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Durante las siguientes semanas seguí haciendo fiestas en mi casa

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Durante las siguientes semanas seguí haciendo fiestas en mi casa. La última vez, la neta, si estuvo chido, por eso quise seguir y seguir. Manuel me convenció, el tiene la culpa, no solo yo, aun que también el 'Cuco Ruco' y el Roberto insistían, insistían en que cada vez las hiciéramos más seguido; pero cuando su primo (El 'Cuco Ruco') comenzó a traer droga, fue ahí cuando le puse un alto.

—No pendejo, yo no le entro a esas madres.

—No seas mamón, si tu no quieres, pues tu no las consumas.

—De todas formas, no quiero que metas eso a mi casa.

—Ay, solo para guardarlas.

—Así, cabrón, y que me chinguen a mi ¿no? No, sáquese a la verga.

Aun así las introdujo a la casa. En las pedas las rolaba y luego las vendía. Entonces me di cuenta de que no las quería guardar solo para pasar el rato, si no para poder traficar. No se por que lo deje; cuando me pongo bien pedo ya ni me importa nada.


Es de noche, mi abuelo esta sentado en el sillón frente al televisor, pero mira el periódico, lee las noticias que no termino de leer en la tarde. Había estado ausente por un tiempo, dijo que era por que tenía que ir a checarse constantemente al medico, y ademas, quería visitar a unos parientes en su pueblo. Ayer me dijo que volvería, así que limpie la casa para él. La última fiesta había arrematado con el desastre y la porquería; y yo quería ver a mi viejo en una casa saludable. Por eso me levante temprano e hice el quehacer. Iba hacer algo de comer pero recordé que no sabía cocinar, y no quise comprar 'comida rápida' para no afectarle la salud. No hizo falta, trajo comida del pueblo y nos sentamos a comer, como acostumbrábamos.

—¿Mi viejito, chulo?—dije, acercándome al sillón.

—Dime de una vez que quieres.

—Me quede sin lana, tengo que pagar los recibos, ¿me prestas?

—Pero te gusta hacer fiestas ¿verdad, cabrón?—dice, sacando el dinero de la bolsa de su pantalón y estirando la mano para dármelo.

—Te quiero.

—¡Sáquese de aquí!—dice, en broma, golpeándome con el periódico.

A pesar de que ya cenamos, nos da hambre y merendamos algo. Estamos en la mesa, tomando café y comiendo pan de su pueblo ¿o nuestro pueblo?

—¿Cómo se llaman estas cosas?—le preguntó.

—Son galletas.

—No las había visto, parecen esponjadas pero están bien duras. ¿Cómo se come esto?

—Así, mira—Mi abuelo toma una de las galletas. Son redondas, las pone de lado y le da un golpe firme pero seco, la galleta se abre exactamente por la mitad, quedando la base y un lado hueco—se comen con el café.

—Orale, están chidas—me como una junto con el café—también están bien ricas.

—Cosas como estas son las que deberías disfrutar todos los días. No las porquerías que consumes en tus fiestas.

—Tienes razón abuelito.

—Y no solo me refiero a las galletas.

—¿A qué más?

—A esto—golpea la mesa ligeramente con las manos—Un desayuno, almuerzo, cena y merienda familiar.

—Mis padres nunca me acompañaron a la mesa.

—Pero yo sí, estoy aquí—dice, elevando la taza de café para darle un sorbo—. Y tienes la oportunidad de cambiar la historia...Piensa que algún día tendrás familia y los acompañaras a la mesa.

—¿Yo? jajaja, no me imagino casándome.

—Eso es lo que muchos jóvenes dicen.

—Pero yo lo digo de verdad.

—Sí, claro. Cuando menos te imagines, ya me estarás presentando a tu pareja.

Me encojo de hombros sin hacer tanto caso a lo que acaba de decirme. Casi estamos por terminar la merienda cuando dice:

—¿Sabes? lo estuve pensando y creó que tienes algo de razón— Me sorprendo al escucharlo, no se exactamente a lo que se refiere—. Yo nunca fui como tu padre, pero trate de darle lo mejor...lo que yo no pude. Le pague esa escuela costosa, la de derecho, y entonces se volvió prepotente, muy arrogante. No podía tratar de enseñarle algo por que me daba la vuelta, y aveces decía que era muy tonto para entender ciertas cosas. Por esa parte, comprendo por que es así, como tu dices.

—Te lo dije, abuelo.

—Tu no seas así—Me mira con mucha seriedad, siento tan fuerte su mirar que me hace apartar la vista.

—Sabes que no soy así, abuelo.

—Entonces, no digas que no te casaras. Deja de decir cosas como te lo dije, o que siempre te dicen lo mismo, no, al menos de que sea realmente cierto. Esto, si no quieres ser como tu padre.

—De acuerdo, abuelo. Tratare de no hacerlo.

—Dejemos eso de lado, te quería preguntar una cosa.

—El papel higiénico esta en la repisa, no tienes por que levantarte y caminar por la casa con los pantalones hasta la rodillas.

—¡Eso no!

—¿Entonces?— Estoy riendo.

—Encontré empaques de condones en mi recamara. Me di cuenta que nunca te he preguntado si te proteges.

—Esos no son míos. Han de ser de mis amigos.

—Ya se que no son tuyos. Te estoy preguntando si te proteges, ¿lo haces?

—No se, cuando bebo, estoy tan perdido que ni me doy cuenta con quien me acuesto—Mi abuelo hace cara de espanto. Me río— Tranquilízate, siempre me protejo, no importa como me ponga.

—Eso espero; con eso no se juega, no es un chiste ¿entiendes?

—Sí, abuelo.

—Te toca recoger la mesa.

Mi abuelo ya se ha ido a dormir. Prendo la televisión y están los infocomerciales. Antes de cambiarle de canal, pienso en lo que ha dicho mi abuelo en la mesa, sobre mi padre. Mi padre siempre era el mejor de la clase, el mejor. Recuerdo que me metía a todo tipo de clases particulares cuando era niño. Quería que me convirtiera en abogado, como él y mi madre; nunca se sentó conmigo a hacer la tarea, nunca me dejo ingresar a partidos de tenis, que tanto quería. Creía que yo era un retrasado o algo parecido y me reprochaba las clases que me pagaba y que yo no pedí. Ahora entiendo por que deje la escuela, por que odio tanto estudiar.

Me da pena recordar todo eso. Decido que mejor me voy a dormir.

—¡No se que tienen estas madres que me dejan viendo productos que jamas en mi vida comprare!—digo hacia el infocomercial y apago la televisión.

En primera plana [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora