en el umbral de la puerta, sonriendo.
- Buenas noticias - me cogió por los hombros, zarandeándome levemente - Pablo está de camino.
Le mostré una pequeña sonrisa y me abracé a ella cerrando un instante los ojos. El cigarrillo seguía en mi mano y María me lo quitó separándose de mí.
- ¿Fuego?
- Mechero sí, fuego no - Le lancé el objeto como horas antes habías hecho tú - ¿Porqué crees que no me lo he fumado?
María lo observó, como si mirándolo fijamente fuera capaz de hacerlo arder.
- Vale, no funciona - María desistió de sus intentos - ¿De dónde lo has sacado? Dudo que realmente hayas estado en el Mercury.
María estaba mirando las letras que se extendían por el pequeño cilindro, un tanto asombrada.
- ¿En el qué? - Con la tontería no me había llegado a fijar en el diseño del mechero.
- Tengo que llevarte, es uno de los mejores locales que conozco.
María parecía muy convencida y era demasiado pronto para negarme.
Su risa inundó el alba y entre los primeros rayos de sol, que arañaban de naranja el negro que teñía el cielo, apareció nuestra salvación.
- Hola - Llevaba la chaqueta de María puesta y la llaves colgando de su mano derecha.
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Iceberg
Fanfic¿Alguna vez has corrido bajo la lluvia hasta encontrar refugio? Ese momento de silencio envuelto en suspiros, casi pacífico, cuando el mundo parece ralentizar su ritmo unos instantes. Entonces decides seguir corriendo y todo aquello que sientes te g...